Sacramentos | Alexis Cifuentes
5 claves del gesto eucarístico
La Eucaristía tiene sabor a pan y vino, a encuentro de
familia, a comunidad que se dispersa y se encuentra, siempre unida alrededor de
aquel que la constituyó y la envió. Tiene sabor a los detalles cotidianos, a
la vuelta al hogar, a la confianza de estar en familia. La Eucaristía tiene un
Misterio que pasa por las manos laboriosas que convierten la harina en pan y la
uva en vino. Y por los corazones latiendo al reconocer a quien vivió entre
nosotros sin creerse mejor que nosotros; que se abajó para ponernos a la altura
de nuestra real condición.
La Eucaristía nos da el valor de salir de nosotros mismos y de inclinarnos con amor hacia las debilidades de los demás
La Eucaristía se forja en humanidad transformada, en
ella se asumen nuestras deficiencias e infidelidades que se convierten en
gestos de perdón y de aceptación. Celebra nuestros mejores deseos,
agradecimientos, despierta la alegría de vivir con esperanza. La Eucaristía no
tiene límites para celebrar la vida y sus asuntos. La Eucaristía compartida,
como somos, deleita la certeza de lo que podemos llegar a ser cuando prima el
amor, la fraternidad, la comunión entre nosotros. Me llaman la atención su
realidad, siguiendo al papa Francisco.
1. El mayor de los sacramentos que hemos
recibido y que resumimos en siete, Jesús nos lo da de manera sencilla, fraterna,
como un don, un gesto de compartir, en un momento crítico de su vida.
2. Jesús nos muestra que la meta de la vida está
en entregarse, que lo más grande es servir. Y la grandeza de Dios se expresa en
un pedazo de Pan, en una fragilidad que desborda de amor, desborda de
compartir.
3. La fragilidad de la encarnación
permanece en este modo de ofrecerse. Jesús se vuelve frágil como el pan que se
rompe y se desmorona. Pero precisamente ahí radica su fuerza, en su fragilidad.
4. En la Eucaristía, la fragilidad es
fuerza: fuerza del amor que se achica para ser acogido y no temido; fuerza del
amor que rompe y divide para nutrir y dar vida; fuerza del amor que se
fragmenta para unirnos a todos en unidad.
5. Esta fragilidad de la Eucaristía es
también -y muy importante-, fuerza para amar a los que se equivocan. La noche en
que es traicionado Jesús nos da el Pan de vida. A una traición reacciona con un
gesto de amor.
Entiendo así, que al acercarnos a la Eucaristía vamos
conscientes de nuestra condición de pecadores; pero también de nuestra certeza de
ser amados y perdonados. Por que necesitamos la Eucaristía para amar no de cualquier
manera, sino como Él nos amó.
Concluyo con una reflexión del Papa:
La Eucaristía sana porque une a Jesús: nos hace
asimilar su forma de vida, su capacidad para romperse y entregarse a los
hermanos, para responder al mal con el bien. Nos da el valor de salir de
nosotros mismos y de inclinarnos con amor hacia las debilidades de los demás.
Como Dios hace con nosotros.
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