Espiritualidad
del Corazón | Equipo Cor Novum/HCJ
Dios envió al mundo su Palabra
El libro del Padre Chevalier “El Sagrado Corazón de
Jesús” (en 1900 apareció la cuarta edición) empieza con las palabras: “Dios es amor absoluto. Dios es amor en sí
mismo, esencialmente amor (1 Juan 4:16). Desde toda la eternidad el plan de
Dios es revelarnos este amor… Dios envió al mundo su Palabra, es decir, su Hijo
unigénito” (p. 3). Esta es una preciosa confesión de fe, el fundamento de
la espiritualidad del P. Chevalier durante sus últimos años, y también de la
actual Espiritualidad del Corazón.
El Espíritu
sopla donde quiere
Debido al ambiente de reflexión de la fe en su
tiempo, todavía el P. Chevalier no reconocía claramente la otra forma en que el
amor de Dios actúa poderosamente entre nosotros, sobre todo a través de la
presencia del Espíritu Santo en el universo, en la sociedad y en el corazón de
la gente. Seguro que el P. Chevalier reconocía la obra de Dios en nuestros
corazones a través del “Espíritu de
fuerza y amor” (2 Tim 1.7; ver El Sagrado Corazón de Jesús p. 201), pero
ateniéndose a la doctrina de la Iglesia de esa época, veía al Espíritu Santo
actuando solamente en los bautizados en la Iglesia Católica. Eso le dificultó
descubrir lo que había de bueno, por ejemplo, en los corazones de los
reformadores protestantes como Lutero, o de los contemporáneos comprometidos
con las campañas por los derechos humanos.
El Espíritu
renueva y edifica la Iglesia
Hoy, el Papa Francisco amplía nuestra concepción de
una Espiritualidad del Corazón señalando la importancia del “Espíritu que brota del Corazón de Cristo
resucitado” (La Alegría del Evangelio n. 2). No diferente al P. Chevalier, el
Papa dirige nuestra atención a Dios, que envía “el Espíritu a nuestros corazones”, a la vez que nos hace “hijos e hijas de Dios, transformándonos y
permitiéndonos corresponder al amor de Dios con nuestras vidas” (La Alegría
del Evangelio n. 112). Francisco señala asimismo cómo “el Espíritu Santo enriquece a toda la Iglesia evangelizadora con
diferentes carismas. Estos carismas o “dones del Espíritu”, están destinados a renovar y edificar la
Iglesia (La Alegría del Evangelio n. 130).
Es un Espíritu
de vida, de sabiduría…
Es más, el Papa nos insta “a creer que el Espíritu Santo actúa en cada uno de nosotros”. Y
señala “que el Espíritu Santo busca
comprender cada situación humana y todo vínculo social, sabiendo cómo desatar
los nudos de las más complejas e impenetrables situaciones humanas” (La
Alegría del Evangelio n. 178). Declara asimismo que “el mismo Espíritu suscita en todas partes diversas formas de sabiduría
práctica que ayuda a sobrellevar las penalidades de la existencia y a vivir con
más paz y armonía” (La Alegría del Evangelio n. 254). Y así “como
cristianos, podemos también aprovechar esa riqueza atesorada durante muchos
siglos,” pues ella “nos puede ayudar
a vivir mejor nuestras propias convicciones” (La Alegría del Evangelio n.
254).
Dejarnos guiar
del Espíritu
Por tanto, como “discípulos
misioneros” (La Alegría del Evangelio n. 119), que estamos acostumbrados a
rezar “amado sea en todas partes el
Sagrado Corazón de Jesús”, deberíamos dejarnos llevar por “el Espíritu que brota del corazón de Cristo
resucitado” (La Alegría del Evangelio n. 2). Recordemos también que es el
mismo Espíritu el que actúa amorosamente en todos los corazones y en toda la
sociedad secular (Ver La Alegría del Evangelio n. 265). Somos enviados para “cooperar con la acción liberadora del
Espíritu” (La Alegría del Evangelio n. 178), a fin de que Jesús y los
anhelos de su corazón sean conocidos y amados en todas partes.
Momento de
reflexión
“El conservar
vivo nuestro fervor misionero nos conduce a confiar plenamente en el Espíritu
Santo,
porque es quien
nos “ayuda en nuestra debilidad” (Romanos 8.26). Pero esta plena confianza ha de ser
alimentada. Por lo que necesitamos invocar al Espíritu constantemente. Él puede
sanar todo aquello que nos debilita en nuestro empeño misionero. Es cierto que esta confianza en lo invisible
puede hacernos sentir desorientados: Es como estar sumergidos en lo profundo no
sabiendo qué vamos a encontrar.
Para compartir:
1. ¿Reconocemos señales dentro y
fuera de la Iglesia donde el Espíritu sopla y transforma?
2. Dios revela su secreto más íntimo
al enviar en la plenitud de los tiempos a su Hijo único y al Espíritu de Amor ¿Lo
hemos recordado y celebrado así en Navidad?
3. ¿Cómo nos ayuda el rezo del Culto
de Amor, cada lunes, donde pedimos que nos enseñe a “ser mansos y humildes de corazón”, para construir un mundo más
fraterno, más humano, más solidario?
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