Evangelio | Giuseppe De Rosa
Los
años «oscuros» de Jesús en Nazaret
La
«juventud» de Jesús (II)
Jesús pasó
los años de su adolescencia y juventud en Nazaret, donde, viviendo el clima
espiritual del «judaísmo del segundo Templo». ¿Pero qué podemos decir sobre
estos largos años de Jesús pasados en Nazaret? Aparte del episodio en que se
«pierde» en el Templo, narrado por Lucas (2,41-50), los Evangelios han callado
al respecto.
Educación
de Jesús
¿Qué tipo
de educación recibía un niño en tiempos de Jesús? La primera educación la
recibía de la madre y del padre, y consistía en los elementos esenciales y más
simples de la fe judía. Si en el pueblo había una sinagoga, esta hacía también
las veces de una escuela básica, en la que los niños aprendían a leer la Torâ
bajo la guía de un maestro, que podía bien ser el jefe de la sinagoga o un
servidor. Lucas (4,16) nos informa que en Nazaret había una sinagoga que Jesús
solía frecuentar los sábados: se trataba de la participación en el culto
sinagogal de la mañana y del resto de las grandes fiestas religiosas.
Este
servicio litúrgico sinagogal consistía en recitar algunas oraciones: el šema‘,
precedido y seguido por bendiciones; la profesión de fe judía; el ruego de las
«Dieciocho Bendiciones» (šemôneh‘ esrŁh) incluida la bendición del sacerdote.
Seguía la liturgia de la Palabra real y propia con la lectura de la Torâ
dividida en más partes y realizada por al menos cinco o siete personas; al
final de la lectura del texto hebreo, que no todos comprendían, se hacía una
paráfrasis en arameo, que era la lengua hablada por el pueblo. Luego se leía
una perícopa profética – llamada haftarah – y se hacía una homilía para
explicarla. Las lecturas se hacían de pie, desde un ambón sobre un podio de
madera, mientras que las explicaciones del texto profético se realizaban desde
el podio sentados.
Durante
todo el tiempo pasado en Nazaret, Jesús frecuentó cada sábado la sinagoga del
pueblo: así no solo aprendió a leer, además adquirió un buen conocimiento de la
Torâ, de los Salmos y de los libros proféticos, como muestran sus discusiones
con los escribas y los fariseos durante su vida pública.
Pero aquí
se instalan dos preguntas: ¿qué lengua hablaba Jesús? Si sabía leer, ¿sabía
también escribir?
¿Qué lengua
hablaba Jesús?
Para
responder a esta pregunta – partiendo del supuesto de que Jesús se hacía
entender por sus oyentes – debemos decir que hablaba la lengua que sus auditores
hebreos entendían. ¿Cuál era esta lengua? Eran cuatro las lenguas que los
hebreos del siglo I hubieran podido hablar: latín, griego, hebreo y arameo.
Ahora bien, el latín era la lengua de los dominadores y la usaban casi
exclusivamente los oficiales romanos entre ellos. Por esto, el latín se hablaba
en los lugares del poder, como en Cesarea Marítima, sede del prefecto romano
que gobernaba Judea, pero era desconocido en un pequeño pueblo galileo. No hay
ninguna razón para que Jesús haya hablado, y mucho menos leído, el latín.
En cuanto
al griego, sin duda Palestina fue influida por la cultura y la lengua griega,
por lo que el judaísmo palestino era un judaísmo helenístico. La lengua y la
cultura griega se difundieron en ambientes cultos de Jerusalén y entre los
hebreos que vivían en ciudades helenizadas de la costa mediterránea, como Gaza,
Tolemaida y, sobre todo, Cesarea. En cambio, la lengua griega no parece que se
haya difundido en Galilea. Esto no quita que, siendo el griego la lengua franca
en tiempos de Jesús, «En su taller de carpintería, Jesús pudo tener ocasión de
aprender el suficiente griego para apalabrar los encargos y escribir las
facturas. Las peregrinaciones regulares de su familia a la santa – aunque
helenizada – ciudad de Jerusalén pudieron ser ocasión de que el joven Jesús
recibiera numerosas dosis de cultura griega y del griego hablado en los
espacios públicos. Naturalmente, aunque recibidos de manera ocasional, esos
conocimientos de griego podrían haber sido suficientes para manejarse en las
necesidades profesionales corrientes como las antes señaladas. […] Pero, sin
una educación formal en esa lengua, resulta muy inverosímil que conociera a
fondo la lengua griega, ni siquiera que tuviera bastante dominio y fluidez para
enseñar en griego con su asombroso arte de la palabra». Por esto, es bastante
dudoso que algunas frases de Jesús hayan existido desde el inicio en griego y
que no hayan tenido necesidad de ser traducidas cuando pasaron a los Evangelios
escritos en griego.
