Fe y Vida | Alexis Cifuentes
¿Cómo se relacionan fe y cultura?
La
relación de la fe y la cultura ha sido objeto de muchas reflexiones, cuando se
profundiza aparecen muchas implicaciones en el campo filosófico y teológico. La
Iglesia ha vivido desde los comienzos la predicación del Evangelio un proceso
de encuentro y confrontación con las culturas. De ese proceso tenemos una
riqueza que impulsa a los creyentes, quienes han recibido el mandato de Cristo
de “ir hasta los confines de la tierra” para transmitir la verdad por Él
revelada. Se establece así, desde el principio, un diálogo fecundo con las diversas
culturas con las cuales se realiza la universalidad del anuncio.
La
relación fe y cultura es necesaria e ineludible para realizar la misión
encomendada por Cristo a sus discípulos, a la Iglesia. Se establece una
interrelación en la cual la fe asume la diversidad de las culturas y encuentra
en ella la presencia del Señor. Toma conciencia de que no “lleva” a Cristo a
las culturas, sino que el Evangelio penetra las realidades culturales partiendo
del principio de la Encarnación y desarrolla la llamada “inculturación”.
Se
da un enriquecimiento mutuo entre quienes desde su fe cristiana anuncian a
Cristo y la cultura que acoge la buena noticia y participa del don de Dios
revelado para la salvación de todos los pueblos. La diversidad cultural,
querida por Dios en su proyecto creador, no es una amenaza ni un obstáculo. El
diálogo y la apertura derriban cualquier barrera que se interponga. Quienes se
acercan descubren que la promesa de Dios en Cristo no se limita a un pueblo
concreto, con sus particularidades, sino que esa promesa abarca a toda la
humanidad.
“El
encuentro de la fe con las diversas culturas de hecho ha dado vida a una
realidad nueva. Las culturas, cuando están profundamente enraizadas en lo
humano, llevan consigo el testimonio de la apertura típica del hombre a lo
universal y a la trascendencia. Por ello, ofrecen modos diversos de
acercamiento a la verdad, que son de indudable utilidad para el hombre al que
sugieren valores capaces de hacer cada vez más humana su existencia”, señala la
encíclica Razón y Fe, del año 1998.
La
fe de la Iglesia proclama que las culturas evocan “los valores de las
tradiciones antiguas” y ella tiene la certeza que las culturas llevan consigo “la
referencia a la manifestación de Dios en la naturaleza”, que en las mismas
personas a quienes se dirige el mensaje, ya hay una presencia divina, aunque no
explícita.
“Las
culturas, estando en estrecha relación con los hombres y con su historia,
comparten el dinamismo propio del tiempo humano”, sigue diciendo la encíclica. Las
transformaciones y progresos se dan en estos encuentros entre pueblos y
culturas, “que a la vez se alimentan de los intercambios recíprocos de sus
modelos de vida. Las culturas se alimentan de la comunicación de valores, y su
vitalidad y subsistencia proceden de su capacidad de permanecer abiertas a la
acogida de lo nuevo”.
La
encíclica afirma que “Toda cultura lleva impresa y deja entrever la tensión
hacia una plenitud. Se puede decir, pues, que la cultura tiene en sí misma la
posibilidad de acoger la revelación divina.
La
forma en la que los cristianos viven la fe está también impregnada por la
cultura del ambiente circundante y contribuye, a su vez, a modelar
progresivamente sus características. Los cristianos aportan a cada cultura la
verdad inmutable de Dios, revelada por Él en la historia y en la cultura de un
pueblo”.
A
la luz de este pensamiento de la Iglesia, entendemos que no hay ninguna contradicción
entre la fe y la cultura que pueda impedir la relación. De hecho, se da ese
encuentro a través de la historia. La fe se vive dentro de un contexto cultural
propio. No está fuera de la vida y el tiempo de las personas. La cultura es el
lugar donde se anuncia y vive la fe.
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