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MENSAJE
“Y al mundo mostremos que somos hermanos”
(Juan Pablo Duarte)
La Conferencia
del Episcopado Dominicano se ha dirigido a todo el pueblo dominicano en su
acostumbrado Mensaje con motivo de la conmemoración de la Independencia
Nacional. La cita del patricio Juan Pablo Duarte, “Y al mundo mostremos que
somos hermanos”, anuncia el tema: la fraternidad. Y una interrogante nos abre
el camino de la reflexión: ¿qué significa construir la fraternidad en suelo
dominicano hoy?
“Sería lo
mismo que preguntarnos por el modelo de sociedad que nos debe regir y
disponernos a dialogar sobre cómo entender la Independencia Nacional, en esta
segunda década del siglo XXI que iniciamos sacudidos por una pandemia global”,
reflexionan los obispos.
El Mensaje
da pistas para abordar esa pregunta y el diálogo correspondiente, partiendo de
la encíclica Fratelli Tutti, de la cual nuestros obispos retoman algunos puntos
que a su entender, “pueden encontrar más eco en la realidad que vivimos y compartimos”.
Conferencia del Episcopado Dominicano
MENSAJE
“Y al mundo mostremos que somos hermanos”
(Juan Pablo Duarte)
27 DE FEBRERO DE 2021
A nuestro
querido pueblo dominicano:
1. Forma parte de la tradición de la
Conferencia del Episcopado Dominicano dirigir un mensaje al querido pueblo
dominicano con motivo de la conmemoración de nuestra Independencia Nacional. Se
trata de echar una mirada a la situación del País, intentando iluminarla desde
la fe, sobre todo a partir de la doctrina social de la Iglesia.
2. Precisamente
este año, a pesar de la pandemia, tenemos la alegría de poder contar con un
nuevo documento de esta doctrina social de la Iglesia, que nos ha entregado el
Papa Francisco. La nueva encíclica social lleva por título Fratelli tutti («hermanos todos»), y como otros
documentos del Santo Padre, se inspira en san Francisco de Asís. La encíclica
fue firmada junto a la tumba del santo, el 3 de octubre de 2020, vigilia de su
memoria en el santoral.
3. De acuerdo con lo ya expresado, queremos
preguntarnos ahora: ¿qué significa construir la
fraternidad en suelo dominicano hoy? Sería lo mismo
que preguntarnos por el modelo de sociedad que nos debe regir y disponernos a
dialogar sobre cómo entender la Independencia Nacional, en esta segunda década
del siglo XXI que iniciamos sacudidos por una pandemia global. Pretendemos responder a esta pregunta retomando algunos
puntos de la referida encíclica que, a nuestro entender, pueden encontrar más
eco en la realidad que vivimos y compartimos.
A. El espíritu fraterno se construye en el hogar
4. El cuidado de sí mismo implica
especialmente un cuidado del ámbito familiar. La fraternidad, igual que otros
valores, se aprende en casa. Cada uno debe procurar construir el espíritu
fraterno en el hogar que le ha tocado vivir, independientemente de cómo esté
compuesto. Y quienes no hayan tenido la gracia de crecer en una familia estable
podrían ser acogidos por familias bien constituidas, con padres y madres que
les hagan experimentar el gozo de ser amados personalmente, paso imprescindible
para experimentar la alegría de la fraternidad universal.
5. El Papa entiende que forma parte
del compromiso social el crear las condiciones para establecer familias
estables. Sus palabras mezclan sabiamente un tono desafiante con un tono
alentador: «Algunos nacen en familias de buena posición económica, reciben
buena educación, crecen bien alimentados, o poseen naturalmente capacidades
destacadas. Ellos seguramente no necesitarán un Estado activo y solo reclamarán
libertad. Pero evidentemente no cabe la misma regla para una persona con
discapacidad, para alguien que nació en un hogar extremadamente pobre, para
alguien que creció con una educación de baja calidad y con escasas posibilidades
de curar adecuadamente sus enfermedades. Si la sociedad se rige primariamente
por los criterios de la libertad de mercado y de la eficiencia, no hay lugar
para ellos, y la fraternidad será una expresión romántica más»[1]. Inspirados
en estas palabras del Papa, quisiéramos invitar a la Pastoral Familiar, a
través de nuestras Universidades, a un simposio abierto para plantear las bases
de una auténtica política pública familiar para la sociedad dominicana.
B. La fraternidad se muestra en el cuidado de la
vida. No a la legalización del aborto.
6. Es en este contexto en el que se
inserta nuestra conocida posición en contra de la legalización del aborto.