En cuanto
al hebreo – que era la lengua sagrada de los judíos – después del exilio
babilónico y el regreso a Palestina, decayó como lengua hablada en su uso
popular y fue suplantado por el arameo, que era la lengua franca del Oriente
Próximo. De hecho, los libros sagrados escritos después del exilio, como los
libros de Esdras y Daniel, contienen capítulos enteros escritos en arameo (en
Daniel, cerca de seis capítulos sobre doce). En realidad, el hebreo clásico
siempre se ha hablado en Palestina, y las obras teológicas, como muestran los
rollos de Qumrán, estaban en su mayor parte escritas en hebreo; pero esto no
quiere decir que el hebreo fuera la lengua de la gente común. Esto explica por
qué, cuando en las sinagogas se leía la Biblia hebrea, se acudía a los targumîn,
que eran traducciones en arameo de un texto hebreo que ya no era comprensible
para el común de los hebreos. En cuanto a Jesús, la costumbre de frecuentar las
sinagogas y de discutir con los escribas y fariseos sobre puntos de la Sagrada
Escritura escritos en hebreo, sobre el sábado y las reglas de pureza, hacen
verosímil la hipótesis de que Jesús estuviera en condiciones de leer y comentar
el hebreo bíblico. Los judíos que lo escuchan en Jerusalén mientras enseña en
el Templo se asombran de su conocimiento de las Sagradas Escrituras y se
preguntan: «¿Cómo conoce las Escrituras sin haber estudiado?» (Jn 7,15). El
hecho, además, de que a Jesús se le haya dado en público el título de rabbi
(maestro) muestra que se consideraba a Jesús una persona culta, capaz de
enseñar y de discutir con los rabbi (escribas) y con los fariseos[5].
Y luego
está la perícopa evangélica en la que se dice que Jesús «lee» un pasaje del
profeta Isaías (Lc 4,16-19) que luego explica a los presentes; pero muchos
exégetas consideran que esta perícopa es un aporte de Lucas y que no se trata
de un hecho que haya realmente sucedido. En cualquier caso, si bien existen
buenos motivos para afirmar que Jesús estaba en condiciones de leer y de
comentar la Sagrada Escritura hebrea, no podemos decir que estuviese en
condiciones de hablar hebreo de forma fluida y habitual.
Por último,
el arameo – una lengua muy similar al hebreo – era una lengua común, cotidiana,
hablada por el hebreo medio del siglo I d.C. También la lengua hablada corrientemente
por Jesús era el arameo. Lo que se desprende, además, del hecho de que los
dichos de Jesús conservados en griego a menudo toman una nueva fuerza poética e
incluso una mayor claridad de sentido cuando se retraducen al arameo. Algunos
dichos de Jesús contienen expresiones idiomáticas en arameo, ajenas al griego y
al hebreo. También existe, entre los estudiosos, consenso de que buena parte de
la tradición de los dichos de Jesús se apoya en un sustrato arameo.
Además, el
hecho de que las poquísimas palabras de Jesús que nos han llegado de su lengua
hablada sean arameas muestra que hablaba y enseñaba en esa lengua. Palabras
como talitha kum (muchacha, levántate) que Jesús dirige a la niña muerta hija
de Jairo (Mc 5,41); ephphatha (ábrate), dirigido a un sordo (Mc 7,34) y el
‘abbâ’ de la oración en de Jesús en el Huerto de los Olivos (Mc 14,16). En
arameo exclama, también, con un grito Jesús en la cruz elôì, elôì, lamà,
sabachthanì (Mc 15,34).
En
conclusión: 1) no hay razones para creer que Jesús hablara latín, que era la
lengua de los conquistadores; 2) es probable que conociera y utilizara algo de
griego en el ámbito del trabajo y por el contacto con personas de Galilea que
lo hablaban; 3) Jesús sabía seguramente el hebreo y era capaz de leerlo y de
interpretarlo, e incluso de sostener una discusión con escribas y fariseos
sobre textos hebreos de la Sagrada Escritura; pero no frecuentó una escuela
regular, como los escribas, y había aprendido a leer y entender el hebreo
oyendo las lecturas de las reuniones del sábado en la sinagoga de Nazaret, a la
que asistía «según su costumbre». Sin embargo, pareciera que no hablaba hebreo
habitualmente; 4) es seguro que la lengua que hablaba corrientemente o en la
que enseñó y predicó fue el arameo. Las únicas palabras que nos quedan de la
lengua hablada habitualmente por Jesús son arameas.
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