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    martes, 13 de julio de 2021

    Máscaras y mascarillas


    Temas de Salud | Dra. Marcia Castillo





    Máscaras y mascarillas

     

     A primera vista el mensaje es uno de esos que enganchan, bien elaborado, musicalizado e impregnado de un tono amistoso: “La mascarilla vino para hacernos bajar la nariz, para tirar nuestros oídos adelante y poder escuchar mejor, para atender el lenguaje no verbal y estar más pendiente de quien nos está hablando; en fin, la mascarilla no vino para alejarnos si no para acercarnos”. En teoría yace una coherencia aleccionante en ese postulado. El hombre ha tenido que reinventarse en este hecho histórico sin precedentes que nos ha tocado vivir, no obstante no olvidemos que desde los albores de los  80 el psicólogo y estudioso del lenguaje Albert Mehrabian propuso la regla de comunicación que otorga el 55% al lenguaje no verbal, un  38%  al tono de la voz y un 7% a las palabras, esta regla se cumple cuando hablamos de sentimientos y de actitudes, la parte más rica e importante desde el humanismo, entonces con el discurso  de la mascarilla y esta teoría existe un conflicto científico.

     

    Viviendo de espaldas, en voz baja y enmascarados

     

    Según la RAE la Empatía es el sentimiento de identificación con alguien o la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos. Además, es uno de los requisitos de la inteligencia emocional, la cognición social y está relacionada con la compresión, el apoyo y la escucha activa, pero acaso ¿Ha llegado la mascarilla para enmascarar una empatía ya previamente fisurada?

     

    Estudios realizados en la Universidad de Neurociencia en Italia, por Trieste J.-C. Baumeister y G. Papa, F. Foroni escribieron los resultados en su libro “Más profundo que la piel profunda – El efecto de la toxina botulínica-A en el procesamiento de la emoción”, Toxicon de 2016; demostraron que las personas inyectadas en su rostro con “botox”, (sustancia que paraliza temporalmente los músculos de la cara y  evita que se marquen las líneas de expresión y  pliegues faciales a causa de la gesticulación habitual) muestran como efecto secundario, la pérdida de empatía, es decir, cuando alguien te sonríe y tú haces lo mismo, estableces una conexión neurológica a través de las células en espejo, responsables de establecer la empatía con los demás y la solidaridad; si extrapolamos esto a un rostro medio tapado o medio cubierto, que es lo  mismo, resulta poco probable que una emoción o sentimiento se reproduzca  en el  interlocutor.

     

    No es cierto que hablamos más claro, porque la incidencia de disfonía en niños es cada vez más creciente, ya que su aparato fonatorio en pleno desarrollo se encuentra con barreras externas. No escuchamos mejor, pues muchos de nuestros adultos mayores que ya tienen prebisacusia (disminución de la aguda auditiva por la edad) les genera frustración e impotencia y prefieren muchas veces no entablar ninguna conversación para no tener que repetir ¿qué me dijiste?, alienándose.

     

    No somos más empáticos porque en el ascensor no  sintamos  la  displicencia ni la obligación del cortés “buenos días”; no miramos a los ojos porque nos subimos de espaldas, hablando en voz baja, engullendo información en nuestros dispositivos electrónicos, leyendo sobre las nuevas cepas,  sobre la reforma fiscal, el costo de los materiales que se ha triplicado y un análisis sobre la perdida de la empatía, Vamos por el piso 2do. piso y con el ceño fruncido para poder enfocar mejor lo que leemos; tercer piso: “aquí me quedo por favor”, nadie pulsa el botón, talvez no hablé lo suficientemente fuerte o los demás no escucharon, me tocara enmascararme con la mascarilla y bajar por la escaleras. ADH 858

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