Cerebro y Medioambiente (2)
En nuestra entrega pasada dibujamos un breve paisaje sobre cómo impacta el medio ambiente nuestro cerebro y cómo es capaz este noble órgano de malearse ante situaciones favorables o no en aras garantizar su subsistencia. Hicimos un intento honesto por esclarecer el concepto de plasticidad y adentrarnos en aspectos explicativos de porque somos lo que pensamos, lo que hacemos y un cúmulo de nuestras experiencias.
Mencionamos la tesis magistral de Charles Darwin en su teorÃa de las especies y la selección natural, todo esto para introducir algunas pautas de cómo utilizar el medioambiente a favor de nuestro sistema nervioso, citaremos algunos aspectos que consideramos relevantes.
El Estrés Social: Desde la década de los 70 se ha vinculado los estresores sociales con un imbalance en la regulación neuroendocrina, la apoptosis y la toxicidad neuronal, de modo que no solo genera envejecimiento temprano sino que también reduce la capacidad de respuesta ante posibles injurias orgánicas. Esta bien documentado la tendencia a la depresión, EVC, deterioro cognitivo insomnio entre otros.
Contaminación sonora: The American Auditory Society asegura que escuchar de forma continua algún sonido o ruido demasiado alto, no sólo provoca sordera con el tiempo, sino que es capaz de modificar nuestro cerebro hasta el punto que influye en nuestra interpretación del habla, provocando una creciente dificultad para distinguir los sonidos del discurso, al paso que vamos oiremos todo pero no escucharemos nada.
Factores Alimenticios: La comida rápida distorsiona la NeuroquÃmica, provoca sÃntomas sÃmiles a la abstinencia, ansiedad y depresión. Afecta el balance de la dopamina por ende la capacidad de aprendizaje, la motivación y la memoria. Por otro lado alimentos procesados o precocidos, las grasas “trans” y los edulcorantes artificiales elevan el riesgo de desarrollar afecciones neurodegenerativas. De igual forma debe ser cauto con la ingesta desproporcionada de glutamato monosodico ya que puede provocar además migrañas, fatiga y desorientación.
La música que escuchamos: La formación musical puede mejorar significativamente las capacidades motoras y de razonamiento, además somos las música escuchamos. Un estudio realizado en personas con las mismas variables socio-epidemiologÃa ayudó a predecir rasgos de la personalidad de los participantes como: apertura a la experiencia, extraversión, amabilidad, responsabilidad y estabilidad emocional. Estos rasgos que fueron predichos con mayor precisión sobre la base de los hábitos de escucha de manera cuasi exacta.
Las palabras que decimos y escuchamos: La muy reciente técnica de programación neurolingüÃstica expresa de manera precisa el poder de la palabra, tanto es asà que sabemos cómo las palabras modifican nuestro sistema neuroendocrino y son capaces de mejorar o empeorar nuestro rendimiento ante situaciones determinadas. Cuando escuchamos un NO el cerebro comienza a liberar cortisol, la hormona del estrés y encargada de ponernos en alerta, disminuyen nuestras funciones lógicas y nos vuelve prejuiciosos frente a los demás un SI por el contrario libera dopamina, la hormona que regula el mecanismo de recompensa del cerebro, y nos deja con una sensación de bienestar y apertura frente a la comunicación.
La solidaridad y la bondad. Estudiosos de la NeuropsicologÃa explican que nuestro cableado neuronal viene programado innatamente para la bondad pero que las emociones negativas tienen un poder más incisivo en la memoria. La compasión es una de las emociones más intensa, el sistema lÃmbico reverbera en múltiples conexiones cuando la practicamos. Se liberan neuroquÃmicos como la oxitocina, y se articula de pronto toda una plataforma de emociones positivas donde la empatÃa, la reciprocidad potencia nuestro deseo de hacer el bien, nos ennoblece aún más como especie.
Parar cerrar y a modo de capsula final, el cerebro es un órgano muy generoso, debemos cuidarlo dÃa tras dÃa con nuestras acciones, nuestras palabras, y a lo que nos exponemos de esta forma EL nos retribuirá de manera gentil, no olvidemos las palabras de Don Ramón y Cajal: “todo hombre si asà lo quiere puede ser escultor de su propio cerebro”. ADH 811.
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