CON LOS QUE SUFREN
MONS. ÓSCAR ROMERO
El
sábado 23 de mayo de 2015 tuvo lugar en San Salvador la ceremonia de
beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado a los 62 años,
mientras celebraba la eucaristía, el 24 de mayo de 1980. Pastor y mártir en
defensa de los pobres, lo recordamos en este marzo cuaresmal 2016 -con tanta
sangre derramada que aguarda justicia- mientras esperamos su canonización, como
testimonio del amor hasta el extremo.
En
marzo de 1979, Un año antes de su martirio monseñor Romero vino a Santo
Domingo, para asistir a una reunión sobre el Sagrado Corazón. El padre Juan
Rodríguez, entonces director de esta revista, le hizo una entrevista publicada
en la edición 394 de abril de 1979. De sus respuestas presentamos
textos que nos ayudan a comprender los principios fundamentales de su fe y
testimonio hasta la entrega de la vida.
Situación
general de El Salvador
—El
Salvador en su aspecto general es todo un problema. Es un territorio de 21 mil
kms.2 con una población de más de cuatro millones de
habitantes, lo cual crea una situación social y económica ya de por sí grave. A
esto se agrega la mala distribución de la tierra que está en posesión de unas
cuantas familias dejando una inmensa mayoría con poca tierra o sin ella. En el aspecto
político somos una democracia, pero actualmente los cauces democráticos se
cierran por una represión que, por un falso sentido de defensa y de
seguridad nacional, monopoliza en unas pocas manos el poder y el derecho de
participación. La mayoría se siente frustrada y de ahí surgen muchos brotes que
se llaman subversivos pero que son legítimas aspiraciones que responden al
deseo de organizarse y a dejarse oír (…).
La
Iglesia salvadoreña
Hablaría
principalmente de la Arquidiócesis de San Salvador que es donde tengo toda la
responsabilidad de obispo, porque además hay otras cuatro diócesis en el país
que, quizás, juzgarán de otro modo o llevan su pastoral de otra manera. La
situación de la Arquidiócesis y la línea pastoral que yo heredé de Mons. Luis
Chávez y González que, junto con el auxiliar Mons. Arturo Rivera Damas
colaboraron en la línea que quiso Vaticano II y Medellín,
encuentra eco en las líneas que ha señalado Puebla, aunque todavía no son
oficialmente conocidas ya se ven que son un paso sobre el caminar de Medellín;
por lo cual podría calificar que es una pastoral de promoción en el sentido de
organizar comunidades eclesiales de base, buscar agentes de pastoral no sólo en
los sacerdotes sino también en los religiosos, muchos laicos se van promoviendo
y sienten su responsabilidad de Iglesia, ellos se forman en centros de
promoción y nos ayudan mucho. Esta tarea de organización encuentra dificultades
en la política y en el ambiente social que antes describí. Esto así porque es
una pastoral de promoción y despierta en el hombre su sentido de dignidad
humana, descubre sus derechos humanos, sobre todo de organización y de
participación. Y a esto se llama comunista, subversivo, político... como si
la Iglesia se hubiera apartado de su línea espiritual. Por esto se explican los
diversos conflictos entre la Iglesia y el ambiente.
Conversión
y defensa de los derechos humanos
—Yo
no hablaría de conversión como muchos dicen —puede entenderse si se quiere—
porque mi cariño por el pueblo, por el pobre, siempre lo he tenido. Antes de
ser obispo estuve como sacerdote 22 años en San Miguel, una ciudad lejos de la
capital y creo que no viví los problemas tan intensos que ahora me tocan vivir.