Lamentamos que algunos tilden la postura de la Iglesia Católica de oscurantista,
enemiga de la ciencia y producto de una actitud medieval (dicho sea de paso:
una interpretación superficial de la cultura medieval, típica de la Ilustración
eurocéntrica). En realidad, la oposición a la legalización del aborto es un
grito de alerta junto a otros en contra de una sociedad que se organiza
predominantemente sobre valores utilitaristas. El Papa Francisco viene
denominando, desde hace varios años, «sociedad del descarte» al modo imperante
de organizar el mundo actual globalizado, que se basa en el siguiente
presupuesto inmoral: «Partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio
de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites. En
el fondo “no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar
y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas, si ‘todavía no son
útiles’ —como los no nacidos—, o si ‘ya no sirven’ —como los ancianos—. Nos
hemos hecho insensibles a cualquier forma de despilfarro, comenzando por el de
los alimentos, que es uno de los más vergonzosos”»[2].
C. Fraternidad universal
7. La encíclica entiende el cuidado
de las relaciones familiares como un punto de partida, no como un punto de
llegada. En este orden, urge cultivar un sentido de nación que no se contradiga
con un sentir universal, cosmopolita. La nación se interpreta espontáneamente
como la familia extendida, como una comunidad que comparte los mismos
ancestros, los mismos valores y el mismo destino. Por eso, se debe estar atento
para no cultivar un sentimiento nacional exacerbado, que acabe por excluir al
extranjero o al diferente, mucho menos en nombre de la fe cristiana.
8. El Papa nos instruye de manera
clara sobre este punto con las siguientes palabras: «Todavía hay quienes
parecen sentirse alentados o al menos autorizados por su fe para sostener
diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas,
desprecios e incluso maltratos hacia los que son diferentes. La fe, con el
humanismo que encierra, debe mantener vivo un sentido crítico frente a estas
tendencias, y ayudar a reaccionar rápidamente cuando comienzan a insinuarse.
Para ello es importante que la catequesis y la predicación incluyan de modo más
directo y claro el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la
espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y
las motivaciones para amar y acoger a todos»[3].
9. Una convivencia socialmente sana,
impregnada por la fraternidad, se manifiesta en el modo justo y solidario en
que se trata a las personas migrantes. No cabe duda, la migración es un signo
de nuestro tiempo: muchas personas, en diversas partes del planeta, se ven
forzadas a dejar la tierra que las vio nacer. Como reacción a la llegada masiva
de inmigrantes, muchas sociedades de recepción sienten amenazado su nivel de
vida. El Papa reconoce lo delicado de la situación, pero no por ello deja de
invitar a practicar la virtud de la hospitalidad con el extranjero, tan
característica de la Biblia.
10. También nos invita a abordar
fraternalmente el desafío de las migraciones con palabras bien cálidas:
«Comprendo que ante las personas migrantes algunos tengan dudas y sientan
temores. Lo entiendo como parte del instinto natural de autodefensa. Pero
también es verdad que una persona y un pueblo solo son fecundos si saben
integrar creativamente en su interior la apertura a los otros. Invito a ir más
allá de esas reacciones primarias, porque “el problema es cuando esas dudas y
esos miedos condicionan nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de
convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizá, sin darnos cuenta,
incluso racistas. El miedo nos priva así del deseo y de la capacidad de encuentro con el otro”»[4].
11. Nosotros, Obispos dominicanos,
hemos abordado este tema en mensajes anteriores en términos muy similares a los
empleados por el Papa Francisco. Así lo hicimos en nuestro Mensaje de 2005[5],
y más recientemente, en nuestro Mensaje de febrero de 2015, reflexionábamos de
esta manera: «Crea tensión entre nosotros la problemática de la inmigración que
requiere una posición racional y justa para su solución. La población
inmigrante es quizá la más vulnerable en todos los rincones del mundo
globalizado»[6].
D. La corrupción rompe la fraternidad
como nación.
12. Se impone también hacernos eco del
tema que ha movilizado a la sociedad civil dominicana en los últimos años: la
corrupción pública. Quisiéramos que esta indignación contra algunos políticos
se vea acompañada por una revisión de vida personal en todos los niveles y en
todos los ambientes, para no caer en aquella mala práctica de solo ver la paja
en el ojo ajeno (Cf. Mt 7, 3-4). La denuncia de la corrupción en el Estado pone
de manifiesto el sentido de justicia que emana de la dignidad humana.
Ciertamente, como lo confirma la regla de oro que se encuentra en todas las
culturas y religiones, se debe tratar al otro como uno quiere ser tratado (Cf. Mt
7, 12). La corrupción estatal hiere esta sensibilidad universal que reclama un
trato igualitario para todo ser humano y atenta directamente contra la
integridad de toda la sociedad, pues desvía los fondos necesarios para
implementar las políticas sociales.
