Valores | P. Juan Tomás García, MSC
El valor de la Justicia
Febrero es un mes “corto” pero en esta ocasión se
nos invita a promover un valor grande y fundamental: La Justicia. La justicia
se suele definir como “darle a cada uno lo que le pertenece”. En realidad, hay
demasiada gente que parece no pertenecerle nada, no cuentan con nada para
vivir, para responder a sus necesidades básicas. ¿Cómo entender, entonces, la
justicia? Todos tenemos las mismas necesidades esenciales que satisfacer. ¿Y entonces?
Aquí entra la propuesta experiencial de Jesús, para él, lo justo es dar a cada
cual lo que necesita para vivir, para responder a sus necesidades inmediatas. Garantizar
el acceso a la realización digna como seres humanos.
En nuestro mundo se observa una gran sed de
justicia a nivel global. Ha sido tal el crecimiento y la generalización de
las injusticias que da vergüenza al grado que hemos llegado de impunidad, desigualdad,
descaro y cinismo. La corrupción ha arropado a un gran número de instituciones,
provocando escándalos tras escándalos hasta en las instituciones religiosas. El
escepticismo nos invade a la hora de escuchar planes y proyectos de lucha contra
las injusticias por parte de quienes están encargados de administrar justicia. La justicia es una realidad universalmente
anhelada, pero difícilmente alcanzada para la mayoría de los habitantes del
planeta. En la era de la globalización y la comunicación, las violaciones a la
dignidad humana, lejos de ser erradicadas, crecen de manera exponencial como
consecuencia de unos sistemas sociales y económicos injustos.
Nosotros desde nuestras comunidades cristianas seguimos
creyendo en la justicia y en la posibilidad de avanzar en su práctica en
general. La opción por la justicia es constitutivo del Evangelio de Jesús. Prueba
de ello son sus gestos llenos de compasión y amor por los marginados. Es un don
de Dios la obra de la justicia que fundamenta la plenitud de la vocación humana
a la felicidad y anticipa la plenitud escatológica. Los seguidores de Jesús,
una vez vivido un encuentro profundo y transformador con él, abrazamos la
justicia como un estandarte fraterno que posibilita la convivencia justa que muestra
la presencia del Reino. Tanto nuestras estructuras eclesiales y comunitarias
como nuestra disposición personal, han de estar orientadas hacia la práctica de
la justicia integral. Tenemos un compromiso claro frente a los millones de personas
víctimas de múltiples violaciones y necesidades.
Trabajar por instaurar la justicia, en un ambiente
donde se caricaturizan los procesos judiciales, cual si fueran irrelevantes, conlleva
una gran sensibilidad y perseverancia. Nada fácil, el tema se politiza y se apuesta
a la recuperación del tema a través de opiniones interesadas que dilatan las
discusiones y hacen perder el interés y hasta la paciencia, a la hora de
impulsar procesos revocadores de injusticias. Creemos que el mundo es “creación
de Dios”, creemos que tanto el hombre como la mujer son “imagen y semejanza de
Dios”; creemos en el Dios de Jesús que entró en nuestra historia, que se hizo humano,
enseñándonos a humanizar. Esto nos impulsa y obliga en nombre del Evangelio, a
traducir nuestra misión comunitaria en compromisos concretos orientados a la
promoción de la justicia, para que toda persona alcance una vida digna.
La Biblia está llena de referencia al valor de la
justicia,
tanto en el Antiguo, como en el Nuevo Testamento. La revelación de Dios como
justo, le dio a las personas la conciencia de buscar y practicar la justicia
sin desfallecer. En todos los bloques de libros de la Biblia encontramos
alusiones concretas a favor de la justicia y del derecho. En el Pentateuco se
fijan los fundamentos d la justicia, se describen los lineamientos a seguir
para vivir en justicia y santidad. Los más radicales e insistentes son los
profetas de la época de la monarquía, del exilio y post-exilio, quienes en
nombre de Dios, enseñan, denuncian y exigen justicia para todos, especialmente
para los pobres, acusando a los poderosos de todo tipo de maltratos hacia los dominados.
El Nuevo Testamento, no es menos interesado en el
tema de la justicia. Los evangelios muestran una comprensión de la justicia
divina muy marcada por la bondad, la misericordia y la compasión de Dios.
Las parábolas de Jesús muestran una justicia rica en generosidad hacia los
necesitados de todo género. La parábola de la viuda y el juez sin escrúpulos
es, una llamada a orar sin desanimarse, pero es también una invitación a
confiar que Dios hará justicia a quienes le gritan día y noche. Lo que pide la mujer no es un capricho. Sólo
reclama justicia. Ésta es su protesta repetida con firmeza ante el juez: «Hazme
justicia». Su petición es la de todos los oprimidos injustamente. Un grito que
está en la línea de lo que decía Jesús a los suyos: “Buscad el reino de Dios y
su justicia”. Otra parábola que nos anuncia la justicia de Dios es la de los
trabajadores que van a trabajar en distintos horarios del día y que sin
embargo, todos cobran la misma paga. Jesús introduce la comprensión de la
justicia como “darle a cada uno lo que necesita para vivir”.
Lo mismo pasa con nosotros en nuestras comunidades
y en los ambientes donde nos movemos, escuchamos miles de clamores por
justicia y derecho. Hoy asistimos al resquebrajamiento de las instituciones,
la pandemia ha empeorado la situación de los más vulnerables de la sociedad,
miles de personas han quedado sin empleo para ganar aunque sea la sobrevivencia.
¿Qué podemos hacer nosotros como comunidades cristianas para acompañar a
nuestra gente en estas circunstancias? La respuesta tenemos que buscarla en
conjunto, en comunidad, dialogando, sugiriendo y comprometiéndonos. Sabemos que
también tenemos deberes, nos toca vivir nuestra parte, hacer nuestro aporte
para que la cotidianidad sea llevadera para todos. El lema del mes nos invita a
comenzar nosotros. No dice exijan, sino “practica la justicia y el derecho”.
Aunque tenemos la promesa de la justicia de Dios, no podemos cerrar
los ojos y dejarle a él la tarea de nuestra justicia. Él hará justicia a
quienes le gritan día y noche, pero esta esperanza ha de hacerse activa para
nosotros hoy. Somos los seguidores de Jesús quienes tenemos que ir respondiendo
hoy a las necesidades de nuestros hermanos, mientras se completa el Reino de
Dios. Jesús nos ha dicho, “denles ustedes de comer”, eso quiere decir que
tenemos la tarea de afrontar nuestra realidad, buscándole salidas a las
situaciones inhumanas que nos agobian. Organicémonos cada día
mejor para orar, exigir y practicar la justicia, personalmente y en comunidad. ADH
853.
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