Mensajes | Audy Sánchez/ADH
Come, bebe y agóbiate en la mano de Dios
Un fragmento del libro de Eclesiastés 2,24 nos
invita a comer y beber, así mismo a disfrutar en medio de nuestras fatigas. El
texto señala que no existe una felicidad mayor que esta.
El libro postexílico, atribuido al rey Salomón,
quien observa que estos placeres vienen de la mano del mismo Señor,
ya que “quien come y quien bebe, lo tiene de Dios”, cuando este es de su
agrado.
Anterior a esto el autor señala que plantó todo
tipo de frutas y viñas como algunas de sus grandes obras, también trató de
regalar su cuerpo al vino, pero consideró que "todas las obras de mis
manos y el fatigoso afán de mi hacer… es vanidad y atrapar vientos”.
Asi mismo tuvo oro, plata, esclavos, siervos y
animales, muchísimo más que la población promedio, obvio, era el rey de una de
las ciudades más poderosas de aquel entonces: Jerusalén.
Pero el fin no es tomar y alimentarse, tampoco
agobiarse de manera desenfrenada, tomando en cuenta que no reusarse a lo que
pidan nuestros ojos y corazones no será de algún provecho para alguien “bajo el
sol”.
Porque, si anteriormente señalé la felicidad que
dan estos simples actos cuando vienen de la mano de Dios, comer, beber y
agobiarse puede parecer contradictorio ya que a simple vista lo mismo hacía
Salomón?
La diferencia estaba de las manos que procedían,
Dios, aun en la fatiga, nos invita a disfrutar cuando viene de su mano, en
cambio hasta los mejores placeres si vienen de las manos del hombre es vanidad
y tratar en vano sostener el viento.
El capítulo concluye que “a quien -Dios- le
agrada, da El sabiduría, ciencia y alegría; más al pecador, da la tarea de
amontonar y atesorar -lo que hizo el rey- para dejárselo a quien agrada a Dios”.
Esto es vanidad.
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