CLAR | P. Uriel Salomón Portilla, SJ
Lectio divina sobre la Anunciación
LUCAS 1,26-38
Esta fecha está en relación íntima con el 25 de
diciembre, que es el día señalado para la celebración del nacimiento de Jesús.
Entre ambas fechas median 9 meses, que es el tiempo que por lo general es lo
que tarda en gestarse un nuevo ser humano
1. ¿Qué dice el texto?
En primer lugar, se debe tener en cuenta el contexto
de este anuncio. El capítulo primero de Lucas contiene una introducción a la
dupla Lucas-Hechos (Lc 1,1-4) y prosigue presentando en paralelo la llegada de
dos personajes: Juan Bautista y Jesús, ambos grandiosos delante de Dios
(1,15.32); si bien, será Jesús quien quede en el centro de la acción (1,76-79).
En estos paralelos hay una “progresión” narrativa desde Juan, hasta llegar a
Jesús. Los personajes asociados a Juan parecen estar más amarrados al Antiguo
Testamento y sujetos a la visita de María a la casa de Zacarías. El agente que desencadena todo, es el
Espíritu Santo, cuya venida –primero en María– marca la entrada del tiempo del
Nuevo Testamento.
En la “progresión”, por un lado, Zacarías e Isabel no
ven lo suficiente. Ellos son justos (1,5-6) y Dios los favorece, Zacarías como
sacerdote oficia en el Santuario, tiene todo para entender las palabras del
ángel y para creerlas, pero no logra hacerlo (1,20) entonces su voz es enmudecida.
Por otro lado, María y José muestran la visión de una promesa acogida con
confianza y obediencia (1,38), en ellos se reconoce la continuación y el
cumplimiento de la promesa, es decir la entrada en el tiempo del Nuevo
Testamento.
En este contexto se ve clara la intencionalidad de
Lucas: contar la vida de Cristo donde quede
claro que el cristianismo es la continuación lógica del judaísmo. Las citas del
Antiguo Testamento son abundantes; todas ellas, puestas para que Jesús de
Nazaret sea aquél donde se da cumplimiento a las promesas y profecías de Israel
de un modo grandioso, porque la esperanza de salvación se ensancha hacia el
mundo pagano.
Entrando en nuestro texto (Lc 1,26-38) es importante
mirar cómo la figura de María, supera a Zacarías. Ella es la figura del Nuevo
Testamento que introduce a los personajes del judaísmo anterior (la casa de Zacarías)
en la nueva corriente de comprensión de la acción de Dios (1,39-56). Al final
nadie queda por fuera de la promesa: Isabel es llena del Espíritu Santo
(1,41-45) e igualmente Zacarías (1,67-79).
El arcángel Gabriel marca la entrada y la salida
escénica (1,26.38). De modo que el momento de María, es un momento de
“presencia de Dios”. El tiempo es el “sexto mes” de Isabel, tiempo del Antiguo Testamento,
pero aún vigente. En los discursos directos predomina la voz del ángel –la voz
de Dios– sobre las preguntas de María. La clave de comprensión del texto viene
en la respuesta final de María (1,38).
La introducción (1,26-27) insiste en los detalles de
tiempo, lugares y personas con sus dignidades. La iniciativa es de Dios y la
destinataria es María “virgen”. Todos estos elementos serán retomados en el
cuerpo del texto.
El cuerpo del mensaje (1,28-37) paralelo a la narración
anterior, también, refleja los cinco elementos básicos de un “anuncio” según el
Antiguo Testamento, donde la importancia del hijo supera en buen grado a la de
la madre:
1. Entrada en escena del mensajero (1,28).
2. Perplejidad de María (1,29).
3. Mensaje celeste (1,30-33).
4. Objeción de María (l,34).
5. Respuesta y señal (l,35-37).
En la narración de Mateo no se sigue este esquema; el elemento
común más relevante, es el protagonismo del “Espíritu Santo”.
El saludo (1,28) es la palabra chaire (alégrate, salve, Dios te salve). Si bien lo típico del Nuevo Testamento es el saludo con la palabra ei-réné (paz, en hebreo shalóm o en arameo selúm), aquí Lucas la toma como oposición a “no temas”. Por otro lado, Lucas hace un juego de palabras entre chaire y kecharitómené (llena de gracia): la alegría de María puesta como salutación indica una condición recibida de Dios, porque es “llena de gracia”. La frase -el Señor está contigo- pone a María como portadora de una fuerza venida de Dios, es decir, causa de bendición.
La turbación de María (1,29) no viene del hecho de “ver un ángel”, sino de lo incomprensible que le resultan las palabras del ángel. Esta turbación deja claro que no es ella, sino, Dios mismo quien inicia y lleva adelante la acción.
María como lugar del anuncio (1,30-31). El v.30
reedita el v.29 para reforzar lo dicho. Lo que fue un saludo al principio,
ahora, es una garantía que viene de Dios también: “has hallado gracia”. Esta
condición es propia de personajes elegidos (Gedeón: Jc 6,17; Ana: 1Sm 1,18; David:
1Sm 16,22; 2Sm 15,25). El v.31 es el anuncio propiamente donde aparece el
centro de todo el texto: el nombre Jesús.
