Generaciones
| Amigo del Hogar
5 claves para envejecer en la fe
Alcanzar a vivir un largo curso de vida nos pone
ante la realidad de estar conscientes cuando nos acercamos al “último
tramo” de la vida. El modo como viviremos esa etapa estará relacionado con el estilo
que hemos hecho el recorrido y la posibilidad de saber vivir en plenitud y
agradecimiento los años alcanzados. La fe nos da pistas para vivir con
paciencia y serenidad este proceso que se acerca a su último tramo.
1. La vida de entrega incondicional de Jesús
Jesús vivió una vida no centrada en sà mismo, por
su misión estaba al servicio de un proyecto, esa era su ocupación y todo su
quehacer estaba centrado en realizarlo. Sabemos que el promedio de vida en su
tiempo no alcanzaba los 40 años.
Jesús vive esta experiencia con apenas 30-33 años
y en una situación de rechazo, hostilidad, amenaza de muerte que se va haciendo
más cercana y visible con la oposición creciente. Era consciente de un
desenlace trágico, buscado por las autoridades religiosas.
2. Largos años, bendición de Dios
En los pasajes bÃblicos se habla de una larga vida
como bendición de Dios. Se nos cuenta de personajes bÃblicos como Matusalén,
Abrahám, Enoc, y su larga vida. Pero la vida como bendición de Dios no es solo
los años transcurridos, tiene algo más… No se trata de acumular años, sino de
la calidad de vida, de disfrutar en el mejor sentido de la palabra de esta
oportunidad que se nos ha dado. El tiempo biológico necesita otros componentes:
sentido de vida, proyecto humano, madurez de relaciones, etc.
3. Aceptar el plan de Dios
Este plan responde a una vocación propia y una
realidad comunitaria. Envejecer para los cristianos es aceptar el plan de Dios
en nuestras vidas, ser fieles a su voluntad recorriendo el camino que nos
conduce a la plenitud. Todos queremos vivir, y la realidad es que si no morimos
envejecemos. Solo la muerte impide envejecer. Pero aceptar la muerte es la mirada esperanzada en la promesa de una Vida Eterna.
4. Cómo alcanzamos una larga vida
Cuando la fe está bien arraigada, el problema no
es no morir, sino haber llegado al tramo final de la vida sintiéndonos
satisfechos o conscientes de haber dado lo mejor de nosotros, de haber amado y
servido; reconciliados y en paz. Esa condición no es perfecta, pero sà posible,
en cuanto el balance tiene aspectos positivos que refuerzan el sentido de la
vida y la disposición de fluir en ella. Es saludable envejecer acompañados,
capaces de descubrir el camino de la propia vida. Es necesario en ese proceso
tomar conciencia de cuál es el propio itinerario.
5. El gesto de Jesús garantiza la vida
Jesús no entrega la vida con sentido trágico, ama
su vida y vino a “dar vida y vida en abundancia”. Otros grandes pensadores como
Sócrates muestran una gran serenidad para considerar una muerte digna ante una
vida indigna.
Jesús no muere por una idea, ni se aferra a una
vida que le pertenezca solo El. Vive en intimidad con el Padre, se siente amado
y es capaz de entregar todo lo que ha recibido de su Padre. Jesús en la Cruz es
la entrega de la propia vida para dar vida a la humanidad.
Desde esa perspectiva de Jesús, que recorre la
historia de la fe con los testimonios de hombres y mujeres que han vivido la autodonación
y, al mismo tiempo, aman, respetan y celebran la propia vida, encontramos el
camino hacia una realidad mayor, la vida de comunión de cara Dios, que es alcanzar
el amor y la felicidad plena.
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