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    miércoles, 23 de septiembre de 2020

    Escuchar para entender

    Para vivir mejor | Dra. Miguelina Justo


     

    Escuchar para entender

     

    Antón Chejov fue un prolífico autor ruso, nacido en el 1860, médico de profesión, quien supo retratar, como pocos, el alma humana.   Escribió cientos de relatos y exquisitas obras teatrales donde exhibió la gran sensibilidad que le permitió navegar entre lo cómico y lo trágico, entre lo cotidiano y lo trascendente. 

    Chejov era capaz de comunicar lo que pasaba desapercibido, parecía escuchar el dolor de la gente de su tiempo, el grito de injusticia y de incomprensión, tal lo demuestra uno de sus cuentos más emotivos:  La tristeza. En este texto, el autor parece hacer estudio sobre los obstáculos para la escucha.  Chejov narra un día en la vida de Yona, un envejecido cochero, que espera sin esperanza algo de trabajo, al tiempo que la nieve cubre su cuerpo entumecido y el de su caballo.  Afirma que ambos han sido arrancados de la vida campestre y arrojados al infierno de la ciudad.  La soledad parece acompañarlos.

    Yona logra conseguir, apenas dos servicios.  Intenta conversar con sus pasajeros, quiere contarles que algo terrible le ha sucedido. Su hijo, su único hijo, ha muerto hacía solo unos pocos días y no había hallado con quien compartir la pena que le inunda el corazón, perturba sus pensamientos y entorpece su cuerpo.   Nadie le escucha.

    Analizando el relato, es posible identificar cuáles elementos imposibilita se produzca este espacio de conexión humana, que hace que Yona termine desahogándose hablando con su caballo.  

    De acuerdo a Chejov, la prisa es una gran enemiga de la escucha.  Las responsabilidades de la vida moderna parecen imponer un ritmo que termina deshumanizando las interacciones.  Prisa por llegar, prisa por hacer, no hay tiempo para estar ni para ser.  ¡Qué bueno sería detenerse un momento! Este espacio, este tiempo crearía las condiciones para que los tantos Yonas que se cruzan por nuestra vida encuentren un oído y un corazón que les escuche y, sobre todo, que les entienda.

    En ocasiones las personas escuchan las palabras, mas no las emociones que las acompañan, y esto produce una sensación inmensa de desamparo, de soledad, de ruptura en el necesitado.  Eso fue justo lo que le sucedió a los pasajeros de Yona.  Uno de sus ellos le preguntó con más curiosidad que interés si era casado, el viejo cochero responde: “No, no tengo a nadie… Solo me espera la sepultura… Mi hijo ha muerto; pero a mí la muerte no me quiere. Se ha equivocado, y en lugar de cargar conmigo ha cargado con mi hijo.”  Un “por fin, hemos llegado” fue la respuesta ante estas palabras que desbordan desesperanza y dolor. ¿Cuántas veces sucederá lo mismo a lo largo de la vida de millones de personas alrededor del mundo?  Las emociones van al aire junto con las palabras y nadie parece escucharlas.  Se escucha el “déjame, no me molestes”, del adolescente airado, pero no su miedo y su soledad.  Las relaciones humanas se transformarían si se escuchara la emoción que acompaña la palabra, para descubrir lo que se intenta comunicar y que no pocas veces queda desfigurado entre gritos y silencios. 

    El minimizar el dolor ajeno, el trivializar su experiencia, constituye, sin duda, un gran obstáculo para esta escucha acorazonada, Chejov lo sabía.   Cuando Yona le comenta a uno de sus pasajeros sobre la muerte de su hijo, este responde exclamando: “¡Todos nos hemos de morir!” Bien lo afirma la sabiduría popular “Mal de muchos, consuelo de tontos”.  El hecho de que algún evento sea común no lo banaliza.  El no ofrecer validación al que habla lo aleja aún más de la experiencia de consuelo que necesita.  ¡Qué pena que se confunda esto con la conmiseración inutiliza!  

