OPINIÓN | Fernando Chica
Tres encíclicas, tres relaciones
Desde que fuera elegido Sumo Pontífice, en el año
2013, Francisco ha publicado tres encíclicas: Lumen fidei (2013), sobre la fe;
Laudato Si’ (2015), sobre el cuidado de la casa común; y Fratelli tutti (2020),
sobre la fraternidad y la amistad social. Pienso que puede ser útil detenernos
a hacer una lectura combinada de estos tres escritos del Santo Padre, trazando
un cierto hilo conductor entre ellos. Esto nos permitirá aclarar cómo podemos
mejorar nuestras relaciones con Dios, con la creación y con los demás.
La relación con Dios, el Creador
Ya desde su mismo título, la encíclica Lumen Fidei
(en adelante, LF) busca “recuperar el carácter luminoso propio de la fe” (LF
4), recordando que “la fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y
nos revela su amor” (LF 4). En realidad, “la fe es la respuesta a una Palabra
que interpela personalmente, a un Tú que nos llama por nuestro nombre” (LF 8).
Es claro que “Dios no se puede reducir a un objeto. Él es Sujeto que se deja
conocer y se manifiesta en la relación de persona a persona” (LF 36).
Ahora bien, “quien recibe la fe descubre que las
dimensiones de su ‘yo’ se ensanchan, y entabla nuevas relaciones que enriquecen
la vida” (LF 39). Por eso “la fe no es únicamente una opción individual que se
hace en la intimidad del creyente, no es una relación exclusiva entre el ‘yo’
del fiel y el ‘Tú’ divino, entre un sujeto autónomo y Dios. Por su misma
naturaleza, se abre al ‘nosotros’, se da siempre dentro de la comunión de la
Iglesia” (LF 39). Es decir, que, “en la fe, el ‘yo’ del creyente se ensancha
para ser habitado por Otro, para vivir en Otro, y así su vida se hace más
grande en el Amor” (LF 21).
Al ensancharse, “la fe se muestra universal,
católica, porque su luz crece para iluminar todo el cosmos y toda la historia”
(LF 48). “No se trata solo de una solidez interior, una convicción firme del
creyente; la fe ilumina también las relaciones humanas” (LF 50), “ilumina todas
las relaciones sociales” (LF 54) y la misma “vida en sociedad” (LF 55).
Desde aquí es fácil ver la conexión con las otras
dos encíclicas. Por un lado, la historia de la Modernidad nos ha mostrado que
intentar construir la fraternidad “sin referencia a un Padre común como
fundamento último, no logra subsistir. Es necesario volver a la verdadera raíz
de la fraternidad” (LF 54). Por otro lado, la fe, al revelarnos el amor de
Dios, “nos hace respetar más la naturaleza, pues nos hace reconocer en ella una
gramática escrita por él y una morada que nos ha confiado para cultivarla y
salvaguardarla” (LF 55).
La relación con la casa común, la Creación
Una de las convicciones centrales de la encíclica
Laudato Si’ (en adelante, LS) es que “todo está relacionado, y que el auténtico
cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es
inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás” (LS 70).
En otro momento, vuelve el Papa sobre este argumento indicando: “Todo está
relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas
en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a
cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano
sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra” (LS 92).
Por eso “el descuido en el empeño de cultivar y mantener
una relación adecuada con el vecino, hacia el cual tengo el deber del cuidado y
de la custodia, destruye mi relación interior conmigo mismo, con los demás, con
Dios y con la tierra. Cuando todas estas relaciones son descuidadas, cuando la
justicia ya no habita en la tierra, la Biblia nos dice que toda la vida está en
peligro” (LS 70). Dicho ahora en positivo, esto “implica una relación de
reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza” (LS 67). Pero,
por lo mismo, necesitamos recuperar “una sana relación con lo creado como una
dimensión de la conversión íntegra de la persona” (LS 218).
Así, Su Santidad invita “a todos los cristianos a
explicitar esta dimensión de su conversión, permitiendo que la fuerza y la luz
de la gracia recibida se explayen también en su relación con las demás
criaturas y con el mundo que los rodea, y provoque esa sublime fraternidad con
todo lo creado” (LS 221). Y es que “no habrá una nueva relación con la
naturaleza sin un nuevo ser humano” (LS 118). Dicho de otro modo: “no podemos
pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente sin sanar
todas las relaciones básicas del ser humano” (LS 119).
Las relaciones de fraternidad, las criaturas
La encíclica Fratelli Tutti (en adelante, FT)
quiere impulsar una “fraternidad abierta, que permita reconocer, valorar y amar
a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo
donde haya nacido o donde habite” (FT 1). Por eso, dice el Papa, “no puedo reducir
mi vida a la relación con un pequeño grupo, ni siquiera a mi propia familia,
porque es imposible entenderme sin un tejido más amplio de relaciones: no solo
el actual sino también el que me precede y me fue configurando a lo largo de mi
vida. Mi relación con una persona que aprecio no puede ignorar que esa persona
no vive solo por su relación conmigo, ni yo vivo solo por mi referencia a ella.
Nuestra relación, si es sana y verdadera, nos abre a los otros que nos amplían
y enriquecen” (FT 89).
De aquí se sigue que, de acuerdo con la visión
cristiana, “el amor no solo se expresa en relaciones íntimas y cercanas, sino
también en las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y
políticas” (FT 181). Dos concreciones son la amabilidad y la solidaridad.
Escuchemos al Sucesor de Pedro cuando afirma: “El cultivo de la amabilidad no
es un detalle menor ni una actitud superficial o burguesa. Puesto que supone
valoración y respeto, cuando se hace cultura en una sociedad transfigura
profundamente el estilo de vida, las relaciones sociales, el modo de debatir y
de confrontar ideas” (FT 224). Por otro lado, la solidaridad significa “luchar
contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de
trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y
laborales” (FT 116).
Un aspecto de la mirada católica al mundo es la
opción preferencial por los pobres. Así, procurar “la amistad social no implica
solamente el acercamiento entre grupos sociales distanciados a partir de algún
período conflictivo de la historia, sino también la búsqueda de un reencuentro
con los sectores más empobrecidos y vulnerables” (FT 233). “Por consiguiente,
un pacto social realista e inclusivo debe ser también un ‘pacto cultural’, que
respete y asuma las diversas cosmovisiones, culturas o estilos de vida que
coexisten en la sociedad” (FT 219).
Conclusión
En resumen, las tres encíclicas convergen en
subrayar que “para una adecuada relación con el mundo creado no hace falta
debilitar la dimensión social del ser humano y tampoco su dimensión
trascendente, su apertura al ‘Tú’ divino. Porque no se puede proponer una
relación con el ambiente aislada de la relación con las demás personas y con
Dios” (LS 119). La misma Biblia nos muestra “que la existencia humana se basa
en tres relaciones fundamentales estrechamente conectadas: la relación con
Dios, con el prójimo y con la tierra” (LS 66). Ojalá que nunca lo olvidemos.
Por Fernando Chica Arellano
Observador Permanente de la Santa Sede ante
la FAO, el FIDA y el PMA
Publicado en el Semanario La Verdad de la
diócesis de Pamplona-Tudela
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