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    viernes, 30 de abril de 2021

    La Vigilia pascual


    Espiritualidad Litúrgica | Roberto Núñez, msc



     

    La Vigilia pascual

     

    «Es noche para estar despierto, en vela, pues invita a salir de la esclavitud, a reformar la estructura de este mundo de pecado, a celebrar la transformación del hombre nuevo» (Misal Romano).

     

    Con el mes de abril inicia el Triduo Pascual, y su invitación a sumergirnos en la experiencia de la Pascua. En esta entrega les propongo acercarnos brevemente a la celebración de la Vigilia pascual, considerada por san Agustín, “la madre de todas las vigilias”.

     

    «Pocas celebraciones litúrgicas son tan ricas de contenido y de simbolismo como la Vigilia pascual. El corazón de todo el año litúrgico, de donde irradia a todas las demás celebraciones, es esta Vigilia, que culmina con el ofrecimiento del sacrificio pascual de Cristo. En esta noche santa la Iglesia celebra en forma sacramental más plena la obra de la redención y de la perfecta glorificación de Dios como memoria, presencia y espera».[1]

     

    El Misal invita vivir la experiencia de la Vigilia, continuando “una antiquísima tradición, en vela en honor del Señor (Ex 12,42). Los fieles, tal como lo recomienda el evangelio (Lc 12,35ss), deben asemejarse a los criados que con las lámparas encendidas en sus manos, esperan el retorno de su Señor, para que cuando llegue les encuentre en vela y los invite a sentarse a su mesa”.

     

    Como celebración, la Vigilia está estructurada en cuatro grandes momentos. El Misal refleja así esta estructura: “La celebración de esta Vigilia se desarrolla de la siguiente manera: después de un breve lucernario o liturgia de la luz (que es la primera parte de la  Vigilia), la Santa Iglesia, llena de fe en la palabra y en las promesas del Señor, contempla las maravillas que el Señor Dios realizó desde el principio a favor de su pueblo (segunda parte de la Vigilia o liturgia de la palabra), hasta que, al acercarse el día de la resurrección y acompañada ya de sus nuevos hijos renacidos en el bautismo (tercera parte de la Vigilia o liturgia bautismal), es invitada a la mesa que el Señor, por medio de su muerte y resurrección, ha preparado para su pueblo (cuarta parte de la Vigilia o liturgia eucarística)”.

     

    La Vigilia, en todas sus partes, debe hacerse durante la noche. Y el Misal recomienda que no debe escogerse una hora tan temprana que se inicie antes de empezar la noche; ni una hora tan tardía que concluya después del alba del domingo.

     

    La razón de este énfasis nocturno de la Vigilia, está esencialmente en la realidad pascual que está llamada a significar, el “paso”. El simbolismo del paso de las tinieblas a la luz, el día que vence a la noche, expresa mejor que cualquier concepto, en el plano simbólico, el misterio más profundo de la Pascua: el paso de Israel de la esclavitud a la libertad; el paso de Cristo de la muerte a la vida gloriosa; el paso de los creyentes en Cristo del pecado a la vida divina.

     

    En nuestro tiempo hoy, siento que tenemos el gran desafío de mantener viva la esencia de la Vigilia. Las primeras comunidades sentían tan vivamente el misterio de esta noche que consideraban que era ilícito dormir, porque hay que velar en la espera de Cristo resucitado.

     

    Por eso se nos invita a vivirla en un clima de gozo y en su ritmo progresivo; enmarcado en el conjunto del Triduo Pascual, del cual es parte fundamental de su segundo día. Vivir cada una de sus partes con un sano equilibrio. No estar tan pendientes del reloj y abrirnos a la gran riqueza de la palabra de Dios, que nos habla espléndidamente. ADH 855



    [1] Bergamini, Augusto; Cristo, fiesta de la Iglesia. San Pablo. Bogotá, Colombia 1995. p. 372.



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