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    miércoles, 12 de febrero de 2020

    El invierno bíblico

    Biblia | P. William Arias 


    El invierno bíblico

    Con este término muchos biblistas categorizan la época de la Iglesia que va desde la Reforma de Martín Lutero y el Concilio de Trento, hasta la constitución "Dei verbum" del Concilio Vaticano II, en lo concerniente al uso de la Biblia en la Iglesia.

    Vale recordar que Lutero y demás reformadores hicieron de la Biblia su estandarte para las reformas que querían impulsar al interior de la Iglesia, podríamos decir que él y ellos en principio tenían buena intención, pero se dejaron arropar por el factor político del momento, que era el hecho de que los príncipes alemanes y jefes de otras regiones de Europa querían independizarse, si así vale el término, de la autoridad y fuerza política que tenía el papado en esos momentos, estamos hablando del siglo XVI dC. En sus postulados teológicos, Lutero va afirmar las famosas cinco solas, en la que está las Sagradas Escrituras como única fuente de revelación, tirará por el piso todo lo concerniente a la Tradición y el Magisterio; al tener su reforma como base principal la Biblia, las Iglesias protestantes resultantes de todo ese movimiento se caracterizarán a lo largo de la historia por su prioridad a la Biblia como fuente y fundamento de la fe cristiana y nada más.

    El Concilio de Trento, que es la respuesta católica al movimiento reformador y es la reforma católica a la fe y a la Iglesia de entonces, reafirmará el uso de la Vulgata para fijación del canon de los libros bíblicos y nada más, pero en su posterior pastoral al Concilio, la Iglesia se alejará de la Biblia y reafirmará el catecismo y las prácticas devocionales y litúrgica para la vivencia de la fe cristiana católica, dando paso al invierno bíblico del cual estamos hablando.

    Tal parece que la Iglesia resultante de estos acontecimientos en el orden pastoral, entendió que poner la Biblia en manos del pueblo de Dios, podría producir una posterior protestantisación de la gente. La Biblia se convirtió en un libro peligroso y había que buscar formas ideológicas que alejaran a la gente del libro sagrado y era lógico ese sentir, pues la bandera protestante era la Biblia.

    Ella fue relegada a las bibliotecas, monasterios y seminarios, asuntos de ilustrados en la fe, no así el pueblo llano y sencillo, cuando este libro fue dado por Dios para todos, pero principalmente para su pueblo.

    Será el siglo XX el comienzo y desarrollo de la primavera bíblica que hoy se vive en parte en la Iglesia, pues todavía hay tenues destellos de invierno. El movimiento bíblico que comenzaron al inicio del siglo pasado algunos teólogos de la Iglesia, alusiones y encíclicas de los Papas, entre la que destaca ´´Divino aflante Espiritu´´ de Pio XII, creación de la Comisión Bíblica Internacional, preparan el camino para la constitución dogmática del Concilio Vaticano II, la ´´Dei verbum´´, donde la Iglesia vuelve a poner la Biblia en manos de la gente, su destinatario el pueblo de Dios y urge a la realización de un apostolado bíblico, que desembocará en una pastoral bíblica, hasta llegar a lo que pretendemos hoy que es una Animación Biblica de la Pastoral, cuyo culmen hasta ahora ha sido el Sínodo sobre la Palabra de Dios en el 2008 y la Exhortación Apostólica post-sinodal ´´Verbum Domini´´ de Benedicto XVI. Pero lo que en verdad atestigua la primavera bíblica que quiere sepultar el invierno bíblico que hemos vivido, es la apertura de la gente ante la Palabra de Dios contenida en las Sagradas Escrituras, su deseo por leerla, conocerla, estudiarla y hacerla vida en sus vidas y en todo lo que hace y realiza la Iglesia. ADH 841

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