Allí traté de llevar a mi predicación y actuación pastoral mi actitud más bien
tradicional y aferrada a los principios aprendidos en el seminario. Sin
embargo, cuando visitaba los cantones, sentía verdadero gusto de estar con los
pobres y ayudarlos. Varias obras modestas se hicieron a favor de ellos
mientras ejercía como sacerdote. Pero al llegar a San Salvador la misma
fidelidad con que he querido llevar mi sacerdocio me hizo comprender
que mi cariño a los pobres, mi fidelidad a los principios
cristianos y adhesión a la Santa Sede tenían que tomar un rumbo un tanto
distinto. El 22 de febrero de 1977 tomé posesión de la Arquidiócesis y para esa
fecha había una racha de expulsiones de sacerdotes. Mi antecesor Mons. Chávez
ya había visto salir violentamente varios sacerdotes lo cual yo tampoco pude
contener. A menos de un mes de haber tomado posesión ocurrió, el 12 de marzo de
1977, el asesinato del P. Rutilio Grande. Dos meses después la muerte
trágica también por balas, del P. Navarro Oviedo que estaba en la
ciudad. Así empezó mi episcopado en San Salvador.
Postura
de la Iglesia jerárquica
—Lamentablemente
tengo que confesar una gran diferencia de criterios con algunos de mis hermanos
obispos de El Salvador. Gracias a Dios está Mons. Rivera Damas, obispo de
Santiago de María, que es muy conocedor de la pastoral actual de la Iglesia y
está plenamente de acuerdo conmigo. En cuanto a las diferencias existentes
entre los demás señores obispos me da pena esta situación, y de mi parte, yo
quisiera que no existieran; pero cuando reflexiono en lo que el Evangelio me
pide y lo que sería cambiar de modo de actuar, creo que no puedo condescender a
otros criterios y esto me obliga a vivir en esta conflictividad interna de la
Iglesia que, por otra parte, creo que no es desunión sustancial, puesto que
todos estamos en comunión con la doctrina y la moral de la Iglesia. Sin
embargo, cuánto me gustaría tener que decir que no existe ninguna diferencia,
de proclamar la unidad en estos momentos de confusión en nuestro pueblo y de
tantos atropellos evidentes a los derechos humanos. Estoy dispuesto a todo por
obtener que la fidelidad al Evangelio nos lleve hacia la unidad a todos los
pastores de El Salvador.
Oposición
del gobierno y de otros grupos de presión
—Esta
oposición es más explicable, así como es dolorosa la anterior. La
conflictividad con el gobierno, creo que no es provocada porque yo quiera, sino
que es la respuesta de un gobierno que evidentemente atropella los derechos
humanos y la Iglesia tiene que enfrentarse en defensa del pueblo que sufre
violaciones tan claras. Referente a los grupos del poder económico existe entre
ellos no sólo una oposición, sino una marginación en contra nuestra en los
medios de comunicación social que ellos sustentan con su dinero. Se margina al
Arzobispado, se manipulan las noticias, ocupan espacios pagados en la prensa
para insultar muchas veces al Arzobispo y a sus sacerdotes... De esta forma
se expresa el conflicto que tiene que existir desde que la Iglesia predique una
mayor justicia, un mayor respeto a los derechos humanos. Tiene que haber
conflictividad con aquellos que no cumplen estos principios del Evangelio y de
la Iglesia.
La
suerte del profeta. Las bienaventuranzas
—Evidentemente
siento en mi interior la bienaventuranza anunciada en el Evangelio. Recuerdo
que san Ignacio —yo me formé con los jesuitas— hablaba de consolaciones como
voz del Espíritu y esas consolaciones las he experimentado grandemente... Del
sentido profético toman, muchas veces, motivos para lo ridículo, para la
crítica, para burlarse como si yo me sintiera un profeta. Estoy lejos de usar
esa palabra en sentido triunfalista, y aún en un simple sentido jamás he dicho
que soy un profeta, sin embargo, sé que estoy anunciando una doctrina que no es
mía y que por doquier encuentra tanta oposición. En lo personal a mí me sería
mucho más fácil no anunciarla, callar y estar bien con toda la gente, pero no
tendría esa paz de conciencia si cometiera ese pecado de omisión. Siento, por
el contrario, una gran alegría y satisfacción anunciando ese Evangelio
conflictivo y esta satisfacción íntima de mi conciencia la siento apoyada por
la solidaridad que palpo en el presbiterio —creo también que es otro signo de
Dios la unidad de sus sacerdotes con su obispo—, en la solidaridad de las
comunidades de religiosos y religiosas y de fieles en la base. Y fuera de la
Arquidiócesis un conjunto de testimonios de solidaridad, entre ellas —ya que
estamos aquí en Santo Domingo— quisiera mencionar con agradecimiento la firma
de Mons. Príamo Tejeda que en Puebla, junto con otros obispos latinoamericanos,
me escribieron una carta de solidaridad que me llenó profundamente de emoción.
