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    viernes, 2 de junio de 2017

    Resumen Documento Nuestra Casa Común

      Documento | Secretariado CED

          Conferencia del Episcopado Dominicano



    Resumen
    REPÚBLICA DOMINICANA: NUESTRA CASA COMÚN

    Introducción

    Para nosotros ha significado más que una grata satisfacción conocer la gran acogida que ha tenido la encíclica ‘Laudato si’ del papa Francisco, publicada el 24 de mayo del 2015. Desde su publicación, son muchos los debates que se han organizado en torno a este documento pontificio.

    Así lo expresa nuestra Conferencia del Episcopado en la carta pastoral de 1987, titulada “Carta pastoral sobre la relación del hombre con la naturaleza”, siendo una de las primeras conferencias episcopales latinoamericanas que dedicara al tema de la ecología una carta pastoral. En ella advertíamos: “Al ser humano, pues, se le exige ante la naturaleza, sabiduría, rectitud de espíritu, justicia y santidad y se le prohíbe, consiguientemente, el descuido, la ignorancia, la irracionalidad, la avaricia, la explotación, la agresividad, la perversidad y la impiedad” y sugeríamos medidas y acciones específicas, así como la creación de entes reguladores, que nos hubieran ahorrado diversas situaciones actuales.

    La problemática ambiental no preocupa exclusivamente a quienes habitamos el territorio dominicano: se trata de un auténtico desafío civilizatorio que afecta a toda la humanidad. Emerge como un grito que trasciende la conciencia moderna, la cual se creyó capaz de reglar todos los aspectos de la vida siguiendo los proyectos futuristas de la potente actividad tecno-científica. Bajo este desafío, el papa Francisco nos invita a cuidar el planeta que es nuestra “casa común”. En este mensaje nos proponemos contextualizar las enseñanzas del magisterio del papa Francisco sobre la ecología para nuestro contexto particular.

    Signos preocupantes y signos esperanzadores del daño a nuestro hábitat

    Signos preocupantes

    Falta de una política territorial integral. Muy probablemente, la raíz más importante del desorden ambiental en el territorio dominicano se encuentra en la falta de un plan de ordenamiento territorial, que tome en consideración todos los aspectos de la transformación y desarrollo del espacio dominicano.

    Caos en la propiedad y tenencia de la tierra. Una dualidad confusa en el sistema de tenencia de la tierra se explica por razones de la peculiar historia del derecho dominicano. En el 2005 se promulgó la Ley 108-05 de Registro Inmobiliario, pero sus artículos no anularon aspectos legales que datan del siglo pasado, como el reconocimiento de derechos sobre ocupaciones de terreno a partir de los 20 años. El resultado, en la práctica, es la convivencia de dos sistemas paralelos en la legalidad de tenencia de tierra.

    Explotación no sostenible de los ecosistemas. En diversos puntos de la geografía nacional se están realizando actividades económicas intensivas que afectan el equilibro de los ecosistemas. Entre los más preocupantes, se encuentra la extracción descarada de agregados de cauces de ríos.

    Minería. Nuestra Conferencia del Episcopado Dominicano, en la carta pastoral del año 1987 advertía lo siguiente: “En el caso de los recursos no renovables los países altamente industrializados y desarrollados no pueden ejercer una especie de monopolio de explotación y usar de esos recursos sin tener en cuenta las necesidades presentes y futuras de los países suplidores ni estos a su vez pueden, por motivos económicos inmediatos, desprenderse y malversar ese patrimonio nacional, presente y futuro… Los ingresos generados por la explotación de recursos no renovables deben invertirse de tal manera que esas inversiones se conviertan también en soluciones permanentes de la pobreza inhumana e injusta existente y en forma de generar ingresos en el futuro para las generaciones venideras que no tendrán ya el beneficio de la explotación de esos recursos”.

