Bioética | Jahuil Doroteo Pereyra, MSC
A propósito de la Eutanasia
El
teólogo Niceto Blázquez, siguiendo a Juan Pablo II, afirma que la eutanasia es
uno de los síntomas más alarmantes de la cultura de la muerte. Ella tuvo
diferentes acepciones, en España por ejemplo, un grupo de humanistas la
proponía para aliviar los sufrimientos físicos y psíquicos; en Canadá la
llamaban suicidio asistido, y fue propuesta en Holanda como remedio para los
enfermos no terminales con sufrimiento psíquico. En este sentido, Australia fue
el país donde se aprobó el derecho a ser matado por un médico en nombre de una
muerte más digna, pero un año después su legalidad fue anulada. Por ende, se
utilizan razones desvinculadas de la realidad para no respetar la dignidad
humana.
Blázquez
expresa algunas consideraciones a tener en cuenta, tales como que eutanasia
significa muerte buena sin sufrimiento, la cual es practicada a pacientes para
que dejen de sufrir y mueran sin dolor, se clasifica en agónica o lenitiva;
cuando este proceso es realizado en base a fármacos. Desde la víctima a ella se
le conoce como voluntaria o involuntaria.
En
relación a las personas que la practican, se llama activa cuando la muerte es
provocada por intervenciones directas y la pasiva; trata sobre la omisión de
acciones sobre el enfermo que llevan a la muerte (retirar la medicación del
paciente o la alimentación). De igual manera si su finalidad es buscar la
muerte del paciente se llama directa, si no lo es, entonces es indirecta.
Tenemos
también los términos distanasia, ortotanasia, cacotanasia y muerte clínica. El
primer término trata del retraso de la muerte lo más que se pueda, el segundo
significa dejar morir al paciente sin practicarle eutanasia o distanasia, el
tercero es utilizado cuando el paciente recibe la muerte de parte del doctor
sin su consentimiento y el cuarto expresa la no actividad cerebral ni
cardio-vascular en la persona, es de corte médico y se utiliza en muchos casos
para aplicar la eutanasia. Ante esto tenemos que, el juramento hipocrático está
en contra de la misma, al hacer opción por el respeto de la vida, lo cual se ve
reflejado en la Gaudium et spes 27, donde el Concilio Vaticano II la declara
como crimen contra la vida.
Nuestro autor citado, siguiendo la Declaración de la Congregación para la Doctrina
de la fe sobre la eutanasia, expresa que ella se sitúa en el nivel de las
intenciones y métodos usados con el fin de eliminar el dolor. Incluye los
estados de ánimos y el dolor insoportable que puede llevar a una persona a
creer en la muerte como salida de su sufrimiento. En contraparte se habla del
derecho a morir con toda serenidad y dignidad humana, aceptando los
procedimientos médicos necesarios sin recurrir a la eutanasia. De esta manera
las posturas no cristianas frente al dolor pueden caer en la tentación de ver
la muerte como la salida, pero la Iglesia propone ver el dolor, cuya
culminación es la muerte desde Cristo.
Referencia: Blázquez, N., Bioética, La nueva ciencia de la vida, Madrid,
2000, pp. 325-338.
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