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    lunes, 13 de septiembre de 2021

    Te nos fuiste temprano, P. Miguel José


    Solidaridad | P. Miguel Ángel Gullón, op

     


    Te nos fuiste temprano, P. Miguel José

     

    Vida entregada a los demás y a Dios, con total gratuidad y alegría. Son muchas las virtudes que adornaron tu vida, P. Miguel José. Desde este espacio privilegiado, “Amigo del hogar”, que fue la niña de tus ojos y a la que le dedicaste todo tu tiempo quiero, en nombre de la Familia Dominica, dar gracias a Dios por tu vida, por tu amistad entrañable, por tu corazón apasionado. Eras un hombre de profunda fe en Dios que gozabas del encuentro con las personas desde un trato exquisito, tierno, amable, acogedor, dulce. Pronunciabas las palabras con timidez, casi con temor a invadir el espacio de la otra persona. Y siempre desde una escucha atenta, mirando a los ojos, reconociendo el valor de cada instante compartido, sin prisa, disfrutando cada momento del diálogo sincero. Tu inteligencia, capacidad de trabajo y gran responsabilidad sobresalían siempre. Pero lo que te diferenciaba realmente era tu bondad, tu jovialidad, tu espíritu servicial, tu ternura. En tus palabras, tus silencios y tus gestos transmitías paz, cariño y apego por la vida saboreada con intensidad.

     

    Tenías fe en los preferidos de Jesús, en todas aquellas personas con las que hoy Jesús compartiría su vida. Fe en los campesinos que se arrodillan en la tierra al sembrar su semilla dando gracias a Dios por la naturaleza. Debo confesar aquí que sentiste especial predilección por los peregrinos de El Seybo que, después de años de lucha por la tierra de la que fueron desalojados salvajemente, aún no han recibido una respuesta sincera que enaltezca su dignidad. En la caminata a la capital para exigir a las autoridades sus derechos, nos acompañaste con tu cámara en los momentos más difíciles de maltrato a los campesinos poniendo en riesgo tu vida debajo de las bombas que llovieron de forma indiscriminada para rechazar y ocultar la verdadera dignidad. Tus imágenes fueron las que dieron a conocer la realidad del pueblo sufriente que desde hace 500 años lucha por el reconocimiento de sus derechos fundamentales.

     

    Miguel José, gracias por llamar cada año a Radio Seybo para ofrecer tu acogida en la Casa Montesinos a jóvenes estudiantes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. A destacar que, además del ahorro económico, cuidabas mucho la convivencia y el cultivo de los valores cristianos. Todo ello con el fin de formar personas que contribuyeran a la construcción de una sociedad más fraterna. Gracias, también, por compartir tu sabiduría con los alumnos y profesores en el Centro de Teología Santo Domingo de Guzmán. 

     

    Miguel José, eras un hombre de esperanza, tu mirada apuntaba a un horizonte de luz. La misma luz que ahora estás contemplando junto a Dios. Como Misionero del Sagrado Corazón supiste encarnar su precioso carisma desde una profunda espiritualidad del corazón enraizada en la Palabra, inspiradora de tu vida. Sabías esperar con paciencia porque estabas en sintonía con el tiempo de Dios. De esa paz interior manaba una cordialidad propia de quienes tienen su corazón henchido de amor por la humanidad. Fruto de tu fe y esperanza nacía una caridad genuina, anclada en una espiritualidad que inspira la auténtica misión de amor y de misericordia.

     

    Tu vida, Miguel José, ha sido un regalo y es un modelo para quienes nos quedamos. Ahora que gozas de la ternura y misericordia del buen Padre Dios te pedimos para que intercedas por nosotros ante Él porque necesitamos fuerza y esperanza para seguir en la lucha de cada día. Tu rostro destella luz de Jesús, luz de Pascua, luz de vida. Te pedimos nos sigas guiando por el camino de la vida plena que tú has iniciado. Meditamos contigo la oración que tantas veces pronunciaste:

     

    Te bendecimos

    Te saludamos, Corazón admirable de Jesús.

    Te alabamos, te glorificamos, te damos gracias,

    Te ofrecemos nuestro corazón, te lo entregamos y consagramos.

    Recíbelo y poséelo entero, purifícalo, ilumínalo y santifícalo,

    A fin de que vivas y reines en él, eternamente,

    Por los siglos de los siglos. Amén."

     

    Gracias por tu vida, Miguel José, hasta siempre.

     

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