    La deuda medioambiental acumulada no implica que la megaminería que se practica en nuestro país en pleno siglo XXI sea congruente con el enfoque del desarrollo sostenible. Esto se comprobó en el conflictivo caso de Loma Miranda. El informe técnico presentado por el PNUD en 2013 señaló claramente que la intervención del área no tomó en cuenta, sobre todo, los aspectos humanos y sociales envueltos en el conflicto. “En la República Dominicana como en otras partes del mundo, hay un movimiento social creciente que se opone a la minería de cielo abierto. Lo observado en el campo da cuenta de este movimiento social fortalecido por el trabajo de base, y que rescata el derecho de promover y decidir sobre el modelo de desarrollo que una comunidad desea. La fortaleza y el discurso de los grupos sociales organizados, aquellos de base local, son legítimos y han sido ignorados, tanto por los actores gubernamentales como por la propia empresa”. También señala el PNUD: “Si la licencia social no está presente, aún si la empresa tuviera toda la autoridad legal que necesita para operar, le resultará muy difícil continuar”, revelando así la importancia de tomar en cuenta la licencia o aprobación social, cosa que no ha sido obtenida en este caso particular.

    Opacidad de la política ambiental. La política ambiental no está del todo clara, particularmente en los temas forestales. Preocupa la percepción de que existe un tráfico de madera sin control alguno como si el Estado no tuviera los instrumentos necesarios para determinar si proviene de bosques naturales o de plantaciones energéticas legales, tales como certificados de siembra y corte.  Esta falta de información sugiere que el tema forestal debe ser revisado por completo.

    La producción de carbón vegetal y el chivo expiatorio. Casi todos nuestros bosques naturales son presa del comercio de carbón vegetal. Existe amplia conciencia sobre el fenómeno, pero no se publicita de manera adecuada que la actividad se sustenta en redes poderosas que manejan chequeos de carreteras, camiones y contenedores. En ocasiones, estas redes cuentan incluso con permisos oficiales, según denuncias. Normalmente, la denuncia mediática de esta explotación suele tomar como chivo expiatorio a pequeños campesinos ya sean dominicanos o de origen haitiano.

    Toxicidad. Otra situación agravante lo representa el mal manejo de los pesticidas con fines agrícolas, atentando contra la salud de los seres vivos que toman contacto con ellos.

    Manejo inadecuado de áreas protegidas y explotación de especies amenazadas. Atendiendo a los puntos anteriores, organizaciones ambientalistas dominicanas entienden que respecto a las áreas protegidas no todas están claramente definidas ni correctamente manejadas. Se tiene la percepción de que el favoritismo público beneficia a algunas personas que pueden hacer grandes negocios, a partir de terrenos en áreas protegidas, adquiridos al margen de la ley.

    Mal manejo de la basura y contaminación. La sociedad capitalista tecnocrática ha llenado de desperdicios nuestra casa común, contaminando el aire que respiramos, la tierra que nos nutre y el paisaje que nos recrea. El papa Francisco lo expresa de manera gráfica en Laudato si’ con estas palabras: “La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería.

    Producción contaminante de energía. La energía eléctrica es indispensable para el desarrollo humano actual. El desafío es producirla con el menor impacto ambiental posible. Preocupados por la contaminación generada en diversos puntos del país debido a la producción de energía eléctrica basada la mayoría en combustibles fósiles, el sentido común nos dicta que debemos abocarnos a generar un cambio en la matriz. El sonado caso de la construcción de dos plantas a carbón en Punta Catalina, Baní, ha generado grandes diferencias en diversos sectores tanto públicos como privados. La generación de electricidad no solo debe ser ambientalmente sostenible, sino que debe de poder generar a menores costos. Es de sentido común intentar disminuir los impactos que generan las plantas que producen en base a fueloil, hasta llegar a producir energía totalmente limpia. Independiente del tema del contrato de construcción, es sabido que actualmente los financiamientos internacionales exigen medidas ambientales sólidas, lo que nos da cierta garantía de que esto reducirá el impacto ambiental. Sugerimos en este caso particular enfatizar el monitoreo estricto y periódico por parte del Ministerio de Medio Ambiente para que se cumplan los Términos de Referencia bajos los cuales fue emitida la Licencia Ambiental en el tema de las emisiones de partículas y manejo de los desechos reusables del carbón quemado. La tendencia debería ser a partir de la actualidad la construcción de plantas con energías limpias en la medida que estén totalmente disponibles en el mercado.

    Cambio climático y gestión de riesgos.  Como en otros temas, la República Dominicana adolece de serias fallas institucionales para prever catástrofes, aunque cuenta con amplios estudios y una legislación razonable al respecto. Estos estudios arrojan que la gestión de riesgos se deberá realizar sobre todo a nivel municipal. Habrá de prestar especial atención a las zonas urbanas marginales, donde se encuentra la mayor parte de la población vulnerable que habita el suelo dominicano.



