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    lunes, 4 de febrero de 2019

    Bienaventurados los empobrecidos

    Solidaridad / P. Miguel Angel Gullón, OP 



    Bienaventurados los empobrecidos porque ellos heredarán la tierra

    La solidaridad con los empobrecidos, con el pueblo desposeído injustamente de sus derechos, implica un distanciamiento del poder: es gravísima responsabilidad de la Iglesia aparecer aliada y convergente con los poderosos, en perjuicio y sufrimiento de los débiles, aunque se pretenda justificar con ortodoxias doctrinales o legitimidad institucional. Es ésta una realidad que he aprendido en el proceso de acompañamiento de las personas y familias empobrecidas en El Seybo como el caso de los salvajes desalojos de 80 familias a manos de los fuertemente armados guarda campestres de la protegida Central Romana. La única opción cristiana es estar en la misma lucha que las ultrajadas familias y en contra de la impune empresa. No se puede estar bendiciendo una casa, compartiendo una comida, festejando un éxito, etc., con quienes tienen las manos manchadas con las lágrimas y la sangre de los preferidos de Jesús. En el momento en que se entre en connivencia con los potentados que amasaron su fortuna a costa del sudor mal pagado de tantas personas humildes se es cómplice de su gestión, se está de su lado, se bendice su actuación, se da la espalda a las personas que sufren sus abusos, se llega a formar parte del sistema neoliberal donde sólo importa el capital por encima de la dignidad de la persona.
    La certeza de saber que nuestro compromiso de fe está iluminado por la voluntad de Dios se confirma cuando realmente somos Buena Noticia para el empobrecido desde la calidad de nuestras palabras y el testimonio de vida. Además, debemos ser Buena Noticia no sólo como personas individuales sino dentro de la Iglesia, la cual ha de ser profética, a pesar de las diferentes interpretaciones que se dan de la opción por los empobrecidos. Respecto a la actitud ante ellos caben varias actitudes: quienes optan por ellos, pero sin desempeñar todas las implicaciones reales que conlleva; quienes interpretan la opción en términos políticos de clase; otros miran la opción con escepticismo y siguen su ritmo de trabajo; no faltan también algunos que se oponen radicalmente a la opción, interpretándola como contraria a la universalidad del mensaje evangélico.
    Desde cualesquiera de las actitudes reseñadas se debe anunciar con fuerza y alegría la buena noticia de Jesús. La misión de la Iglesia de América Latina encuentra hoy dos desafíos fundamentales: 1º Evangelizar las culturas en el proceso social de nuestro pueblo creyente y oprimido (EN 20); y 2º Presentar la Palabra de Dios como fuerza de liberación para millones de hermanos nuestros, que se debaten entre la vida y la muerte (EN 38). La solidaridad con los empobrecidos constituye la misión, el servicio y el criterio de credibilidad del Evangelio (LE 8). La reflexión teológica ha de hacerse desde una escucha y mirada atentas a los signos de los tiempos y a las situaciones históricas cambiantes. Porque el concepto de liberación no es un problema académico y abstracto, sino el drama de cada día y de todos los días. Y no sólo se trata del hambre, del dolor, de la muerte, sino también de los mecanismos de dominación y de muerte del sistema. Lo más grave es que estas actuaciones son implementadas y mantenidas por personas y gobiernos que se dicen cristianos.
    Una de las teorías de los neoliberales es que las personas de los países del Sur no son necesarias para el sistema, sólo cuentan para engrosar los datos estadísticos del comercio consumista. Incluso el análisis neoliberal va más allá: las personas son un estorbo que dificulta la expansión desarrollista y mercantilista de las empresas extractivistas. Además, las máquinas desplazan la mano de obra barata, no se enferman, no recurren a la huelga, no son molestosas para el sistema. Con el fin de mantener un régimen político corrupto y deudor del sistema capitalista, se reprime hasta el asesinato. Se utiliza ordinariamente la tortura para obtener información, y se elimina a líderes populares y sindicales, estudiantes e intelectuales comprometidos con las causas del pueblo. Muchos mártires laicos, religiosos y clérigos han ofrecido también de esta manera sus vidas, en aras de la defensa de los derechos de los pobres. Quienes quieren acceder a sus derechos violados y así se manifiestan, son desaparecidos sin ninguna explicación, ni posible apelación a la justicia, por el mismo gobierno. Casos concretos hoy día de esta represión gubernamental y de los grandes emporios comerciales son el asesinato de Berta Cáceres en Honduras, los 34 desaparecidos de Ayotzinapa en México, etc. América Latina es la región más mortal para los activistas de los Derechos Humanos, que han sido asesinados o desaparecidos defendiendo los derechos por la tierra, el medioambiente, las comunidades indígenas, etc. ADH 831.

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