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    sábado, 27 de abril de 2019

    Temor a los truenos y relámpagos

    Temas de Salud | Marcia Castillo 


    Temor a los truenos y relámpagos

    Recuerdo que Mamá se acercó a mí y me rodeó brevemente con sus brazos, sentí que en vez de apaciguar mi miedo lo que buscaba era calmar el de ella, luego se soltó bruscamente y vio mis lágrimas, que eran un llanto sin llanto, porque yo no jipiaba frente a Mamá, no quería avergonzarla, ni quería avergonzarme.  Entonces me dijo:

    - ¿No crees que estás muy grande para temerle a una estúpida tormenta? Ya habrá muchas tormentas en tu vida y esas serán las verdaderas, las irreversibles, guarda tu llanto para cuando lleguen, porque llegarán…
    Salió del aposento sin voltear a verme, se fue a tapar los espejos con las sábanas que más que sábanas parecían trapos, pero eran las que teníamos y apremiaba ahuyentar los relámpagos de casa, porque los relámpagos se ven en los espejos, se buscan hasta que se encuentran y así nacen los rayos. Lejos de casa por el camino que da al mar un rayo cayó dos veces en el mismo lugar, porque no hay sábanas tan grandes que tape el espejo del agua. Mama y yo no compartíamos muchas cosas, pero el temor a los truenos sí, y al menos brevemente eso nos unía.

    El pasaje que acabamos de recrear pertenece al cuento inédito “El espejo del agua” escrito por una servidora, allí vemos plasmado un temor  que no tiene edad, ni tiempo y  que suele manifestarse ante situaciones naturales como los relámpagos o los truenos, claro está que este miedo puede ser  siempre racional o fisiológico, sin embargo existen casos descritos de un temor patológico o sobredimensionado a los mismos, la psiquiatría moderna ha denominado este temor como Astrafobia o también conocida como Brontofobia. Este trastorno particular hace que las noches de tormenta se conviertan en auténticas pesadillas. La Astrafobia suele emerger en la infancia, pero si no es abordada correctamente terminará arraigándose hasta la edad adulta. Las personas que padecen Brontofobia tienden a experimentar un temor irracional e incontrolable hacia los truenos y relámpagos, desarrollando una respuesta de ansiedad intensa cada vez que se ven expuestos a estos agentes de la naturaleza. Estadísticamente ocupa el tercer puesto entre las fobias ordinarias, teniendo una incidencia mundial de un 21%.

    Al igual que el resto de las fobias una manifestación cardinal es el alto nivel de ansiedad en las personas que lo sufren, no obstante, esta sintomatología al igual que en otras afecciones no se expresará en igual en severidad  en  todas las persona, lo que  si está bien establecido como criterio diagnóstico  es que para que un  temor  sea catalogado como fóbico el  individuo deberá presentar al menos una de las tres características establecidas en las fobias: síntomas físicos, síntomas cognitivos y síntomas conductuales.

    Los síntomas físicos son debidos a una hiperactividad del sistema nervioso autónomo experimentados  ante la aparición del estímulo aversivo,  estos son los principales:

    ·       Aumento de la frecuencia cardiaca. Aceleración de la respiración. Sensación de ahogo y falta de aire. Tensión muscular. Aumento de los niveles de sudoración. Cefaleas. Alteraciones y problemas gástricos. Vértigos. Náuseas o vómitos. Desmayos y pérdidas de conciencia.
    Síntomas cognitivos
    ·       Ideas irracionales y creencias distorsionadas acerca del estímulo fóbico. Ideas intrusivas e incontrolables acerca del peligro que suponen las tormentas. Especulaciones obsesivas relacionadas con el estímulo fóbico. Imaginación catastrófica relacionada con este fenómeno meteorológico. Miedo a perder el control y no saber gestionar la situación adecuadamente. Sensación de irrealidad.

     Síntomas conductuales

       En general todas las fobias comparten una serie de síntomas o patrones conductuales que surgen en respuesta al afrontamiento del estímulo fóbico. Estos síntomas conductuales aparecen con el objetivo de evadir la situación temida o de huir cuando el estímulo aversivo ya ha aparecido. Dichas conductas son conocidas como conductas de evitación o de escape. De tal manera se esquiva momentáneamente la experimentación de sentimientos de angustia y ansiedad que generan estas condiciones ambientales en la persona. ADH 832

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