    Signos esperanzadores

    Emergencia de formas agrícolas amigables con el medio ambiente.

    Existen en nuestro país varias iniciativas emergentes que trabajan bajo estos principios. Saludamos especialmente los esfuerzos que hace en este sentido desde hace varios años nuestra Universidad Católica del Cibao (UCATECI), en especial por la recuperación de la agricultura en pequeña escala para la región del Cibao Central. Tal como señalan las agencias internacionales expertas en la materia, países como el nuestro cuentan con organizaciones campesinas que hacen posibles explotaciones a escala de producción sostenible, capaces de resistir a las tendencias monopólicas de la agroindustria convencional.

    Conversión en los hábitos de consumo. También crece la conciencia sobre los efectos nocivos que ocasiona el consumo desmedido en el medio ambiente, así como su impacto negativo en la justicia distributiva a escala global y nacional. Cada vez más personas admiten, como señala el magisterio de la Iglesia Católica, que para habitar el mundo en que vivimos habrán de operarse cambios profundos en “los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, y las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad”

    Laudato si’, la crisis de un modelo civilizatorio y la realidad dominicana

    La ética biocultural que aquí proponemos exige, en fin, asumir de manera reflexiva la noción de “bienes comunes” (en inglés, commons), reinterpretación creativa de la doctrina moral tradicional acerca del bien común. Los bienes comunes se conocen también como “bienes comunales” o “procomún”. Como categoría ética, se encuentran en discusión y constante reformulación. La noción de bienes comunes se refiere a aquellas cosas que, como no pueden ser de nadie en particular, pertenecen a todas las personas. Por eso, nadie puede arrogarse el usufructo exclusivo de esos bienes ni impedir que otras personas disfruten equitativamente de ellos. Entre esas cosas están: el aire, las aguas, las semillas, las lenguas, las calles, los parques... En sentido más restringido, también pueden considerarse como comunes determinados territorios orientados a la vida de sus cohabitantes.

    La ecología humana ha de ser lo primero

    “La ecología humana implica también algo muy hondo: la necesaria relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia naturaleza, necesaria para poder crear un ambiente más digno. Decía Benedicto XVI que existe una «ecología del hombre» porque «también el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo» (cf LS 120)”. Siendo criaturas de Dios, hechos a imagen y semejanza del Creador, del que profesamos nuestra fe, el primer objeto de conservación somos nosotros mismos. No tiene mucho sentido cuidar la casa y no cuidar al inquilino. Hay procesos de deshumanización que atentan directamente contra el ser humano, ya sea degradándolo o destruyéndolo, y que la Iglesia Católica analiza, advierte e invita a contrarrestar.

    En República Dominicana, como en otros tantos países de nuestro planeta, la ecología humana está siendo seriamente atacada. Son varios los frentes desde donde es agredida la especie humana. El robo sistemático del erario público por políticos sin escrúpulos y empresarios aprovechados, en el que se exhiben grandes fortunas adquiridas sin sacrificio alguno y de manera impune, es uno de los grandes atentados a la ecología humana. A consecuencia de esta práctica desleal contra la población son miles las familias que viven sumergidas en la más vil miseria, con una vida prácticamente inhumana. Más del 30% de los dominicanos se encuentran en situaciones de verdadera pobreza, viviendo en arrabales a orillas de ríos y cañadas llenos de contaminación, sujetos a la desnutrición y a toda clase de enfermedades, sin las suficientes atenciones médicas y sin acceso a medicamentos.

    Otro frente desde el que se ataca y destruye al ser humano en nuestro país es el narcotráfico, impulsado por sectores de poder para saciar sus ansias ilimitadas de riqueza fácil. El narcotráfico funciona como un mecanismo de destrucción masiva que, aunque de forma gradual, pone en riesgo no sólo la convivencia social, sino hasta la misma vida de los ciudadanos. En República Dominicana, con puntos de venta de droga en todos los rincones del territorio nacional, aunque ilegal, y más aún, a la vista de las autoridades civiles y policiales, se está llegando ya a niveles intolerables. A consecuencia de este mal social, son muchas las familias, jóvenes y hasta niños que están siendo amenazados en su desarrollo y realización como seres humanos. El narcotráfico también es, en gran medida, una de las causas fundamentales del clima de violencia, de atracos, de crímenes y de inseguridad en que vive actualmente la sociedad dominicana.

