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    jueves, 18 de febrero de 2021

    Somos cristianos en el mundo


    Cultura y Vida | Redacción Amigo del Hogar

     




    Somos cristianos en el mundo

     

    Los cristianos, como toda la humanidad, vivimos en el mundo. Pero no es extraño que alguien sienta o piense que debe separarse o alejarse del mundo. Cuando se piensa así, hay una confusión que suele ser muy peligrosa, ya que la fe cristiana se vive en el mundo, aboga y trabaja por un mundo mejor, que tiene como meta la salvación del mundo.

     

    Hay gente que elige fugarse del mundo, dejarlo atrás. Muchas veces con razones muy reales y lamentables: un mundo donde la violencia aumenta; donde a más tecnología más incomunicación; injusticias y violación a la dignidad de la persona; un consumismo que consume hasta tragarse el valor de la persona… Son muchas las razones para estar tentados a “escaparnos” de este mundo.

     

    A partir del Concilio Vaticano II recuperamos una visión adecuada del tiempo, del curso de la historia. La presencia y acción del Dios de la vida no queda fuera de la historia. Para encontrarnos con él tocamos esta realidad que nos ilusiona, pero también nos golpea a veces. No hay un tiempo circular donde la historia se repite, no estamos condenados a los males que nos rodean. Como hijos de Dios vamos avanzando de manera positiva no solo en la manera de situarnos ante el mundo, sino también en el modo de transformarlo para que haya paz, justicia, amor, para alcanzar la realización de este sueño de la humanidad.

     

    Como no estamos condenados a repetir indefinidamente los errores y pecados, en vez de evadir el mundo, nos sumergimos en él para transformarlo. La fe nos hace adultos en esta tarea de hacer un mundo mejor. Creemos que el Espíritu de Dios da vida al mundo y que la historia nos conduce hacia Dios entre luces y sombras. Somos mensajeros de una realidad nueva que se hace presente en gestos y acciones fraternas, en la solidaridad que nos vincula por el amor interpersonal y social.

     

    El papa Francisco nos ha invitado a reconocer la mundanidad que nos acecha, negativamente, en “Una vida normal y tranquila, un corazón indiferente ante los pecados, una mundanidad que roba la capacidad de ver el mal que se hace”. Al comprometernos con el mundo hemos de reconocer esta “mundanidad” que deshumaniza y nos impide ser y actuar como ciudadanos del mundo.

     

    La fe cristiana es un impulso vital para no vivir en el mundo solo para “nosotros mismos”, para no creer que el mundo gira desde mí como su centro. Reconocemos que somos cristianos con el mundo, habitantes de este planeta amenazado por el desastre ecológico, el empobrecimiento de sus habitantes, las enfermedades que amenazan la vida y que hoy se identifica con el peligro de la pandemia.

     

    Los cristianos servimos a Dios sirviendo al prójimo, la proximidad al necesitado de mí, me hace ser su prójimo. Por este planteamiento evangélico que nos hace Jesús, practicamos la fe cristiana como amor a Dios y al prójimo. Son las dos caras de una misma realidad, en la cual nuestra relación personal con Dios pasa por los hermanos y viceversa. Si el mundo no nos duele, no nos desafía, no nos convoca, entonces volvamos al Dios de Jesús “que tanto amó al mundo”, no para condenarlo sino para salvarlo.



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