Fe y Vida
| Inès de Franclieu
Cuaresma:
¿se pueden exigir privaciones a los niños?
La
Cuaresma puede percibirse, en un primer momento, como algo fastidioso porque
constituye una privación de ciertos placeres. A este respecto, es razonable
preguntarse si tenemos que imponer alguna a nuestros hijos
Resulta
sorprendente constatar el miedo que invade a los cristianos en el momento de la
Cuaresma. Ante la mera idea del Miércoles de Ceniza y del Viernes Santo y el
pensamiento de tener que restringirse nos ponemos a rezongar interiormente.
Admitámoslo,
la penitencia nos da miedo y nos hace huir hasta el punto de hacer decir a
muchos cristianos (y a veces también a los mismos pastores) que, para hacer una
buena Cuaresma, lo importante es acercarse a Jesús, hacer un donativo a una
obra católica y así estar en la caridad.
Estas
palabras nos convienen mucho como consumidores en una sociedad en la que ya no
sabemos vivir con una carencia.
Seamos
objetivos… ¿Qué queda entonces de la Cuaresma?,
¿qué hacemos concretamente? ¿Un cuenco de arroz en la cantina o en la parroquia
que nos desculpabiliza de una vez por todas? ¿Un óbolo a los desheredados de
África y nos generamos buena conciencia a un módico precio? ¿Por qué pensar que
amar más a Jesús no podría transmitirse a través de la privación y el ayuno?
Privarse
para el otro ¿no es mostrarle que lo amamos? Hay que reconocerlo, estas
privaciones nos resultan difíciles y nos muestran nuestra debilidad. Sin
embargo, es un medio que Jesús escogió para mostrarnos su amor. Él se privó
hasta dar su vida para salvarnos.
Hacer la
Cuaresma en familia
Así que
sí, sin temor a pasar por alto lo esencial, puedo proponer e incluso exigir a
mis hijos que supriman la mermelada, la Nocilla en el pan y el iPad toda la
semana, y ofrecerlo todo al Señor como señal de nuestro amor por Él. Así, todos
juntos, decidimos unirnos un poco al sufrimiento de Cristo.
Juntos,
porque juntos conseguimos impulso y valor para mantener el esfuerzo. ¡Juntos
porque un cristiano solo es un cristiano en peligro que olvidará hacer su
Cuaresma! Así, juntos, celebraremos la Pascua en esta alegría renovada de
sabernos salvados, ¡una alegría manifestada en el retorno de la Nocilla y de
las pantallas!
Este
tiempo se nos propone para convertirnos, para volver nuestra mirada hacia Dios.
Para ello, es necesario despegarnos de las cosas materiales para apegarnos a
las cosas de Dios. La penitencia nos permite este movimiento.
¿No es
demasiado pronto para los niños? Eso sería subestimar su capacidad para
acercarse a Dios, su deseo a veces tan espontáneo de imitar a Jesús.
Enmascararles la verdad de la Cuaresma sería suprimir la oportunidad de lograr
grandes cosas, más allá de esas privaciones. No hay duda de que los niños
sabrán decir, una y otra vez, desde el fondo de su corazón: “Lo hago por Ti,
Jesús”.
Imponernos
e imponer a nuestros hijos estas mortificaciones es también acordar vivir y dar
a vivir plenamente la alegría de la Pascua a los corazones agravados por el
Deseo. Cuarenta días sin chocolate o sin pantallas es mucho, pero ¿acaso no es
fidelidad lo que se espera de quien ama?
Inès de
Franclieu
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