Solidaridad | P. Miguel Ángel Gullón, op
Te
nos fuiste temprano, P. Miguel José
Vida entregada
a los demás y a Dios, con total gratuidad y alegría. Son muchas las virtudes
que adornaron tu vida, P. Miguel José. Desde este espacio privilegiado, “Amigo
del hogar”, que fue la niña de tus ojos y a la que le dedicaste todo tu tiempo
quiero, en nombre de la Familia Dominica, dar gracias a Dios por tu vida, por tu
amistad entrañable, por tu corazón apasionado. Eras un hombre de profunda fe en
Dios que gozabas del encuentro con las personas desde un trato exquisito,
tierno, amable, acogedor, dulce. Pronunciabas las palabras con timidez, casi
con temor a invadir el espacio de la otra persona. Y siempre desde una escucha
atenta, mirando a los ojos, reconociendo el valor de cada instante compartido,
sin prisa, disfrutando cada momento del diálogo sincero. Tu inteligencia, capacidad de trabajo y gran
responsabilidad sobresalían siempre. Pero lo que te diferenciaba realmente era
tu bondad, tu jovialidad, tu espíritu servicial, tu ternura. En tus palabras,
tus silencios y tus gestos transmitías paz, cariño y apego por la vida
saboreada con intensidad.
Tenías fe en
los preferidos de Jesús, en todas aquellas personas con las que hoy Jesús
compartiría su vida. Fe en los campesinos que se arrodillan en la tierra al
sembrar su semilla dando gracias a Dios por la naturaleza. Debo confesar aquí
que sentiste especial predilección por los peregrinos de El Seybo que, después
de años de lucha por la tierra de la que fueron desalojados salvajemente, aún
no han recibido una respuesta sincera que enaltezca su dignidad. En la caminata
a la capital para exigir a las autoridades sus derechos, nos acompañaste con tu
cámara en los momentos más difíciles de maltrato a los campesinos poniendo en
riesgo tu vida debajo de las bombas que llovieron de forma indiscriminada para
rechazar y ocultar la verdadera dignidad. Tus imágenes fueron las que dieron a
conocer la realidad del pueblo sufriente que desde hace 500 años lucha por el
reconocimiento de sus derechos fundamentales.
Miguel José,
gracias por llamar cada año a Radio Seybo para ofrecer tu acogida en la Casa
Montesinos a jóvenes estudiantes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. A
destacar que, además del ahorro económico, cuidabas mucho la convivencia y el
cultivo de los valores cristianos. Todo ello con el fin de formar personas que
contribuyeran a la construcción de una sociedad más fraterna. Gracias, también,
por compartir tu sabiduría
con los alumnos y profesores en el Centro de Teología Santo Domingo de
Guzmán.
Miguel José, eras
un hombre de esperanza, tu mirada apuntaba a un horizonte de luz. La misma luz
que ahora estás contemplando junto a Dios. Como Misionero del Sagrado Corazón
supiste encarnar su precioso carisma desde una profunda espiritualidad del
corazón enraizada en la Palabra, inspiradora de tu vida. Sabías esperar con
paciencia porque estabas en sintonía con el tiempo de Dios. De esa paz interior
manaba una cordialidad propia de quienes tienen su corazón henchido de amor por
la humanidad. Fruto de tu fe y esperanza nacía
una caridad genuina, anclada en una espiritualidad que inspira la auténtica
misión de amor y de misericordia.
Tu vida, Miguel
José, ha sido un regalo y es un modelo para quienes nos quedamos. Ahora que
gozas de la ternura y misericordia del buen Padre Dios te pedimos para que
intercedas por nosotros ante Él porque necesitamos fuerza y esperanza para
seguir en la lucha de cada día. Tu rostro destella luz de Jesús, luz de Pascua,
luz de vida. Te pedimos nos sigas guiando por el camino de la vida plena que tú
has iniciado. Meditamos contigo la oración que tantas veces pronunciaste:
Te bendecimos
Te saludamos,
Corazón admirable de Jesús.
Te alabamos, te
glorificamos, te damos gracias,
Te ofrecemos
nuestro corazón, te lo entregamos y consagramos.
Recíbelo y
poséelo entero, purifícalo, ilumínalo y santifícalo,
A fin de que
vivas y reines en él, eternamente,
Por los siglos
de los siglos. Amén."
Gracias por tu
vida, Miguel José, hasta siempre.
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