Fe y Vida | Redacción Amigo del Hogar
La fe: ¿verdades que
debemos creer?
El ser humano está hecho para la relación con
Dios, de la misma manera que está hecho para relacionarse con los demás y con el
mundo que le rodea. Para encontrarse y encontrar su lugar en el mundo, necesita
reconocer y actuar su condición humana, esto es, su ser con los demás y para
los demás; como afirmamos en nuestra época, todo está interconectado y estamos
hecho para la cooperación, como afirmaba Marco Aurelio.
Creer es decir 'amén' a Dios, fundar la existencia solamente sobre él, y es, por tanto, una actitud que incluye sentimientos de fidelidad personal, entrega absoluta, confianza osada, paciencia que nunca desespera...
Desde su búsqueda de sentido, de la verdad, del
amor, el ser humano se encuentra con Dios, a quien está religado. En clave
cristiana escucha ese llamado de la trascendencia y tiene libertad de acoger o
no la llamada a esa relación como gratuidad, don, responsabilidad. La relación
acogida, se convierte en una alianza.
El ser humano da respuesta positiva a Dios asumiendo
la relación y entra aquí una virtud teologal: la fe, que es precisamente vivir,
celebrar, anunciar y testimoniar esa relación con Dios. Desde este punto de
vista superamos la problemática de la fe comprendida como “las verdades que
debemos creer”, por lo cual la fe se convierte en un asentimiento intelectual, que
puede quedarse en el plano de la razón.
En últimos siglos de la historia humana, la
razón ha llegado a escalar un lugar preponderante en la consideración de lo que
nos hace humanos. De hecho, se hablaba de “tener uso de razón”, como el momento desde el cual somos conscientes, recordamos. El ejemplo de la fe del carbonero es muy
notorio en este sentido, pues dice de una escala de madurez en la fe según el
conocimiento humano, más que de la experiencia y la práctica de la fe en el
transcurrir de nuestras vidas.
Recordemos que Abrahán es llamado “Padre de la
fe” no porque memorizara teorías sobre la realidad de Yahvé. Sería la confianza
puesta en ese Dios que se le revela, lo que da a nuestro antepasado en la fe esa
cualidad como padre de pueblos. Con argumentos racionales Abrahán tendría muchas
razones para no ponerse en camino, para no abandonar una vida ya en el ocaso y salir a comenzar de nuevo. Se encontró con el Dios de la vida y siguió sus huellas, con
muchos riesgos, confiado en Él.
Nuestra fe cristiana tiene muchos hombres y
mujeres de Iglesia que a través del tiempo han sido fieles testigos del Dios
amor, han quedado envuelto en su misterio de Gracia y muchos han dado la vida
por su causa. Su fe fue mucho más que entusiasmo por grandes ideas o grandeza
por muchos conocimientos. De ellos aprendimos a ser “dóciles al Espíritu”,
dejarlo todo para seguirle en Jesús por la causa del Reino, es decir, de una
certeza del amor que transforma vidas y conduce la historia para que todos
tengan vida.
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