La Familia | Padre Alfredo de la Cruz Baldera
La vocación y el papel
de la familia fundada en el amor y abierta a la vida
En tiempos atrás para la familia era un honor
tener entre sus hijos un maestro, un médico o un sacerdote. La familia de hoy
en cambio, motiva a sus hijos a elegir una carrera de futuro, entendiendo
“carrera de futuro” aquella que le garantice un futuro estable tanto a nivel
económico como social.
En una buena familia católica sigue siendo una
aspiración tener un miembro que opte por la vida consagrada, religioso o
sacerdote. Sin embargo, en medio de una sociedad consumista, no es de extrañar
que, incluso en algunas familias católicas, suene como algo raro cuando un hijo
o una hija le habla de ser llamado por Dios para consagrarse a Él, por medio de
la vida sacerdotal o religiosa.
Al hablar de la vocación y familia debemos partir
de la familia real, no de la familia ideal. Si nos centramos en la familia
ideal, encontraremos pocas familias que cumplan con tal perfil. Más bien nos fijamos
en la familia real, que vive y crece en la fe confrontando todas las dificultades
de la cultura moderna y a la vez viviendo el gozo, la felicidad de cada momento
que le brinda esa misma sociedad. Como cristianos sabemos que el ideal de
perfección, “sean perfectos” (Mt. 5, 48) más que una realidad es un objetivo
que nos motiva a no quedarnos en los asuntos cotidianos y comunes, sino a
dirigir nuestra mirada hacia lo transcendental. Es en la familia común y
corriente, incluso de bajo perfil socioeconómico, donde comúnmente vemos surgir
grandes hombres y mujeres que se entregan a la Iglesia.
Sin embargo, no se puede limitar el llamado vocacional a la situación familiar, porque Dios llama a quien quiere sin fijarse en la condición de quien es llamado
En la formación de nuestros consagrados se insiste, y creo que es correcto, en la procedencia de la Familia del candidato, se busca que vengan de familias estables y de buena práctica religiosa, sin embargo, no se puede limitar el llamado vocacional a la situación familiar, porque Dios llama a quien quiere sin fijarse en la condición de quien es llamado (1 Samuel 16,7). Cierto es que una familia que vive la fe, es el terreno más fecundo para que surjan y crezcan las vocaciones, no sólo a la vida consagrada, sino también a todas las profesiones existentes.
Primera entrega de un artículo más extenso del autor, publicado en el semanario católico Camino.
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