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    jueves, 1 de marzo de 2018

    Importancia del canto en la liturgia

    Espiritualidad Litúrgica | Roberto Núñez, msc



    Importancia del canto en la liturgia
    «El canto es una señal de euforia del corazón (cf. Hch 2,46). De ahí que san Agustín diga, con razón: “Cantar es pro­pio de quien ama» (OGMR 39).
    Marzo nos encuentra en pleno ejercicio cuaresmal. Les propongo que partir, de esta entrega, dediquemos un espacio para reflexionar sobre el canto en la liturgia. No hace falta una mirada amplia y exhaustiva para darnos cuenta que en nuestras asambleas litúrgicas el canto representa un gran desafío, por no decir un problema. La realidad es que hoy día se canta de todo, litúrgico y no litúrgico, aprobado y no aprobado.
    Al plantear esta realidad surgen algunas preguntas obligatorias, como: ¿qué tanto conocemos del canto litúrgico? ¿Con cuáles criterios seleccionamos lo que vamos a cantar en la misa? ¿Cómo saber si un canto es litúrgico o no? Intentaremos ofrecer algunos elementos que nos ayuden a aclarar dudas.
    El Misal habla de la importancia del canto, poniéndonos en sintonía con lo que el Concilio Vaticano II, al promover la reforma de la liturgia, propuso. Los padres conciliares le dieron una importancia suma al canto y la música sacra, hasta el punto que le dedicaron el capítulo VI del documento litúrgico, Sacrosanctum Concilium.
    «La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable, que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne. En efecto, el canto sagrado ha sido ensalzado tanto por la Sagrada Escritura como por los Santos Padres y los Romanos Pontífices, los cuales en los últimos tiempos, empezando por San Pío X, han expuesto con mayor precisión la función ministerial de la música sacra en el servicio divino».[1]
    El Concilio vio la urgente necesidad de la formación musical, proponiéndola como prioritaria. Pero la realidad posterior es que pocos sectores han hecho caso a esta ordenanza. «Dese mucha importancia a la enseñanza y a la práctica musical en los seminarios, en los noviciados de religiosos de ambos sexos y en las casas de estudios, así como también en los demás institutos y escuelas católicas; para que se pueda impartir esta enseñanza, fórmense con esmero profesores encargados de la música sacra. Se recomienda, además, que, según las circunstancias, se erijan institutos superiores de música sacra. Dese también una genuina educación litúrgica a los compositores y cantores, en particular a los niños».[2]  
    También ordena el Concilio: «Foméntese con empeño el canto religioso popular, de modo que en los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones litúrgicas, de acuerdo con las normas y prescripciones de las rúbricas, resuenen las voces de los fieles».[3]
    Para poner en práctica la Constitución sobre la sagrada liturgia, Pablo VI instituyó el Consilium, el cual publicó la Instrucción “Musicam sacram” (1967), que nos dice: «La acción litúrgica adquiere una forma más noble cuando se realiza con canto: cada uno de los ministros desempeña su función propia y el pueblo participa en ella. De esta manera, la oración adopta una expresión más penetrante; el misterio de la sagrada liturgia y su carácter jerárquico y comunitario se manifiestan más claramente; mediante la unión de las voces, se llega a una más profunda unión de corazones; desde la belleza de lo sagrado, el espíritu se eleva más fácilmente a lo invisible; en fin, toda la celebración prefigura con más claridad la liturgia santa de la nueva Jerusalén».[4]
    Continuaremos profundizando en el canto en las siguientes entregas. Por ahora les deseamos una buena vivencia cuaresmal. ADH 821.



    [1] SC 112.
    [2] SC 115.
    [3] SC 118.
    [4] MS 5.

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