E. «…Y al mundo mostremos que somos hermanos».
13. En torno a 1863, poco después de
iniciarse la lucha contra la Anexión a España, Juan Pablo Duarte escribió uno
de sus poemas más citados, el que lleva por título «El criollo». Sus versos
denunciaban el abuso de poder, la corrupción y la falta de humanidad que
ensombrecían aquel proceso político neocolonial plagado de intereses mezquinos.
De ese poema hemos tomado la expresión que encabeza nuestro mensaje:
«…Y al mundo
mostremos que somos hermanos»[7].
14. Hoy, como ayer, la independencia
sigue siendo una tarea que ha de
realizarse paciente y
valientemente desde el derecho que asiste a todos los pueblos. Ya Duarte veía que ese trabajo solo
puede fundamentarse sobre la base de un espíritu de fraternidad universal,
reconociendo a todos los seres humanos en pie de igual dignidad. El derecho no
basta; hacen falta emociones políticas
universalizables que den sabor, tacto y estímulo al compromiso político[8].
Queremos concluir subrayando la importancia de la fraternidad universal como
sentimiento fundamental para un compromiso político renovado.
15. El Papa sistematiza en esta
encíclica una nueva categoría en la doctrina social de la Iglesia. Se trata de
una novedosa actitud política que debemos cultivar para dotar de espíritu
humano el compromiso que debemos asumir por el bien común. La denomina amistad social, es la base de la fraternidad universal, que se reconoce en
un conjunto de actitudes bien diversas. «No implica solamente el acercamiento
entre grupos sociales distanciados a partir de algún período conflictivo de la
historia, sino también la búsqueda de un reencuentro con los sectores más
empobrecidos y vulnerables. La paz “no solo es ausencia de guerra sino el
compromiso incansable —especialmente de aquellos que ocupamos un cargo de más
amplia responsabilidad— de reconocer, garantizar y reconstruir concretamente la
dignidad tantas veces olvidada o ignorada de hermanos nuestros, para que puedan
sentirse los principales protagonistas del destino de su nación”»[9].
En cuanto a nosotros, cabe destacar que en nuestro mensaje del 27 de febrero de
2018 señalábamos que la convivencia
fraterna constituía uno de los valores fundamentales de la sociedad
dominicana[10].
16. La alegría, la acogida y la
hospitalidad se encuentran entre las características más destacadas del pueblo
dominicano. Ciertamente, podemos aplicar a muchos lugares urbanos y rurales,
campos y barrios lo que describe el Santo Padre: «… Todavía se vive el espíritu
del vecindario, donde cada uno siente
espontáneamente el deber de acompañar y ayudar al vecino. En estos lugares que
conservan esos valores comunitarios, se viven las relaciones de cercanía con
notas de gratuidad, solidaridad y reciprocidad, a partir del sentido de un nosotros»[11].
En este mismo orden, en reiteradas ocasiones, los Obispos dominicanos hemos destacado
individual y colectivamente este gran espíritu solidario, acrecentado
especialmente con ocasión de la pandemia.
17. La encíclica Fratelli tutti
no pudo ignorar el fenómeno que ha afectado a toda la humanidad, iniciado el
pasado año 2020: la pandemia de Covid-19. Sobre este punto crucial, el Papa
Francisco explica lo siguiente: «Cuando estaba redactando esta carta, irrumpió
de manera inesperada la pandemia de Covid-19 que dejó al descubierto nuestras
falsas seguridades. Más allá de las diversas respuestas que dieron los
distintos países, se evidenció la incapacidad de actuar conjuntamente. A pesar
de estar hiperconectados, existía una fragmentación que volvía más difícil
resolver los problemas que nos afectan a todos. Si alguien cree que solo se
trataba de hacer funcionar mejor lo que ya hacíamos, o que el único mensaje es
que debemos mejorar los sistemas y las reglas ya existentes, está negando la
realidad»[12].
18. La pandemia se esparció
vertiginosamente gracias a los medios de transporte modernos, pero sobre todo
profundizó su carga viral a través de los medios de comunicación digitales, que
por su instantaneidad transmiten otro virus quizá peor: la infodemia de fake
news (noticias falsas). Debido a la infodemia, podemos sentirnos más
frágiles de lo que en realidad somos, y vernos proyectados a buscar soluciones
desesperadas e irracionales que atenten contra las medidas sensatas de salud
pública. Las noticias falsas virales infectan de individualismo y agresividad a
una velocidad inusitada, planteando de nuevo la necesidad de un compromiso más
decidido por la verdad. No podremos combatir la pandemia de Covid-19 sin esta
toma de postura fundamental, que nos debe llevar a cuestionar el uso
responsable de las redes sociales.
