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    viernes, 6 de marzo de 2020

    La tragedia de los feminicidios

    Actualidad | Reina Rosario y Avelino Stanley[1]


    La tragedia de los feminicidios en la República Dominicana  

    Los feminicidios se han constituido en una verdadera preocupación para todos los países del mundo. En la última década la situación ha crecido de forma preocupante en América Latina. En la República Dominicana ese fenómeno está causando grandes estragos; hace años que estamos entre los países latinoamericanos que tienen las tasas más altas de feminicidios.

    La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), un organismo de las Naciones Unidas, da unas cifras sombrías: hubo 87,000 mil mujeres asesinadas en el mundo en 2017, la mitad de ellas por gente cercana. En el año 2018 fueron asesinadas 3,529 mujeres en América Latina por razones de género.[2]

    La Procuraduría General de la República Dominicana informó que entre el año 2005 y noviembre de 2019 en el país hubo 1,295 feminicidios. Pero en un período menor la CEPAL afirma que existe una cantidad mayor: “Entre enero de 2010 y septiembre de 2019 ha sumado 1,795 mujeres asesinadas en la República Dominicana[3]. La diferencia tan grande se debe a que las leyes dominicanas solo tipifican como feminicidio los casos ocurridos en el entorno íntimo de la pareja. Y esa manera de cuantificar el fenómeno deviene en un subregistro de los feminicidios.

    La dimensión de la violencia contra la mujer se ve más ampliamente si miramos el fenómeno desde otros ángulos. En 2017 se registraron 59,391 denuncias por violencia de género e intrafamiliar en los tribunales dominicanos. Y fueron emitidas 17,148 órdenes de protección a mujeres. Pero ese año tuvo un saldo de 117 feminicidios. También en 2017 hubo 5,808 denuncias de delitos sexuales[4] contra mujeres.

    Se estima que 2.5 niños y adolescentes quedan huérfanos por cada feminicidio. Esa tasa por la estadística de la CEPAL (1,795 feminicidios en diez años) en ese periodo en el país surgieron 4,485 huérfanos.

    Una de las consecuencias más tristes de los feminicidios es la cantidad de niños y adolescentes que por este drama quedan desamparados. Son huérfanos de madre y también de padre; porque los feminicidas o se suicidan o van a la cárcel a pagar por el crimen. Se estima que 2.5 niños y adolescentes quedan huérfanos por cada feminicidio. Esa tasa por la estadística de la CEPAL (1,795 feminicidios en diez años) ese periodo en el país surgieron 4,485 huérfanos. ¿Y quién se hace cargo de esos menores?

    Muchos creen que las causas de este fenómeno son simples. Pero no; se trata de algo complejo. El flagelo de los feminicidios tiene un origen histórico. Diversos especialistas coinciden en que el mal se debe al predominio de la visión patriarcal que durante miles de años ha existido en el mundo. El patriarcalismo está tan arraigado en las sociedades actuales que se ha convertido en una conducta cultural. Y la cultura es una fuerza central que mueve a los seres humanos. La psicóloga Solángel Alvarado, en un programa de Nuria Piera, afirmó que “El hombre que mata a una mujer ni está enfermo ni es un loco. Ese hombre ejerce el permiso que la cultura le da cuando esa mujer decidió dejarlo, para que ella no pueda estar con otro, por eso la mata y luego, por cobardía, también se mata él.”

    Para bien de todos, el mundo ha comenzado a dejar atrás esa visión. Pero todavía hay hombres que actúan como si fueran dueños de la vida de las mujeres. Esos hombres se separan de las mujeres (dejándoles los hijos) cuando ellos quieren; pero no admiten que las mujeres hagan uso del mismo derecho. Es algo muy típico de sociedades donde todavía existe un desarrollo limitado de la educacion. Y no se trata, como se suele creer, de un fenómeno exclusivo de los menos educados; también es frecuente en hombres educados en las clases sociales media y alta.

    La Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada en 1948 por las Naciones Unidas, en uno de sus considerandos plantea que los pueblos “han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres…”.

    Muchos hacen caso omiso de esa igualdad y actúan como si las mujeres fueran seres inferiores. Por eso la condición de igualdad ha habido que llevarla a una etapa superior que debe regir el vínculo entre los hombres y las mujeres. Es la equidad, una visión que aboga por un trato imparcial entre hombres y mujeres de acuerdo a las necesidades de cada uno. Las Naciones Unidas han planteado que la equidad “implica que los intereses, necesidades y prioridades de mujeres y hombres se toman en cuenta, reconociendo la diversidad de diferentes grupos de mujeres y hombres”.

    El Papa Francisco, en una entrevista ofrecida a Televisa, afirmó que “El mundo sin la mujer no funciona. No porque es la que trae los hijos, dejemos la procreación de lado… Una casa sin la mujer no funciona. Hay una palabra que está por caerse del diccionario, porque todo el mundo le tiene miedo: ternura. Es patrimonio de la mujer.”[5]

    La búsqueda de soluciones a los feminicidios no se le puede dejar exclusivamente a organizaciones de la sociedad civil. Instancias como la CEPAL han alertado sobre el flagelo y la importancia de implementar políticas transversales “para su prevención, reparación y sanción”. Aunque en la República Dominicana es tan elevada la tasa de feminicidios por año todavía las autoridades no se han abocado a elaborar políticas oficiales precisas que enfrenten ese fenómeno con estrategias que lleven a resultados tangibles y firmes.

    La Iglesia Católica, por ser un estamento de tanta incidencia dentro de la sociedad, debe asumir una posición más proactiva frente a este fenómeno. Acciones como cartas pastorales, pronunciamientos permanentes de orientación y cadenas de oraciones pueden ayudar en gran medida para que se comience a enfrentar este mal. Es que, para erradicar definitivamente los feminicidios, hay que enfrentarlo desde la educación. Una educacion que esté basada en los valores humanos, en la ética y la moral, y en una fortaleza espiritual que tenga como supremacía universal la armonía espiritual con Dios.



    [1] Reina Rosario es doctora en historia, catedrática en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC). Tiene varios libros publicados entre ellos Raíces de la identidad dominicana. Avelino Stanley es escritor; ha publicado alrededor de veinte libros, uno de ellos es la novela Tiempo muerto, con la cual obtuvo el Premio Nacional de Novela en 1997.
    [2] https://www.elobservador.com.uy/nota/mas-de-3-500-mujeres-fueron-asesinadas-en-america-latina-en-2018.
    [3] Ver: https://www.diariolibre.com/actualidad/segun-la-cepal-rd-es-el-pais-de-america-latina-con-mas-feminicidios-IG15465490
    [4] Ver: “Las deudas sociales del país con las mujeres”, República Dominicana; Enero, 2019, Intec, Unión Europea y Profamilia, pág. 7.

    [5] Ver: Valentina Alazraki, Vatican News, “En primicia el Papa en Televisa: “El mundo sin la mujer no funciona”, 28 mayo 2019.

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