No es lo mismo ni es igual | Pablo Mella, sj / Instituto
Superior Bonó
Aprender con el Covid-19
Comienza un año escolar junto con un nuevo gobierno.
Pero es la pandemia de la COVID-19 lo que marca todo a escala mundial. Por eso,
se impone que nos preguntemos sobre los desafÃos que plantea la pandemia en el
inicio del año escolar.
La discusión ha girado básicamente en si se debe o no
volver a las aulas. Los posicionamientos al respecto son encontrados, pero
tienen un punto en común. ImplÃcitamente se piensa que si no se pueden abrir
las escuelas se pierde el año escolar y con ello la posibilidad de educar. Este
planteamiento presupone que solo se puede educar si el estudiantado asiste
presencialmente a los planteles. Pero, ¿hasta dónde es verdad esta
presuposición?
El 16 de agosto
pasado el sacerdote historiador y educador Antonio Lluberes planteó en el
periódico Camino algo fundamental para nuestra reflexión. En esta peculiar coyuntura social, Lluberes
nos invitaba a distinguir entre escuela y educación. Asà de sencillo; pero
también asà de profundo. Leamos las palabras de Lluberes: «Me parece que lo
primero a hacer es distinguir entre educación y escuela. Si entendemos por
escuela la edificación fÃsica reconocemos que se hace complicada la solución.
Pero si entendemos que el caso no es tanto la escuela como la educación se hace
más manejable».
A mi parecer,
esta es la principal enseñanza que debemos de aprender en la presente coyuntura.
La escuela no lo es todo en educación; la educación no se agota en la escuela.
Incluso se podrÃa decir que se aprende más fuera que dentro de la escuela. Lo
que pasa es que no estamos acostumbrados a pensar asà ni actuar en consecuencia.
Entendemos que educarse es exactamente lo mismo que «ir a la escuela», cuando
en realidad esto es solo una parte del proceso educativo de un ser humano.
Ciertamente, ir a la escuela es importantÃsimo; pero no agota lo que podemos
hacer para aprender.
Una vez
cambiemos la mentalidad y las prácticas que identifican de manera exclusiva
escuela y educación se nos abrirán muchas posibilidades de acción educativa,
planteándonos nuevas responsabilidades. La cosa no es sencilla ni sucederá de
la noche a la mañana. Como un pequeño comienzo, propongo que reflexionemos en
esta ocasión sobre lo que nos invita a aprender la COVID-19 en clave espiritual.
La
enfermedad como encuentro pedagógico con Dios
Un dato
exegético de los evangelios resulta llamativo. Según los biblistas, casi el 40%
de las escenas en que Jesús actúa tiene que ver con situaciones de enfermedad.
Desde una lectura creyente del texto bÃblico, puede afirmarse que Dios se
acerca de manera privilegiada a nosotros a través de la enfermedad. Por el
contrario, nosotros vemos la enfermedad de manera exclusivamente negativa; de
la enfermedad solo sale la muerte y la destrucción del propio ser. En tiempos
de Jesús inclusive se pensaba que era un castigo de Dios por los pecados
cometidos por la persona o por sus ancestros.
Como los
coterráneos de Jesús, tampoco nosotros reflexionamos espiritualmente sobre la
enfermedad. Sencillamente, la percibimos como enemiga de nuestros proyectos y
como mensajera de la muerte definitiva. Y es comprensible que reaccionemos asÃ,
pues la enfermedad nos limita, nos hiere, nos duele, nos mortifica. Sin
embargo, una perspectiva de fe, fruto del encuentro con el Dios de la vida, nos
cambia la perspectiva de análisis. Entonces, nace otra pregunta que apunta en
una dirección distinta: ¿en qué sentido la enfermedad puede ser amiga de la
vida?
Las exigencias
sanitarias que nos ha planteado la COVID-19 ayudan a responder esta pregunta.
Para exponer la respuesta, hagamos otra pregunta a tono con el inicio del año
escolar, pero que en el fondo se cuestiona por lo mismo: ¿qué nos está
enseñando la COVID-19?
Lo primero que
nos está enseñando la COVID-19 es que toda sociedad propaga la enfermedad que
de algún modo corresponde a sus incoherencias.
La COVID-19 se ha propagado por el mundo por la rapidez de los contactos
que permiten los nuevos medios de transporte acelerados por la globalización de
la economÃa. Si en la Antigüedad los virus se movÃan a caballo, hoy se
transportan en aviones. Más rápido se ha transportado el miedo patológico que
produce la pandemia gracias a la velocidad de las comunicaciones electrónicas y
a la mala calidad de las informaciones que circulan sin control. Junto a la
pandemia de la COVID existe una «infodemia» quizá más dañina que la misma
pandemia. Una primera tarea que la educación de la COVID nos deja es aprender a
relacionarnos libre y crÃticamente con las redes sociales que mezclan
indiscriminadamente falsedades con verdades, llegando en ocasiones a
desinformar más que a informar.
En segundo
lugar, esta enfermedad, propia de la sociedad global del siglo XXI, nos ha
enseñado las consecuencias nefastas de un Estado debilitado por ponerse al
servicio del gran capital o de la geopolÃtica. Muchas de las desgracias que se
han ocasionado tienen que ver con la incapacidad de los sistemas de salud
privatizados para responder a las necesidades de las personas. Igualmente, la
presión de la economÃa ha acelerado el proceso de apertura de ciertos espacios
públicos que debÃan permanecer cerrados. Ahora bien, las presiones al Estado no
han sido solo de tipo económico. Los mismos intereses polÃticos han afectado
ciertas decisiones, como la de autorizar campañas polÃticas con aglomeración de
personas o acaparar la distribución de determinados implementos de salud.
En tercer
lugar, la COVID nos ha sensibilizado para defender un medio ambiente más sano. No
todo alimento es sano. Además, lanza la pregunta por el modelo de ciudad que
prevalece hoy dÃa, la cual es fruto a su vez de una transformación de la
economÃa que ha hecho prácticamente inviable la vida en el campo. Sin espacios
amplios para caminar, al aire libre, los cuerpos humanos se ven expuestos a
cargas virales y ansiedades que no tienen condiciones de enfrentar.
En cuarto
lugar, este maestro insigne que es la COVID-19 nos está alertando sobre el
poder que tienen las multinacionales farmacéuticas. La especulación con la salud
de las personas para ganar dinero muestra su rostro más cruel en momentos como
este. En contrapartida, va quedando cada vez más claro la importancia que
tienen los seguros de salud cooperativos para garantizar la sostenibilidad
financiera de las investigaciones farmacológicas y para que en principio todo
el mundo tenga acceso a sus descubrimientos.
En quinto lugar,
la COVID nos ha enseñado la grandeza que se oculta en la mayorÃa de las cosas
pequeñas que sirven de base a la vida. Ahora se valora como nunca un abrazo, el
encuentro sencillo entre amigos, el trabajo de quien recoge la basura, los
riesgos que corren quienes distribuyen bienes a domicilio, el trabajo
silencioso de enfermeras y enfermeros, la limpieza que garantizan quienes
barren nuestras calles.
Dios, amigo de
la vida, se asoma a nuestras conciencias en este mundo amenazado por la
enfermedad. Nos está enseñando que las cosas más importantes para la vida no
brillan en las redes sociales; son las que tienen que ver con el trato
cuidadoso de unos con otros. Educarse no es otra cosa que aprender lo
fundamental para una vida verdaderamente humana y eso se puede lograr más allá
de la escuela.
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