La Iglesia se hace diálogo | Jesús Espeja teólogo
"Sigo pensando que con el papa Francisco
se
está abriendo un tercer periodo postconciliar"
"Utopía en proceso: En la Iglesia como en la
humanidadlas cosas no cambian de la noche a la mañana"
"El Evangelio de la fraternidad es una
utopía. No ilusoria pues de algún modo está sembrada en el corazón humano y su
presencia despunta por doquier; pero solo se hace realidad en un proceso"
"La Iglesia experimenta que todavía no es lo
que ansía ser, que la utopía de la fraternidad donde todas las personas tengan
una vida digna, solo es realidad muy limitada y en proceso"
Jesús de Nazaret, desde su singular experiencia de
Dios, propuso la fraternidad sin discriminaciones como vocación, tarea y
destino de los seres humanos. Tuvo conciencia de que con su forma de vivir y
actuar la utopía se hacía realidad todavía en camino. Como la semilla que un
labrador esparce con esperanza en la tierra, como el insignificante grano de
mostaza que va creciendo, como el fermento que poco a poco va preparando la
masa para que salga el pan caliente.
El Evangelio de la fraternidad es una utopía. No
ilusoria pues de algún modo está sembrada en el corazón humano y su presencia
despunta por doquier; pero solo se hace realidad en un proceso. Bien lo sabe el labrador que confiadamente
siembra soñando en la cosecha, pero su confianza es puesta a prueba en las
lluvias intempestivas, en las sequías prolongadas y en los pedriscos de mayo.
La misión y la credibilidad de la Iglesia son más
importantes que los cargos, y posiciones personales
Quienes hemos vivido los últimos cincuenta años
dentro de la Iglesia, hemos constatado la tensión muchas veces incómoda y
conflictiva cuando la utopía toma cuerpo en la realidad. Con el Vaticano II
respiramos aires de utopía; se abrían horizontes nuevos, se derribaban muros,
se avivaba el ánimo para seguir adelante. Pero esos aires utópicos debían
entrar en proceso de realización. Y para evitar el peligro de riadas que
arrastran tierra y semilla juntas, se pusieron diques con el peligro de
paralizar la corriente.
Fue un segundo periodo postconciliar nada fácil
dentro de la misma Iglesia. Hubo muchos abandonos en el clero y con frecuencia
uno tenía que decirse a sí mismo: “que yo comprenda, Señor mío, al que se queja
y retrocede”. En ese invierno de prueba, otros, como el trigo ante las duras
escarchas, en vez de crecer hacia fuera, optaron por crecer por dentro,
madurando en su experiencia de fe.
La trayectoria de Jesús era un ejemplo. Cuando
quiso introducir la utopía en el proceso de la realidad, llegó el conflicto que
vivido con amor gratuito, fructificó en victoria sobre la muerte. No debemos
ser ingenuos; aunque podemos hacer algo, en la Iglesia como en la humanidad las
cosas no cambian de la noche a la mañana.
Sigo pensando que con el papa Francisco se está
abriendo un tercer periodo postconciliar. La Iglesia experimenta que todavía no
es lo que ansía ser, que la utopía de la fraternidad donde todas las personas
tengan una vida digna, solo es realidad muy limitada y en proceso de
realización. Pero al mismo tiempo esa Iglesia reconoce que la utopía de la
fraternidad despunta en todos los rincones del mundo, quiere arrancar de su entraña la podredumbre que la carcome, y dar un paso más en su conversión a la utopía del Evangelio.
En ese anhelo hace unos días fueron bien
significativos los gestos del arzobispo de Múnich y del papa Francisco. El arzobispo cardenal Marx presentó su
dimensión al papa Francisco: "Básicamente, para mí se trata de asumir la corresponsabilidad
en relación con la catástrofe de los abusos sexuales perpetrados por
representantes de la Iglesia en las últimas décadas"; la misión y la
credibilidad de la Iglesia son más importantes que los cargos, y posiciones
personales.
El papa Francisco le responde como hermano en la
fe, pidiéndole que siga en la brecha: “Si te viene la tentación de pensar que,
al confirmar tu misión y al no aceptar tu dimisión, este Obispo de Roma
(hermano tuyo que te quiere) no te comprende, piensa en lo que sintió Pedro
delante del Señor cuando, a su modo, le presentó la renuncia: ´apártate de mí
que soy un pecador´, y escuchó la respuesta: ´pastorea a mis ovejas´. El
cardenal Marx ha respondido: “con actitud de obediencia, acepto la decisión”.
Para vivir y actualizar la utopía del Evangelio en un proceso histórico de
oscuridad y de aparente fracaso, necesitamos abrirnos al Espíritu que nos da
coraje de futuro.
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