Desde los tejados | Manuel Maza, SJ. mmaza@pucmm.edu.do
Los últimos son primeros
Las primeras comunidades cristianas no cesaban de
admirarse de su situación dichosa. Por un lado, durante más de dieciocho
siglos, el pueblo de Abraham había soportado la larga marcha a través de una
historia de opresión, invasiones y violencias.
Los judíos esperaban al Mesías salvador desde los
tiempos de David, diez siglos antes de Cristo. Por otro lado, muchos de los
primeros cristianos provenían del mundo griego. ¡Ni siquiera eran judíos y
habían sido agraciados con la salvación que trajo Jesús de Nazaret! La
salvación del Mesías llegó por igual a los sufridos israelitas y a los no
judíos de la última hora.
¿Acaso Dios fue injusto con Israel? Jesús lo aclara
con una parábola en el Evangelio de hoy (Mateo 20, 1 – 16). Un patrono contrata
a unos trabajadores al amanecer. Se ajustan a un denario por jornada. Durante
el día, el dueño de la finca sigue contratando, incluso cuando ya el sol va
cayendo. Al pagar, empieza por los últimos, ellos reciben un denario. Los que
empezaron a trabajar al amanecer se quejan, alegando que soportaron todo el
calor de la jornada. ¡El patrón ha igualado el trabajo de los últimos al de los
primeros! Pero el patrón les recuerda: “¿No nos ajustamos en un denario? Toma
lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti.”
Respecto de Jesús de Nazaret, en nuestra Iglesia hay
dos tipos de cristianos. Unos vienen de familias creyentes, y otros recién lo
descubrieron. ¿Consideraremos con envidia a estos cristianos de última hora?
Jesús nos invita a alegrarnos con ellos de la generosidad de Dios. Ellos no son
un motivo de queja, sino una invitación a confiar en la lealtad generosa de
Dios. Últimos y primeros creemos en el mismo Mesías cuya generosidad no cesará
de sorprendernos.
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