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    martes, 22 de diciembre de 2020

    Jesús: su relación con su Padre

    Espiritualidad del Corazón | Mons. Valentín Reynoso (Plinio)

     


    Jesús en su relación con su Padre

    La contemplación del Corazón de Jesús nos ayuda a descubrir cuatro dimensiones de su Corazón que iluminan nuestra búsqueda y nuestra aspiración de llegar a tener un corazón semejante al Corazón de Jesús. En Jesús encontramos:


        La primera dimensión revela que Jesús tiene un Cora­zón de hijo

    En los Evangelios, Jesús se presenta como el Hijo enviado por el Padre, que viene a cumplir la promesa del Padre. San Pablo subraya la llegada de Jesús, diciendo que: "al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo... para que recibiéramos la filiación adoptiva" (Gal. 4,4-5).

    La Filiación de Jesús es un punto central en el evangelio de Juan que escribe algunas de las señales de Jesús para que "creyéramos que Jesús es el Cristo", el Hijo que tenía a Dios como su Abba, o sea, su querido papá y vivía en una relación de Hijo-Padre.

    Este sentido de filiación fue lo que dio plenitud a su corazón humano y su conciencia de hijo determinó todo su comportamiento: fue su secreto y el gozo interior de su corazón. En los evangelios aparece 170 veces la palabra padre en boca de Jesús, refiriéndose a Dios. En la oración, Jesús habla de Dios como un niño que se dirige a su padre, con sencillez, con confianza, en intimidad, en actitud de abandono y obediencia.

    Jesús posee un conocimiento pleno de Sí mismo y de su Padre, tal como aparece en su oración de alabanza al Padre por su revelación a los sencillos: " Te alabo, Padre... nadie conoce al Hijo sino el Padre, nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera dárselo a conocer" (Mt 11, 25-27). En este texto se ve clarísimo que hay un conocimiento mutuo entre el Padre y el Hijo, que viven en intimidad con su Padre. Su experiencia de Hijo del Padre fue lo que dio sentido y objetivo a la vida de Jesús.

    En la medida en que El descubre la bondad y la misericordia del corazón de su Padre, siente la necesidad de vivir como Él, amando, acogiendo, perdonando, sirviendo, curando a los enfermos, expulsando demonios y devolviendo a todos la alegría y la paz.

    Jesús llevó en su corazón el espíritu de Dios que le movió a vivir como Hijo, experimentando a Dios como su Padre y convirtiendo toda su vida en una respuesta al amor de su Padre.

     

        Un Corazón obediente describe la segunda dimensión

    El Corazón del Hijo no sólo hizo actos de obediencia al Padre, sino que vivió en una entrega de sí mismo a la voluntad del Padre. La obediencia fue una actitud básica de Jesús, una dimensión de su corazón. Jesús es el Nuevo Adán que llevó la ley dentro de su corazón: "dentro de mi corazón está la Ley" (Sal. 40,7-9), para apreciarla, para meditarla, para vivirla, y la ley consiste en vivir en obediencia a su Padre.

    La obediencia de Jesús es la fuente de nuestra redención, porque por su obediencia, todos nosotros hemos sido justificados (cf. Rom 5,19). La obediencia está relacionada con el sacrificio espiritual que consiste en la oblación de sí mismo a Dios como sacrificio de expiación. Jesús tomó su condición de siervo "obediente hasta la muerte en la cruz" (Fil.2, 7-8).

    Su misión como siervo fiel fue hacer la voluntad de su Padre y su alimento consistió en hacer la voluntad de aquél que le envió (cf. Jn. 4,34). La voluntad del Padre se le fue manifestando a través de personas a las cuales vivía sujeto (cf. Le. 2,51), hechos, instituciones, escritos, autoridades humanas... que fueron preparando y fortaleciendo su espíritu para que, al llegar el momento del Getsemaní, tomara el cáliz de la pasión y se abandonase en las manos de Dios: "Padre, si quieres, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22, 42). Jesús vivió en obediencia total a su Padre, pues "aun siendo Hijo, aprendió a obedecer" (Heb 5,8). Como Hijo conoció al Padre y su voluntad: "Yo y el Padre somos uno" (Jn 10,3). Su vida entera fue una plena adhesión a la voluntad del Padre, hablando las palabras del Padre, haciendo las obras del Padre... y todo cuanto realizaba lo hacía en nombre de su Padre.

     

        Un Corazón para el reino y para los pobres

    La predicación de Jesús está centrada en el Reino del Padre, reino que está cerca y exige la conversión del corazón y creer en el Evangelio (cf. Me. 1,15). El mensaje de Jesús es la Buena Nueva del reino de Dios, que se ha hecho presente con la llegada de Jesús que nos invita a participar del reino (cf. el Banquete Nupcial, Mt.22,1-13).

    En las parábolas, las obras y el mensaje de Jesús, el reino es como la semilla, la cizaña, el grano de mostaza, la levadura, el tesoro, la perla, lo nuevo y lo viejo, la red (cf. Mt. 13,1-52). Las obras de Jesús demuestran que el reino ha llegado a los hombres pues ahora: expulsa demonios, los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los hambrientos son saciados, los pecadores son perdonados; come con los excluidos de la sociedad, habla con autoridad, El es el Señor del Sábado. Estas señales son el cumplimiento de "los cielos nuevos y la tierra nueva"(Is.65,17 y 66,22) a los cuales alude Apocalipsis 21,1).

    La entrada al reino requiere un cambio interior que conlleva la transformación del corazón y una nueva actitud hacia Dios como Padre y hacia nuestro prójimo como hermano, de desprendimiento frente a las cosas materiales y una inversión de los valores en la que" los pobres de espíritu" son los bienaventurados (cf Mt. 5,3).

    En la vida, las palabras y las obras de Jesús, el Reino aparece como el centro de las preocupaciones de su corazón. La Iglesia, signo e instrumento del mundo nuevo, que trae consigo el cambio interior exigido por el reino, es signo de la vida nueva que nos viene de la Resurrección. Es el instrumento para continuar la misión de ser fermento de verdad, de unidad y de servicio, para renovar todas las cosas por el perdón, la sanación, la unidad y la paz, tal como lo hizo Jesús.

     

        Un Corazón lleno de amor, reflejo del corazón de su Padre

    Una cuarta dimensión del Corazón de Jesús es el amor a su Padre que El experimentó como una fuerza interior que llenó su corazón y le movió a vivir según la voluntad de su Padre. Para Jesús el amor fue, a la vez, su norma, mandamiento, actitud y su camino de vida. ADH 851


     



     

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