Ecología Integral | Marcelo
Figueroa
Causas y remedios del pecado ecológico
Por una justicia socio-ambiental
“Proponemos definir el pecado ecológico como una
acción de omisión contra Dios, contra el prójimo, la comunidad y el medio ambiente.
Es un pecado contra las generaciones futuras y se manifiesta en actos y hábitos
de contaminación y destrucción del medio ambiente, transgresiones contra los
principios de interdependencia y la ruptura de redes de solidaridad entre las
criaturas” (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 340-344) y contra la virtud
de la justicia (Sínodo, 82).
Partiendo de la cita de referencia, Alfonso Murad realiza
una abundante y prolífica reflexión sobre el tema por él titulado “El
pecado ecológico y la conversión ecológica”. Sobre el mismo título, que Murad
anticipa que le resulta indispensable para entender y utilizar este concepto
que incluye el cambio personal colectivo, de la mentalidad y estructuras, es
decir una conversión, escribe un artículo de cincuenta apartados que fuera
publicado por la revista EcoTeología#2.
En la primera parte, explica cómo aparecen las
nociones de pecado y conversión en la Biblia y sus implicaciones sociales.
Luego, el autor prefacia que desea mostrar como el pecado ecológico deriva del
pecado social o estructural, utilizando los documentos de los obispos
latinoamericanos en Medellín, Puebla y Aparecida. En tercer lugar - sigue
diciendo el autor - intenta responder a una pregunta crucial para la pastoral:
¿por qué gran parte de los cristianos tiene dificultad para aceptar los temas
del pecado y la conversión ecológica? Finalmente, toma como propuesta de
conversión ecológica la citada en Laudato Si’, anticipando que no incluirá el
Sínodo para la Amazonia, ya que, a su juicio, merece otra reflexión.
Para concluir el trabajo, deja varias y
desafiantes conclusiones abiertas que desarrollamos en el presente artículo por
su valor de ampliar horizontes de pensamiento, reflexión y acción.
Justamente, en la primera de ellas llama a pensar
en una acción u omisión contra Dios, contra el prójimo, la comunidad y el
ambiente. Sobre esto, el autor afirma que “Aquí se enfatiza su aspecto objetivo
y complejo. El pecado ecológico rompe el pacto con Dios, daña a las personas, a
las comunidades y al medio ambiente que nos rodea y del cual somos parte. Tal
pecado es efectivo en acciones humanas visibles.
Pero el ser humano también forma parte de él
cuando calla ante la injusticia socio-ambiental o es cómplice de ella”. Luego,
y elevando su mirada a la relación entre pecado y las generaciones futuras
afirma que: “Somos responsables de la continuidad de la vida en nuestro hogar
común, en toda su extensión. La ecología evoca un compromiso con el presente y
el futuro. La solidaridad intergeneracional se aplica no solo a la comunidad
humana, sino también a otras especies de seres vivos que habitan nuestro
planeta”.
Continuando con sus pensamientos alrededor del
pecado ecológico expresado en acciones, Murad concluye que “que causan impactos
negativos que se acumulan lentamente con el tiempo (contaminación) o tienen un
efecto inmediato (destrucción). Proviene de hábitos y percepciones que tienen
su raíz en la desviación del corazón humano y se exterioriza en estructuras de
pecado, que rompen el equilibrio de los ecosistemas”.
Esto lo invita a reflexionar desde la mirada donde
“Él se manifiesta en actos y hábitos de contaminación y destrucción de la
armonía del ambiente”. Siguiendo con el tema, insiste en que incluye
“transgresiones contra los principios de interdependencia y la ruptura de redes
de solidaridad entre criaturas y contra la virtud de la justicia.
Según su mirada “Aquí se señalan cuestiones más
profundas relacionadas con el pecado ecológico. El individualismo moderno y la
globalización de la indiferencia frente al dolor de los pobres y el planeta
tienen su causa humana en el paradigma antropocéntrico desordenado. Rompe con
la solidaridad básica entre las criaturas, y pone la competencia, y el éxito
individual como valores supremos. En el lenguaje de las escrituras judías,
diríamos que es una forma de idolatría, una forma de abandonar el camino de la
vida y seguir los rastros de la muerte”.
Casi finalizando sus conclusiones, Alfonso Murad,
expresa sus dudas sobre si el concepto de “pecado ecológico” es el más
conveniente para abarcar el conjunto de situaciones y estructuras, actitudes y
actos, a nivel personal, comunitario, institucional, corporativo, económico y
político, contra Dios y nuestro hogar común. Para el, quizás sería mejor hablar
de: “pecado contra la madre tierra”, o “pecado contra la ecología integral”, o “pecado
socioambiental”. La noción de pecado ecológico es una extensión de la noción de
pecado social o pecado estructural, cuando incorpora el nuevo paradigma de la
conciencia ecológica.
A modo de síntesis, el final de sus conclusiones
abiertas a la reflexión expresa su creencia que “el objetivo principal del
discurso debe ser la conversión ecológica, que requiere reparación real de los
daños causados en contra la biosfera y sus miembros: los seres abióticos (agua,
aire, suelo y energía) y los organismos vivos (microorganismos, plantas,
animales y nodos humanos). Esto implica simultáneamente actitudes personales,
colectivas y un nuevo proyecto de sociedad”.
Por todo esto, ya a modo de invitación personal
manifiesta que “Cada uno de nosotros, en diferentes grados y esferas de
existencia, participa en la condición de peregrino(a) en el camino de la vida,
que llamamos santidad, así como del pecado. Por lo tanto, debemos “mirar y
orar” (Mt 26,41). Con humildad, examinemos nuestras actitudes y gestos, a la
luz de la misericordia de Jesús y su llamado a la conversión. Esta conversión
significa pasar del mal al bien, así como pasar de bueno a mayor bien.
La oración nos conecta con el Dios de la Vida y
fortalece en nosotros la vocación de discípulos y misioneros. Actuamos en
grupos, para defender el medio ambiente y las comunidades afectadas por la
minería. Fomentamos una espiritualidad ecológica, que implica lucha por la
justicia socio-ambiental, pero que no es solo de lucha y confrontación. Ella
incluye la meditación de la Palabra de Dios, el cultivo de la paz interior, la
gratitud hacia los demás y la naturaleza, la alegría de saborear las pequeñas
cosas de la vida cotidiana, la alabanza y la acción de gracias a Dios, la
experiencia de la comunión con el suelo, el agua, el aire, plantas, animales y
personas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...