    Otro elemento de agresión contra el ser humano es la ideología de género. Bajo el pretexto de la llamada “superpoblación mundial”, las élites poderosas de las naciones ricas han creado toda clase de métodos para controlar, reducir y hasta eliminar en muchos casos, los procesos de reproducción de la vida humana. Entre los ataques más invasivos está el de la ideología de género, con toda una campaña mediática de promoción del aborto, homosexualismo, lesbianismo y toda clase de método contrario a la reproducción humana.

    El tema del aborto y otras desviaciones promovidos e impuestos en estos últimos tiempos a través de la ideología de género, realidades totalmente deshumanizantes en contra de la vida humana y que contradicen el verdadero sentido de conservación del género humano, ha sido tratado ampliamente en varios documentos del Magisterio de la Iglesia. El papa Francisco lo aclara en Laudato si’: “Dado que todo está relacionado, tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto. No parece factible un camino educativo para acoger a los seres débiles que nos rodean, que a veces son molestos o inoportunos, si no se protege a un embrión humano, aunque su llegada sea causa de molestias y dificultades: Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social”.

    La manipulación genética y la desviación ideológica de la diferenciación sexual biológica entre hombre y mujer, es un atentado grave contra la ecología humana. Así lo afirma enfáticamente el papa Francisco en Laudato si’: “En esta línea, cabe reconocer que nuestro propio cuerpo nos sitúa en una relación directa con el ambiente y con los demás seres vivientes. La aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo entero como regalo del Padre y casa común, mientras una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la creación”.

    Y sigue diciendo: “Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados, es esencial para una verdadera ecología humana. También la valoración del propio cuerpo en su feminidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente. Por lo tanto, no es sana una actitud que pretenda «cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma»”.

    Queremos recalcar como se hizo en la Carta Pastoral de enero 2017, sobre la existencia del peligro de la instrumentalización de la mujer, la cual debe ser conservada en su integridad total, pues ella lleva en sí la fábrica de la vida: “En esta sociedad marcada por el afán del dinero se instrumentaliza todo. También a la mujer dominicana se quiere instrumentalizar y usar como a un bien de consumo. Muchas veces tanto ella como el fruto sagrado de su vientre son vistos como un objeto desechable. Constantemente el papa Francisco nos hace referencia sobre esta mentalidad del descarte: «Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no’ a una economía de exclusión y  desigualdad. Esa economía mata… Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del ‘descarte’ que, además se promueve. Y así se descarta también la vida» (Francisco: Entrevista en vuelo México – Roma: ACI, Vaticano, 18 de febrero, 2016)”.

    Cuidar la casa común dominicana

    El cambio ético que demanda el momento histórico dominicano habrá de expresarse en diversos aspectos y en diferentes dimensiones. Para concluir estas reflexiones, queremos señalar algunas de ellas. Una pregunta nos puede guiar: ¿Cómo cuidar la casa común dominicana?

    Actitudes personales. No habrá un cambio en las relaciones sociales dominicanas si no se cambian muchas actitudes personales. Entre ellas cabe destacar el fenómeno del consumo. Tenemos que ser responsables con lo que consumimos. Esto no se refiere tan solo a mercancías innecesarias, como las que se compran frenéticamente en el denominado “Black Friday”. Se refiere a cosas que están al alcance de todos, pues se acceden a ellas en la vida cotidiana. En primer lugar, el agua. Los que cohabitamos en suelo dominicano tenemos que hacer un uso más responsable de las aguas y cuidar las fuentes acuíferas que son de todos. Naturalmente, esto se verá facilitado cuando el Estado dominicano finalmente asigne suficientes recursos para servir agua a todas las viviendas dominicanas, así como urge que el Congreso dominicano elabore una justa ley del agua que eficientemente regule su uso. En segundo lugar, los desechos plásticos. Toneladas de recipientes y fundas plásticas se agolpan en nuestras vías públicas y llegan flotando a los puntos más recónditos de nuestros paisajes naturales. La reducción, reúso y reciclaje de materiales plásticos colaborará a que podamos tener un ambiente más agradable y sano.

