Para vivir mejor | Dra. Miguelina Justo
El amor, más allá de
un sentimiento
(…) una mujer y un hombre
más bellos en el otro ocupan su lugar en la tierra.
Juan Gelman
Definir el amor es una tarea
difícil, compleja. Se le ha entendido frecuentemente como un sentimiento
poderoso, cuya expresión y comprensión se ven afectadas por los contextos
sociales e históricos que rodean al ser humano. Posturas extremas lo
asocian al placer, al disfrute, y, en contraste, al dolor y al sufrimiento.
Una serie de conductas e intrincadas dinámicas se desprenden de estas dos
perspectivas.
Te amo en cuanto me
hagas feliz
Al entender el amor como un
sentimiento necesariamente placentero, parece que se confunde a menudo con una
emoción, es decir, una sensación corporal, efímera, asociada a un estímulo
externo. Mientras se experimenten mariposas en el estómago el amor estará
presente, junto con la risa y el abrazo. El amor así entendido es una expresión
más del hedonismo, que busca todo y sobre todo el placer, y que considera al
otro como un medio, alguien que sirve tanto cuanto facilite la consecución de
este fin.
Te amo, aunque me
duela
Por otro lado, hay quienes
entienden el amor como una entrega dolorosa, perspectiva potencialmente
destructiva. Desde el miedo a perder el ser amado, la persona que así
dice amar corre el riesgo de convertir la relación en un lazo insano de
dependencia, en el cual, de una manera soslayada, se ofrece el sacrificio a la
persona endiosada para que esta devuelva tiempo y atención. El egoísmo y
la culpa se disfrazan de amor, domina la necesidad de ser necesitado y la
dificultad a dejar ser y hacer al otro.
En estas dos maneras de entender
el amor domina la carencia: amo para que me hagan feliz, amor para dar
felicidad, aún a costa de la mía y del bienestar de quien supuestamente
amo.
Hay relaciones que terminan antes
de empezar. La tierra donde pudieron haber crecido flores y frutos quedó
baldía. Nadie quiso tomar el azadón, la pala ni el pico. Hay otras
relaciones, en cambio, que nunca terminan porque jamás debieron comenzar.
El agricultor persiste, insiste, en hacer germinar la semilla estéril. Se agota
inútilmente. Nada crecerá.
Comparto el amor que
hay en mí
¿Qué pasaría si se definiera el
amor como una actitud, como una manera de ver el mundo y a las personas que lo
habitan? ¿Qué pasaría si amar fuera un encuentro entre seres enteros, que
no se necesitan, pero que eligen, desde esta libertad, el compartir la vida y
los sueños? ¿Habría espacio para la negligencia y para la violencia, para
la impaciencia y la manipulación?
Fomentar esta visión del amor como
una actitud es una tarea titánica, pero no imposible. Supone hacer un
esfuerzo general por formar personas, en todo el sentido de la palabra, hombres
y mujeres que se conozcan y se acepten a sí mismos, y que sean capaces de beber
de la vida que corre libre en la Tierra. Individuos que dan con
generosidad, sin desvestir sus santos, y que reciben con agrado lo que le
ofrecen, sea poco, sea mucho. El cálculo y la manipulación no están en su
vocabulario.
Las emociones son pasajeras, los
sentimientos también, sin embargo, las actitudes pueden fomentarse,
fortalecerse, generalizarse, y es justo lo que es el amor, una manera de ver la
vida, lo demás es solo una parodia pueril y penosa. El mundo necesita
esta mirada abierta, solidaria, esforzada, fértil y libre. ADH 853
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