Espiritualidad Litúrgica
| Roberto Núñez, msc
La Vigilia pascual
«Es noche para estar
despierto, en vela, pues invita a salir de la esclavitud, a reformar la
estructura de este mundo de pecado, a celebrar la transformación del hombre
nuevo» (Misal Romano).
Con el mes de abril inicia
el Triduo Pascual, y su invitación a sumergirnos en la experiencia de la
Pascua. En esta entrega les propongo acercarnos brevemente a la celebración de la
Vigilia pascual, considerada por san AgustÃn, “la madre de todas las vigilias”.
«Pocas celebraciones
litúrgicas son tan ricas de contenido y de simbolismo como la Vigilia pascual.
El corazón de todo el año litúrgico, de donde irradia a todas las demás
celebraciones, es esta Vigilia, que culmina con el ofrecimiento del sacrificio
pascual de Cristo. En esta noche santa la Iglesia celebra en forma sacramental
más plena la obra de la redención y de la perfecta glorificación de Dios como
memoria, presencia y espera».[1]
El Misal invita vivir la
experiencia de la Vigilia, continuando “una antiquÃsima tradición, en vela en
honor del Señor (Ex 12,42). Los fieles, tal como lo recomienda el evangelio (Lc
12,35ss), deben asemejarse a los criados que con las lámparas encendidas en sus
manos, esperan el retorno de su Señor, para que cuando llegue les encuentre en
vela y los invite a sentarse a su mesa”.
Como celebración, la
Vigilia está estructurada en cuatro grandes momentos. El Misal refleja asà esta
estructura: “La celebración de esta Vigilia se desarrolla de la siguiente
manera: después de un breve lucernario o liturgia de la luz (que es la primera
parte de la Vigilia), la Santa Iglesia,
llena de fe en la palabra y en las promesas del Señor, contempla las maravillas
que el Señor Dios realizó desde el principio a favor de su pueblo (segunda
parte de la Vigilia o liturgia de la palabra), hasta que, al acercarse el dÃa
de la resurrección y acompañada ya de sus nuevos hijos renacidos en el bautismo
(tercera parte de la Vigilia o liturgia bautismal), es invitada a la mesa que
el Señor, por medio de su muerte y resurrección, ha preparado para su pueblo
(cuarta parte de la Vigilia o liturgia eucarÃstica)”.
La Vigilia, en todas sus
partes, debe hacerse durante la noche. Y el Misal recomienda que no debe
escogerse una hora tan temprana que se inicie antes de empezar la noche; ni una
hora tan tardÃa que concluya después del alba del domingo.
La razón de este énfasis
nocturno de la Vigilia, está esencialmente en la realidad pascual que está
llamada a significar, el “paso”. El simbolismo del paso de las tinieblas a la
luz, el dÃa que vence a la noche, expresa mejor que cualquier concepto, en el
plano simbólico, el misterio más profundo de la Pascua: el paso de Israel de la
esclavitud a la libertad; el paso de Cristo de la muerte a la vida gloriosa; el
paso de los creyentes en Cristo del pecado a la vida divina.
En nuestro tiempo hoy,
siento que tenemos el gran desafÃo de mantener viva la esencia de la Vigilia. Las
primeras comunidades sentÃan tan vivamente el misterio de esta noche que
consideraban que era ilÃcito dormir, porque hay que velar en la espera de
Cristo resucitado.
Por eso se nos invita a
vivirla en un clima de gozo y en su ritmo progresivo; enmarcado en el conjunto
del Triduo Pascual, del cual es parte fundamental de su segundo dÃa. Vivir cada
una de sus partes con un sano equilibrio. No estar tan pendientes del reloj y
abrirnos a la gran riqueza de la palabra de Dios, que nos habla
espléndidamente. ADH 855
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