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    sábado, 10 de julio de 2021

    Homilía: Con la biblia y el periódico


    Reflexión | Tomás Muro Ugalde




    ¿Una homilía? Con la biblia
    en una mano y el periódico en la otra

     

    Decía el gran teólogo luterano Karl Barth (1886-1968) que una homilía hay que hacerla con la Biblia en una mano y el periódico en la otra.

     

    Esta homilía de hoy la comienzo con algunas grandes cuestiones, preguntas que impregnan hoy en nuestra realidad social y eclesial.

     

    Secularización, ateísmo

    Es evidente, si no nos tapamos los ojos, que en Occidente, -sobre todo en Europa- y en el último siglo y medio se ha producido una gran deserción de mucha gente de la religión, de las religiones cristianas. Constatamos cómo la descristianización, la secularización, el ateísmo, etc. empapan el tejido social-cultural de nuestros pueblos. “Dios ha muerto” y las iglesias están “medio vacías”.

     

    De esta constatación se deducen algunas preguntas:

     

    + ¿A qué se debe esta situación “atea” en la que nos encontramos?

     

    + ¿Será cierto que, a mayor desarrollo científico, económico, tecnológico, más desciende el nivel de religiosidad de los pueblos y de las gentes?


    + ¿Habrá que admitir que la religiosidad es cosa de pueblos primitivos, quizás rurales, de modo que, el hombre de la sociedad industrial ya no es religioso y ha de abandonar la fe como abandonamos la creencia en los Reyes Magos?


    + ¿Cuál o cuáles serán los caminos y contenidos de una fe sana? (Absténganse fanáticos y religiosos terminales)

     

    Algunas consideraciones

    +. El ser humano -la humanidad- no ha sido atea, ni irreligiosa.


    El ateísmo es un fenómeno relativamente nuevo, nos viene de mediados del siglo XIX. Feuerbach (1804-182) fue el “primer ateo oficial”. Nietzsche (1844-1900) fue quien “proclamó” la muerte de Dios.


    Sin embargo la humanidad ha sido -y es-  religiosa. Otro problema distinto es cuál sea el Dios o el ídolo en quien crea.


    Del mismo modo que el ser humano es inteligente (más o menos, pero inteligente), o es ser sexuado (otra cosa es si uno es casado, célibe, homosexual, etc,) pero somos seres sexuados, de esa misma manera somos seres religiosos.


    Algunas ideologías tienen como Dios a la patria: lo estamos viendo en cada campaña electoral y en los parlamentos. Los partidos políticos tienen como Dios el poder. Muchas personas adoran el dios dinero, otras muchas personas se postran ante el dios eros, etc.


    El ser humano es, pues, religioso por naturaleza: nos re-ligamos con un Dios o con un  ídolo.


    Y conviene no equivocarse a la hora de elegir el dios que rija nuestra vida.


    +. Adaptación a los momentos y situaciones culturales en la historia.

     

    El cristianismo nace en un contexto judío –Jesús era judío- y ya el mismo San Pablo ha de hacer un esfuerzo por “traducir” el cristianismo a los moldes de la cultura griega. San Agustín, a finales del siglo IV y comienzos del V, vierte el cristianismo al pensamiento griego de Platón, que era el hábitat cultural de aquel tiempo en los pueblos mediterráneos. Así van entrando en el cristianismo conceptos griegos que hoy los vivimos espontáneamente, pero que originariamente no estaban presentes en el cristianismo: conceptos como inmortalidad, persona, pecado original, bautismo de niños, etc. son adaptaciones del cristianismo a la cultura de su tiempo.

     

    Se trata de la inculturación (término acuñado por el P. Arrupe). Inculturaciòn es el proceso de integración de una cultura en otra. Así por ejemplo: la Teología de la Liberación es el proceso de inculturación del cristianismo en Latinoamérica.

     

    Demos un paso más:

     

    Probablemente la Iglesia no ha entrado ni ha asumido la modernidad, no se ha inculturado en la modernidad-.


    + . Pongamos que desde la época de Galileo (1564-1642) la Iglesia se lleva mal y a “regañadientes”, o más bien “no se lleva” con el mundo moderno, con las ciencias, la política, la democracia, etc. El pensamiento eclesiástico admite de mala gana el evolucionismo de Darwin (1809-1882) y en muchas iglesias evangélicas se prohíbe explicar que el ser humano viene por evolución y no por el barro, Adán y Eva, el paraíso, la manzana, etc. (teniendo estos mitos un gran valor simbólico y teológico).


    Tampoco la Iglesia se siente cómoda en la diversidad de las opciones políticas. La Iglesia “chirría” cuando se habla de democracia, de libertad.


    En los sectores más conservadores de la Iglesia no se admite la interpretación de la Biblia, los géneros literarios en la misma, etc.


    A partir de la modernidad, que nace en los siglos XVII-XVIII se produjo una bifurcación entre mundo profano-científico y la Iglesia. Cada cual va por su lado y no se suelen dar momentos de encuentro.


    +. Vaticano II

     

    El concilio Vaticano II supuso -hasta cierto punto- una presencia del Evangelio en el mundo y en los problemas del hombre moderno. Probablemente ese acercamiento fue debido -sobre todo- a la bonhomía de Juan XXIII. La bondad y sensatez de Juan XXIII fue más valiosa que toda la dogmática y legislación eclesiásticas.


    Probablemente el Vaticano II ha sido -hasta Francisco- el único momento de adaptación del cristianismo a la modernidad.


    El evangelio puede volver llenar la vida.


    El Evangelio no es un bloque dogmático de creencias (Denzinger), ni un entramado de leyes (Código de Derecho), ni un amasijo de ritos estrictos, ni una permanente discusión acerca del poder. El evangelio es la buena noticia liberadora para el ser humano. El Evangelio es bondad.

     

    Jesús estaba del lado del ser humano, no de la Ley, ni de los esquemas religiosos del Templo, de la sinagoga.


    Jesús curaba enfermos, sanaba, daba de comer, acogía a mujeres, trataba con publicanos y pecadores, perdonaba, levantaba de la muerte.


    El Dios de Jesús no es un Dios tremendista, ni un Dios aliado con los poderes de este mundo, sino que Dios es Padre que acoge.


    Soñaba el papa Francisco con una Iglesia que fuese un hospital de campaña, un lugar amable. La Iglesia, el sistema religioso que pretenden restaurar muchos obispos se parece más a un cuartel que a un hogar, pero el evangelio no se presenta a cañonazos y condenas.


    El hombre moderno -ya más bien postmoderno- será creyente, cristiano si experimentamos y respiramos en la Iglesia bondad y amabilidad de Dios, si vivimos en respeto, libertad, sensatez.


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