    Otro elemento que Chejov presenta como un gran obstáculo para la escucha es el centrarse en las propias necesidades.  Yona regresa al lugar donde duerme, una habitación repleta de cocheros, los cuales intentaban descansar acostados sobre el suelo o en bancos, y ahí trató de hablar con uno de sus compañeros, un joven cochero.  Le dice que su hijo había muerto, pero este permanece impasible.  Tiene sueño, así que cubre su cabeza con la manta y vuelve a dormir.   Su propia carencia, pareció dificultar que contemplara la necesidad de Yona.  Sus pasajeros se comportaron de igual manera.  Querían les llevara a algún lugar, para ello lo emplearon, los ojos en la meta les hizo pasar por alto la necesidad de escucha de Yona.  ¿Cuáles serán las metas personales que parecen desplazar las penurias de los demás?

    El famoso psicólogo estadounidense Carl Rogers reconocía que el atender y comprender lo que siente el otro puede liberar poderosas fuerzas de cambio en su modo de ser y actuar. Consideraba a la escucha comprensiva su arma más poderosa (Rogers, 1961).  Estudios más recientes verifican su importancia en la educación (Sañudo y Susinos, 2018), la práctica de la medicina (Halpern, 2007) e incluso las ventas (Anaza, Inyang y Saavedra, 2018).

    La escena que concluye el relato de La tristeza, es una dura crítica a la capacidad de escucha de los seres humanos.  ¡Un caballo pudo escuchar a quien los hombres ignoraron!  Chejov, en su infinita generosidad, se apiada de los seres supremos de la Tierra y escribe lo que parecen ser pautas para la escucha dándole voz a los deseos de Yona:“¡Qué no daría él por encontrar alguien que se prestase a escucharlo, sacudiendo compasivamente la cabeza, suspirando, compadeciéndolo!”.  El inmortal autor ruso parece sugerir que conviene:

    1.   Escuchar las palabras: “que se prestase a escucharlo”

    2.   Mostrar que se escucha: “sacudiendo compasivamente la cabeza”

    3.   Conectar con la emoción: “suspirando, compadeciéndolo”.

     

    Tres pasos sencillos, sin artificios, pero sin duda nada simples, porque para seguirlos habrá que dejar espacio y tiempo para el otro, y eso significa pausar, dejarse conmover, considerar la perspectiva del otro y sus necesidades.  ¡Ojalá asumamos el reto, ya Chejov nos marcó la ruta! Yona nos espera. ADH 848

     

     

    Referencias 

    Anaza, N., Inyang, A. y Saavedra, J. (2018), "Empathy and affect in B2B salesperson performance", Journal of Business & Industrial Marketing, Vol. 33 No. 1, pp. 29-41. https://doi.org/10.1108/JBIM-05-2016-0103

    Chejov, A. (s. f.).  La tristeza.  Biblioteca Digital Ciudad Seva.  https://ciudadseva.com/texto/la-tristeza/

    Halpern, J. (2007). Empathy and Patient–Physician Conflicts. J GEN INTERN MED 22, 696–700 https://doi.org/10.1007/s11606-006-0102-3

    Rogers, C. (1961).  On becoming a person.  http://freebookbrowser.com/english/Psychology,%20Psychotherapy%20&%20Counselling/Psychotherapy%20&%20Counselling/Carl%20Rogers/Carl%20Rogers%20On%20Becoming%20a%20Person%20%281961%29.pdf

    Sañudo, M. y Susinos, T. (2018).  ¿Quién toma la palabra en la escuela?, ¿quién escucha? Preguntas pertinentes desde la práctica reflexiva. Revista Latinoamericana de Educación Inclusiva, 12(1), 74-94.  https://doi.org/10.4067/S0718-73782018000100006

     

     

    Pie de la fotografía que sugiero acompañe al texto:  Retrato de Anton Chejov realizado por Osip Braz en el 1898.

     

     

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