La identidad de Jesús (1,32-33) está puesta en dos títulos,
“Hijo del Altísimo” y “el trono de su padre David”, en dos dignidades, será “grande”
(solo Dios es Grande) y será rey por siempre sobre “la casa de Jacob”, es
decir, el Israel que cubre todo el judaísmo y “su reino no tendrá fin”, o sea,
sobre todos los pueblos que han de venir con Israel.
La objeción de María (v34) apunta a una condición de
imposibilidad humana para asumir la misión encomendada. En el caso de María no hay
propiamente una objeción, sino, solo una pregunta; ella no rehúsa a su misión.
Dado que la Anunciación está para destacar la personalidad de Jesús, la
concepción virginal también debe leerse como una maduración de las primeras
generaciones de cristianos para destacar la conjunción del origen divino de
Jesús (Hijo de Dios), con su origen humano (hijo de una virgen). Es decir,
actúo Dios sobre una mujer bajo impedimento legal, pero en todo obediente
(1,38). Es decir, la ley antigua no fue ni la causa, ni el impedimento, en esta
concepción.
El punto culminante del mensaje del ángel (1,35)
responde a la pregunta de María. Se trata de la imposibilidad humana que será
transformada por Dios mismo. La acción divina tiene dos nombres: “Espíritu Santo”
y “Poder del Altísimo”; y una consecuencia: el título de “Hijo de Dios”.
La condición de Jesucristo como Dios y hombre ya
aparece en tradiciones prelucanas que seguramente también conoció Pablo. Véase
por ejemplo Romanos 1,3-4:
“acerca de su Hijo, nacido por línea carnal del linaje
de David, y constituido por el Espíritu Santo Hijo de Dios con poder a partir
de la resurrección: Jesucristo, nuestro Señor”.
Por tanto, el centro es cristológico. María es la
receptora del mensaje; ella desafía a cada cristiano a acoger con apertura a
Jesús como Mesías davídico, pero sobre todo como el verdadero Hijo de Dios.
La estéril y la virgen concebirán (1,36). Una confirmación
mayor de la acción de Dios en la historia.
Del mismo paralelismo que trataba Zacarías y María en la anunciación
vendrá a continuación un nuevo paralelismo entre las madres de Juan y de Jesús.
La primera que se creía estéril como como el Antiguo Testamento, o como el
judaísmo, será fecundada y se mantendrá dentro del cumplimiento de la promesa;
la segunda es una virgen dispuesta a recibir la buena nueva del Salvador. Esta
unión es la entrada en el tiempo del Nuevo Testamento.
Para Dios no hay nada imposible (1,37): El mensaje
hace alusión al Génesis, cuando el ángel del Señor promete a Abrahán la llegada
de su hijo Isaac, a pesar, de la esterilidad de Será (Gn 18,14).
Yo soy la esclava del Señor (1,38). Es Ana en 1Sm 1,11
quien se reconoce sierva humilde (del Señor). Esta imagen confirma una vez más
la base veterotestamentaria de Lucas. Sin embargo, a diferencia de Ana, María
no desaparece de la narración, sino, se vuelve la portadora del Espíritu Santo
durante la Visitación.
En 1,38 la voz de María es la clave de comprensión del
texto. No se ha tratado de dar una argumentación teológica sobre los títulos
cristológicos de Jesús, sino que Lucas ha querido edificar a sus destinatarias/os
con una historia donde Jesús está en el centro y María es el lugar humano e
histórico donde la acción de Dios es acogida. De hecho, para el Evangelio de
Lucas, María es el modelo de los creyentes (cf. Lc 1,45.48).
2. ¿Qué nos dice el texto?
En primer lugar, el mensaje solo es comprensible, a través,
de cada personaje. Se debe considerar quién es María (lugar de origen, estado, dignidad,
etc.) en contraste con Zacarías. Luego ver que José ha sido puesto detrás de
escena para mostrar a Dios mismo encargándose de María. Una posible contemplación
sería, colocar nuestra vida presente en paralelo con el testimonio de María y ver
qué tanto coincidimos con ella o no. Los demás personajes iluminan también el
discipulado, aunque, quedan detrás de escena (José y su derecho legal como novio,
Zacarías y su sacerdocio oficial, Isabel y su esterilidad).
En segundo lugar, la acción del Espíritu lo fecunda todo
y brota abundantemente. Este punto es central
para Lucas. El orante debe dejarse llevar
por esa gracia, dejarse cubrir por su sombra poderosa.
En tercer lugar, la persona de Jesús, su identidad y
dignidad, solo se reconoce desde historias y testimonio específicos; muchos de
ellos tejidos desde antiguo (Abraham, Sara, Jacob, Ana, Samuel, David, Israel como
siervo, etc.). María como modelo del discipulado recogen a estos personajes en
su testimonio personal y los pone como desafío para los cristianos del tiempo
presente.
Una intención especial para la oración podría hacerse
también sobre el lugar. Nazaret de Galilea es un lugar marginal, que precede a Jerusalén
en la revelación del Hijo de Dios. El Santuario donde actúa Zacarías pierde relevancia
frente a Nazaret. Pero, sobre todo, María
como lugar de la acción de Dios supera al Santuario; en lugar de enmudecer,
ella sale a visitar.
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