    Prácticas organizacionales y empresariales. Deben seguirse profundizando las actividades empresariales que respetan al medioambiente. Conviene, y es importante señalarlo, que los grupos empresariales no se guíen por las propuestas de la “economía verde” ni al uso ingenuo de la categoría “desarrollo sostenible”. La empresa debe ponderar también el afán de crecer y acumular de manera atropelladora. Desde el horizonte ético biocultural, el ideal de un crecimiento infinito es sencillamente inmoral porque es insostenible.

    Políticas públicas urgentes. El tema medioambiental exige una política pública urgente. Esto se expresa de manera decisiva en la legislación dominicana y en su aplicación. Esperan por ser aprobadas las siguientes leyes: la ley nacional de semillas, la ley de aguas y la ley sectorial de biodiversidad que circulan en las cámaras. Exhortamos especialmente a los legisladores a deponer los intereses particulares y a que consideren que estas leyes se dirigen a promover la conservación y el uso justo de los bienes comunes, no a proyectos empresariales privados. De manera especial urge la aprobación de la ley de ordenamiento territorial y uso de suelos. Esta ley, que tiene carácter orgánico, ha de ser considerada como parte de las políticas sociales públicas.

    Una especial atención al tema del agua. Puede decirse que el agua es uno de los derechos en el que hemos de tomar mayor conciencia en República Dominicana, reconocido como derecho humano por las Naciones Unidas en 2010. En consonancia con ello, el artículo 15 de la Constitución de 2010, reconoce el agua como patrimonio nacional estratégico de uso público, inalienable, imprescriptible, inembargable y esencial para la vida.

    Por otra parte, bajo el punto de vista regulativo, debe de tomarse en serio la creciente contaminación del subsuelo de las metrópolis, especialmente de Santo Domingo. Según informaciones oficiales de la CAASD en su documento Plan Maestro del Alcantarillado Sanitario del Gran Santo Domingo: “Se estima que solo el 5% de la población cuenta con servicios de tratamiento de aguas residuales. Con 12 plantas de tratamiento existentes, de las cuales sólo 4 operan. La mayoría de descargas de aguas negras es realizada directamente, sin ningún tipo de tratamiento, a los ríos que circundan la ciudad, al acuífero, o al mar Caribe”.

    La tanda extendida como una oportunidad para la educación medioambiental. La tanda extendida que va implementando paulatinamente el gobierno dominicano en todo el territorio nacional es una gran oportunidad para crear la identidad ecológica dominicana. Entre otras cosas, los diversos aspectos señalados en estas reflexiones pueden ser aprovechados a partir del eje fundamental y transversal de la formación medioambiental que plantea el currículo escolar.

    Urge instituir una comisión mixta bilateral. Al hablar de República Dominicana es importante recordar que somos una nación que comparte una misma isla con otra nación hermana, en la cual disfrutamos de bienes comunes que no conocen de fronteras políticas, como lo son el aire, los ríos, las lluvias y la biodiversidad, pero también la diversidad cultural y la espiritualidad.

    La colaboración en temas medioambientales solo puede redundar en beneficio de todos los cohabitantes. Así, cada territorio nacional de la isla, en armonía y colaboración con el vecino del otro lado de la frontera, sin borrar las diferencias históricas y culturales (pero tampoco esgrimiéndolas para alimentar el odio), podrá atender de manera más justa a sus respectivas poblaciones. Urge, en ese sentido, instituir una Comisión Mixta Bilateral como un organismo especial, supranacional, que vele de manera sistemática y eficiente por los bienes comunes que compartimos todos los que cohabitamos en esta isla.

    Conclusión
    Exhortamos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a unirnos en la esperanza de una República Dominicana con un ambiente más sano y en mejores condiciones para las generaciones presentes y futuras. Hagamos el esfuerzo necesario para conservar y proteger nuestros recursos naturales, de modo que podamos vivir conservando nuestra casa común, con toda la belleza, pureza y perfección con que Dios la creó, como lo expresa la Carta Pastoral del 1987 cuando dice: “La Tierra con sus bienes es patrimonio de la humanidad. Es herencia que recibimos, que debemos administrar y distribuir con justicia y equidad y que debemos transferir a los que nos sucedan, no deterioradas, sino, por el contrario, mejoradas”.

    Santo Domingo, 5 junio 2017.


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