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    miércoles, 31 de marzo de 2021

    La Paz, valor del mes


    Valores | P. Juan Tomás García, MSC




    La Paz, valor del mes

     

    La paz les dejo mi paz les doy (Jn 14, 27)

     

    ¿Por qué le habla Jesús de paz a sus discípulos? Jesús les desea la paz en un contexto de despedida. Los discípulos han de asumir su rol en la historia, sin su presencia y para ello necesitarán concentrarse en su Maestro y recordar su enseñanza. La paz posibilita discernir adecuadamente y tomar las decesiones correctas en la realización de la misión encomendada. En el evangelio de Juan podemos leer un conjunto de discursos en los que Jesús se va despidiendo de sus discípulos. Los comentaristas lo llaman "El Discurso de despedida". En él se respira una atmósfera muy especial: los discípulos tienen miedo a quedarse sin su Maestro; Jesús, por su parte, les insiste en que, a pesar de su partida, nunca sentirán su ausencia. No tengan miedo, sepan que yo estaré con ustedes, todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28, 20).

     

    La realidad vivida por Jesús: acusaciones, proceso, condena y crucifixión asusta a cualquiera. Es el turno de sus seguidores, Jesús mismo les había anunciado que les perseguirían y matarían. Ahora, resucitado pueden experimentarlo vivo en otra dimensión. Nosotros, más de dos mil años después, experimentamos grandes inquietudes y no sin motivos, que nos quitan la paz. Los conflictos no paran, las guerras se multiplican, las razones no son escuchadas con tal de armar tropas y ponerlas a matar la vida y la armonía necesaria para la paz. La pandemia del Covid 19 ha venido a empeorar las cosas y hoy nos encontramos en una guerra de vacunas y una situación penosa con la distribución de éstas, evidenciándolo el acaparamiento de los países autollamados primermundistas y la carencia para los pequeños estados no productores del fármaco.





    Comunidades cristianas y la Paz

     

    En República Dominicana nos preocupa mucho la situación económica de los más empobrecidos, pues cada día puede acceder a menos productos de la canasta básica y le cesta mucho más adquirir sus medicamentos para resguardar la salud. Ahora se añade la agenda de la ideología de género que se ha instalado en nuestro país y pretende empujar con fuerza y a base de mucha inversión, la aprobación de la despenalización del aborto, comenzando por lo de las tres causales. Tenemos una inseguridad creciente, aunque algunos quieran negarlo, muchas personas mueren a manos de delincuentes que andan por ahí, burlando atacando a inocentes y burlándose de las normas y de la convivencia en nuestros pueblos. Otra fuente de inquietud y desesperación es el encarecimiento de los productos de primera necesidad y lo necesario para la construcción de infraestructuras.

     

    El Espíritu Santo y la paz

            

    Jesús desea que sus seguidores capten bien lo que significará para ellos el Espíritu de la verdad y Defensor de su comunidad: «La paz les dejo; mi paz les doy”. No sólo les desea la paz. Les regala su paz. Si viven guiados por el Espíritu, recordando y guardando sus palabras, conocerán la paz. Hasta cinco veces les repite que podrán contar con «el Espíritu Santo». Él los defenderá, pues los mantendrá fieles a su mensaje y a su proyecto. Por eso lo llama «Espíritu de la verdad». En un momento determinado, Jesús les explica mejor cuál será su quehacer: El Defensor, el Espíritu Santo... será quien les enseñe todo y les vaya recordando “todo lo que les he dicho”. Este Espíritu será la memoria viva de Jesús.  Con la paz de su Maestro afrontarán los tormentos de la realidad.


    La paz cristiana

     

    No es una paz cualquiera. Es su paz. Por eso nos dice: «No se la doy yo como la da el mundo». La paz de Jesús no se construye con estrategias inspiradas en la mentira o en la injusticia, sino actuando con el Espíritu de la verdad. Hemos de reafirmarnos en él: «Que no tiemble su corazón ni se acobarde». En estos tiempos difíciles de desprestigio y turbación que estamos sufriendo en la Iglesia, sería un grave error pretender ahora defender nuestra credibilidad y autoridad moral actuando sin el Espíritu de la verdad prometido por Jesús. El miedo seguirá penetrando en el cristianismo si buscamos asentar nuestra seguridad y nuestra paz alejándonos del camino trazado por él.

            

    La paz de la que nos habla Jesús es una condición especial, dinámica, envolvente y confiada. No es una ausencia de conflictos y tensiones. Tampoco una sensación de bienestar o una búsqueda de tranquilidad interior. Según el evangelio de Juan, es el gran regalo de Jesús, la herencia que ha querido dejar para siempre en sus seguidores. Los discípulos de ayer y de hoy, hemos de recordar lo que Jesús había pedido a sus discípulos al enviarlos a construir el reino de Dios: «En la casa en que entren, digan primero: paz a esta casa». Para humanizar la vida, lo primero es sembrar paz, no violencia; promover respeto, diálogo y escucha mutua, no imposición, enfrentamiento y dogmatismo.   

     

    Trabajar por la paz

            
    Es muy difícil construir la paz. Una y otra vez se vuelve al enfrentamiento y la agresión mutua. Nadie quiere tomar en cuenta algo tan elemental: sólo los hombres y mujeres que poseen paz, pueden aportarla a la sociedad. Cualquiera no puede sembrar paz. Con el corazón lleno de resentimiento, intolerancia y dogmatismo se puede movilizar a la gente, pero no es posible aportar verdadera paz a la convivencia, política, social, religiosa e integral. No se ayuda a acercar posturas y a crear un clima amistoso de entendimiento, mutua aceptación y diálogo, sino se ama, sino se pone primero el interés común antes que las aspiraciones personales. 

     
    La persona que lleva en su interior la paz de Cristo, busca siempre el bien de todos, no excluye a nadie, respeta las diferencias, no alimenta la agresión, fomenta lo que une, nunca lo que nos enfrenta. Personas que poseen la paz en su corazón, la llevan consigo, la comunican y la difunden. Estos construyen paz porque ayudan a acercar posturas y crean un clima amistoso de entendimiento, mutua aceptación y diálogo.


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