Así también llegaron otros testimonios, como aquel de Francia que contenía 22
mil firmas recogidas en tan sólo 15 días para expresar su solidaridad con esa
Iglesia defensora de los derechos del hombre (…)
Carta
de apoyo en Puebla
Es
una carta fraternal, me tratan de tú y eso me abre un ambiente de confianza.
Dicen que comprenden que desde que el Señor me encargó esa Iglesia una pesada
cruz va sobre mis hombros y me animan a llevarla con valor cristiano. Conocen
la situación, mencionan allí el asesinato de mis sacerdotes, la persecución a
las comunidades, conocen de verdad el ambiente. Me dicen que la línea que he
emprendido es la verdadera y me animan a seguirla, a que cuente con sus
oraciones y las de sus pueblos y me ofrecen su solidaridad, su apoyo moral. En
estos conceptos está, más o menos, un resumen de esa preciosa carta.
Propuesto
al Premio Nobel de la Paz
—Sí,
es un gran honor. Me llegó una comunicación del Parlamento Inglés que me
proponía como candidato a este premio para el próximo año. Esto se lo agradecí
en forma muy sentida, pero les dije que había personas con más méritos que yo
para esto y que no pretendía llegar a conseguir ese premio. Además, les
comuniqué que la sola postulación me había dado un respaldo moral muy grande.
Ha sido así porque en torno a esa postulación del Parlamento inglés ha habido
ya otras instituciones que me han demostrado mucho su solidaridad. Esta
postulación de por sí es un respaldo muy grande a la causa de la Iglesia. La
línea de la Iglesia en defensa de la dignidad humana sale fortalecida.
Apoyo
del pueblo salvadoreño
—En
primer lugar quisiera aclarar que la motivación de esa simpatía no se
confundiera con una simpatía política. Porque muchos creen que esas muchedumbres que
ahora acuerpan a la Iglesia lo hacen por oposición o por desahogo político. No
descarto la posibilidad de que mucha gente vaya con esa intención,
pero yo aclaro en mi predicación que es netamente predicación del Evangelio.
Mis homilías las transcribo y las estamos publicando. Son
catequesis basadas en las lecturas bíblicas de cada domingo. El
pueblo siente que en la predicación yo ilumino las realidades concretas del
país —como debe ser una homilía— mencionando los hechos concretos de la
semana para animar lo bueno y denunciar lo malo. Es ahí donde encuentran
una Iglesia que se encarna con las realidades del pueblo y que despierta las
esperanzas en medio de estas circunstancias. Creo que ahí están las razones de
las simpatías que el pueblo manifiesta hacia la Iglesia, hacia mi persona y
también hacia los otros sacerdotes. Los sacerdotes me dicen que hay más
concurrencia a la misa de los domingos. Los seminarios están llenos de
vocaciones, florecen también las comunidades a pesar de la persecución.
Muchos
huyen, naturalmente, ante la difamación y la persecución, pero hay más solidez
en el que sigue al Señor. Dicen allá que en mi persona se manifiesta ese poder
de convocatoria pues cuando indico alguna cosa que hay que celebrar la gente
secunda con bastante facilidad. Una de las notas típica es la salida de la
catedral los domingos (…). ADH 798
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