19. Tenemos que seguir asumiendo de
manera más profunda esta idea central: lo
que afecta a todos, solo se puede solucionar en conjunto. Es, pues,
necesaria la colaboración de cada ciudadano o ciudadana. La pandemia nos golpea
a todos: hemos perdido seres queridos, son palpables los perjuicios económicos,
nos vemos constreñidos por las medidas sanitarias... Pero la fe nos invita a
cultivar una sana esperanza ante la dolorosa situación. Como ya expresamos, aun
en medio del sufrimiento, debemos saber agradecer tanta solidaridad, entrega,
amor fraterno, ayuda privada y pública. Esto revela el mejor rostro de nuestro
pueblo, por lo que podemos afirmar que en nuestros corazones hemos acogido la
invitación del insigne patricio Juan Pablo Duarte: «…Y al mundo mostremos que
somos hermanos».
Dios bendiga siempre al pueblo
dominicano.
Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez,
Arzobispo emérito de Santo Domingo
X Freddy Antonio de Jesús Bretón Martínez,
Arzobispo Metropolitano de Santiago de los
Caballeros
Presidente de la Conferencia del
Episcopado Dominicano
X Héctor Rafael Rodríguez Rodríguez, M.S.C.,
Obispo de La Vega
Vicepresidente
de la Conferencia del Episcopado Dominicano
X Francisco Ozoria Acosta,
Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo
Primado de América
X Diómedes Espinal De León,
Obispo de Mao-Montecristi
X Julio César Corniel Amaro,
Obispo de Puerto Plata
X Víctor Emilio Masalles Pere,
Obispo de Baní
X Fausto Ramón Mejía Vallejo,
Obispo de San Francisco de Macorís
X Andrés Napoleón Romero Cárdenas,
Obispo de Barahona
X
Santiago Rodríguez Rodríguez,
Obispo de San Pedro de Macorís
X Jesús Castro Marte,
Obispo de Nuestra Señora de La Altagracia,
Higüey
X Tomás Alejo Concepción,
Obispo de San Juan de la Maguana
X Carlos Tomás Morel
Diplán,
Obispo Auxiliar de Santiago de los
Caballeros
X Ramón Benito Ángeles Fernández,
Obispo Auxiliar
de Santo Domingo
X Faustino Burgos Brisman, C.M.,
Obispo Auxiliar
de Santo Domingo
Secretario
General de la Conferencia del Episcopado Dominicano
X José Amable Durán Tineo
Obispo Auxiliar
de Santo Domingo
X Ramón Benito De La Rosa y Carpio,
Arzobispo emérito de Santiago de los
Caballeros
X Jesús María De Jesús Moya,
Obispo emérito de San Francisco de Macorís
X José Dolores Grullón Estrella,
Obispo emérito de San Juan de la Maguana
X Antonio Camilo González,
Obispo emérito de La
Vega
X Gregorio Nicanor Peña Rodríguez,
Obispo emérito de Nuestra Señora de La
Altagracia, Higüey
X Rafael L. Felipe Núñez,
Obispo emérito de
Barahona
X Valentín Reynoso Hidalgo, M.S.C.,
Obispo Auxiliar emérito de Santiago de los Caballeros
[1] Fratelli tutti, n. 109.
[2] Ibid.,
n. 18. El Papa cita aquí su Discurso al Cuerpo diplomático acreditado
ante la Santa Sede (11 de enero de 2016).
[3]
Ibid.,
n. 86.
[4]
Ibid., n. 41.
[5]
Conferencia
del Episcopado Dominicano, Mensaje del 27
de febrero de 2005. «Ante la creciente inmigración haitiana».
[6]
Conferencia del Episcopado
Dominicano, Mensaje del 27
de febrero de 2015. «Que la justicia y la paz se encuentren», n. 48.
[7] Apuntes de Rosa Duarte. Archivo de
Duarte y versos de Juan Pablo Duarte, Santo
Domingo: Editora del Caribe,
2009, pp. 305-306.
[8]
Véase Martha C. Nussbaum, Emociones políticas. ¿Por qué el amor es importante para la
justicia?, Barcelona: Paidós, 2014.
[9]
Fratelli
tutti, n. 233. El Papa cita
en esta ocasión su Discurso a las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo
diplomático, Maputo, Mozambique (5 de septiembre de 2019).
[10]
Conferencia del Episcopado Dominicano, Mensaje del 27 de febrero de
2018, n. 4.7.
[11] Fratelli tutti,
n. 152
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