Temas de
Salud | Dra. Marcia Castillo
Máscaras y mascarillas
A primera vista el mensaje es uno de esos que
enganchan, bien elaborado, musicalizado e impregnado de un tono amistoso: “La mascarilla
vino para hacernos bajar la nariz, para tirar nuestros oídos adelante y poder
escuchar mejor, para atender el lenguaje no verbal y estar más pendiente de
quien nos está hablando; en fin, la mascarilla no vino para alejarnos si no
para acercarnos”. En teoría yace una coherencia aleccionante en ese postulado.
El hombre ha tenido que reinventarse en este hecho histórico sin precedentes
que nos ha tocado vivir, no obstante no olvidemos que desde los albores de los 80 el psicólogo y estudioso del lenguaje Albert Mehrabian propuso
la regla de comunicación que otorga el 55% al lenguaje no verbal, un 38% al
tono de la voz y un 7% a las palabras, esta regla se cumple cuando hablamos de sentimientos y de actitudes, la
parte más rica e importante desde el humanismo, entonces con el discurso de la mascarilla y esta teoría existe un conflicto
científico.
Viviendo de espaldas, en voz baja y enmascarados
Según la RAE la Empatía es el
sentimiento de identificación con alguien o la capacidad de identificarse con
alguien y compartir sus sentimientos. Además, es uno de los requisitos de la
inteligencia emocional, la cognición social y está relacionada con la
compresión, el apoyo y la escucha activa, pero acaso ¿Ha llegado la mascarilla para enmascarar una empatía ya previamente
fisurada?
Estudios realizados en la
Universidad de Neurociencia en Italia, por Trieste J.-C. Baumeister y G. Papa,
F. Foroni escribieron los resultados en su libro “Más profundo que la piel profunda – El efecto
de la toxina botulínica-A en el procesamiento de la emoción”, Toxicon de 2016; demostraron
que las personas inyectadas en su rostro con “botox”, (sustancia que paraliza
temporalmente los músculos de la cara y evita
que se marquen las líneas de expresión y
pliegues faciales a causa de la gesticulación habitual) muestran como
efecto secundario, la pérdida de empatía, es decir, cuando alguien te sonríe y
tú haces lo mismo, estableces una conexión neurológica a través de las células
en espejo, responsables de establecer la empatía con los demás y la solidaridad;
si extrapolamos esto a un rostro medio tapado o medio cubierto, que es lo mismo, resulta poco probable que una emoción
o sentimiento se reproduzca en el interlocutor.
No es cierto que hablamos más claro,
porque la incidencia de disfonía en niños es cada vez más creciente, ya que su
aparato fonatorio en pleno desarrollo se encuentra con barreras externas. No escuchamos
mejor, pues muchos de nuestros adultos mayores que ya tienen prebisacusia
(disminución de la aguda auditiva por la edad) les genera frustración e impotencia
y prefieren muchas veces no entablar ninguna conversación para no tener que
repetir ¿qué me dijiste?, alienándose.
No somos
más empáticos porque en el ascensor no sintamos la displicencia
ni la obligación del cortés “buenos días”; no miramos a los ojos porque nos subimos
de espaldas, hablando en voz baja, engullendo información en nuestros dispositivos
electrónicos, leyendo sobre las nuevas cepas, sobre la reforma fiscal, el costo de los
materiales que se ha triplicado y un análisis sobre la perdida de la empatía, Vamos
por el piso 2do. piso y con el ceño fruncido para poder enfocar mejor lo que
leemos; tercer piso: “aquí me quedo por favor”, nadie pulsa el botón, talvez no
hablé lo suficientemente fuerte o los demás no escucharon, me tocara enmascararme
con la mascarilla y bajar por la escaleras. ADH 858
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