Comentario | Mª Guadalupe labrador Encinas fmmdp/Fe
Adulta
Un Evangelio que nos
confronta con la verdad
Estamos hoy frente a un texto evangélico muy conocido
y citado. A la vez, y más allá de cómo se ha interpretado muchas veces, estamos
ante un texto sugerente y profundo, que nos puede interpelar si dejamos a un
lado ideas preconcebidas o tantas veces repetidas.
Al leer con atención los primeros párrafos de este
evangelio, en estos tiempos que corren, es posible que encuentre eco en
nosotros una palabra, una realidad, que muchas veces ha pasado desapercibida.
En estas lÃneas se habla de la VERDAD, de lo que realmente es verdadero, de las
intenciones profundas y del uso que hacen de la verdad estos personajes. Se
habla de cómo fariseos y herodianos, que defienden “verdades” distintas frente
al tema del tributo al César, la disimulan, la sacrifican, la someten a
tejemanejes poco honestos buscando solo perjudicar a Jesús. Le presentan como
búsqueda de la verdad lo que no tiene nada que ver con ella.
Esto que pasaba hace veinte siglos, ¿no nos recuerda
muchas realidades actuales? ¿Es, nuestra sociedad, una sociedad sensible a la
verdad? ¿No es común en nuestros medios de comunicación relativizar, ignorar e
incluso falsear la verdad para que una noticia venda, se haga viral en las
redes o perjudique al adversario? No hace falta ser muy crÃticos para poner
ejemplos de estos casos. Y si damos un paso más, personalmente ¿no hemos
sacrificado nunca la verdad, o la hemos callado para lograr algo, para
perjudicar a un adversario o para otros muchos intereses?
¿Somos de los que descubren y desenmascaran la
mentira, como Jesús, o de los que pactan y se callan ante ella? ¿Damos valor a
la verdad o es tan solo una moneda de cambio frente a otros valores?
Sin creérselo quizá del todo o sin pretender
valorarle, sino solo adularle, los fariseos le dicen a Jesús “sabemos que eres
sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te
importe nadie…” Reconocen en él a una persona sincera, fiel a la verdad y por
ello libre. Seguro que recordamos lo que el evangelio de Juan pone en boca de
Jesús “la verdad os hará libres” (Jn 8, 32) o “Yo he venido al mundo; para ser
testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.” (Jn 18, 37)
¿Somos personas libres? ¿Buscamos y escuchamos la
verdad, a Aquel que es la verdad? ¿No intentamos muchas veces recorrer caminos
de libertad que transitan muy lejos de la verdad?
Desde esta introducción, en la que Jesús desenmascara
la falsedad e hipocresÃa de los fariseos y verbaliza que conoce sus intenciones
pretendidamente ocultas, escuchamos la pregunta planteada: ¿Es lÃcito pagar
impuesto al César o no?
El tema era muy serio en tiempos de Jesús. Va más allá
de pagar el impuesto o no. Plantea una concepción de la vida que tiene que ver
con ser libres o esclavos. Son el pueblo de Israel, pueblo elegido por Dios
¿cómo se van a someter al César?
Jesús, en su respuesta sigue desenmascarando la
mentira e hipocresÃa de los que le tienden la trampa, al pedirles la moneda.
Todos llevan en el bolsillo el denario, la moneda que es el sueldo diario con
el que cubren sus necesidades. Todos la están usando a pesar de que su imagen
sea del “César”. De hecho han aceptado la moneda del César para poder vivir. Y
aquà nos deslumbra la palabra de Jesús: “Pues, si es asÃ, si tenéis lo que es
del César “devolverle” al César lo que es suyo” (el verbo que usa el evangelio
(apodidômi), no significa “dar” sino “devolver”. El que han empleado los
fariseos (dÃdomi) si significa “dar”) Una clave interesante.
Pero Jesús continúa dándole a la respuesta una
profundidad que sus adversarios no esperaban y contestando a lo que no han
preguntado. “Y a Dios lo que es de Dios” ¿Qué es de Dios? Para los judÃos, como
para nosotros, todo es de Dios. Si la moneda tiene la imagen del César, toda
persona humana es en sà misma imagen de Dios, como hijos e hijas suyas. Y desde
esa realidad surge todo en nuestra vida. Por tanto no se trata de repartir, de
hacer proporciones y equilibrios de hasta dónde y cuanto tengo que dar… Jesús
no pone en el mismo plano a Dios y al César, a tantos césares a los que pagamos
tributo, de los que nos hacemos súbditos…
Sugiero que, para descubrir toda la fuerza de esta
frase tan controvertida y de la que se han sacado todo tipo de conclusiones, la
formulemos al revés: “Dadle a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del
César”. Jesús deja claro que toda realidad y respuesta parte de esta realidad:
Todo lo hemos recibido como hijos e hijas de Dios. Y todo lo que compartamos
con nuestros hermanos y hermanas, lo estamos compartiendo con Él. Este es el
gran cambio social, el camino que traerá una auténtica revolución. Si le damos
a Dios lo que es de Dios, veremos con más claridad si hay que pagar impuestos,
a quien, cómo y cuando. Siempre, desde nuestra pertenencia a Él como sus hijos
e hijas.
Mª Guadalupe labrador Encinas fmmdp
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