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    lunes, 15 de noviembre de 2021

    Consumo, luego soy.


    Solidaridad | P. Miguel Ángel Gullón, op

     


    Consumo, luego soy.

     

    Actualmente estamos embarcados en una tendencia que reduce al hombre a mero instrumento dentro de una gran máquina o, dicho de otra forma, a un factor productivo y consumista. La persona cuenta en la medida en que tiene o posee cosas materiales. A este respecto, el papa Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in veritate sostiene lo siguiente: «sin la perspectiva de una vida eterna, el progreso humano en este mundo se queda sin aliento. Encerrado dentro de la historia, queda expuesto al riesgo de reducirse sólo al incremento del tener; así, la humanidad pierde la valentía de estar disponible para los bienes más altos, para las iniciativas grandes y desinteresadas que la caridad universal exige. El hombre no se desarrolla únicamente con sus propias fuerzas, así como no se le puede dar sin más el desarrollo desde fuera» (CV 11).

     

    Por su parte, el papa Francisco establece una clara relación entre la forma de relacionarse con el dinero y la idolatría, señalando las consecuencias que esto tiene para la comprensión que el ser humano se hace de sí mismo: «la adoración del antiguo becerro de oro (cf., Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis mundial, que afecta a las finanzas y a la economía, pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo» (EG 55).

     

    Como cristianos comprometidos debemos alzar nuestra voz y proclamar que la persona debe verse libre de toda servidumbre, que no sea objeto sino agente de su propio destino. Podríamos decir que es una proclama vieja, agotada, sin mordiente, etc. Y sucedería así si se viviera de forma individual, pero se trata de un sueño colectivo, de un proceso que lleva no sólo a un cambio radical de estructuras, a una revolución social, sino que va, incluso más lejos: a la creación permanente de una nueva manera de ser hombre.

     

    La persona produce y consume, se engendra básicamente sobre valores económicos y bio-psíquicos. El orgullo de esta persona es la fertilidad de las fábricas; la asignación de bienes y la movilidad comercial. Por este camino es lógico que las personas sean valoradas únicamente por su rentabilidad económica y en consecuencia cada día sea mayor la exclusión de los más débiles.

     

    De todo este entramado de relaciones podemos concluir que valores como la solidaridad, el compromiso, la honradez, la fraternidad, etc., no son característicos de esta persona que produce y consume, sino todo lo contrario: es la producción y el consumo lo que impera, dando como resultado un individuo disciplinado, trabajador, útil, servicial, etc., pero tremendamente manipulable. La sociedad capitalista neoliberal ha ido transformando de una manera radical los valores propios de las sociedades tradicionales. Ha destruido los valores de la solidaridad y la fraternidad. Ha fomentado el individualismo extremo, a la vez que busca la libertad. Francisco Javier Martínez Real utiliza el término homo oeconomicus, «el cual aparece como un maximizador de utilidad perfectamente egoísta, es decir, sólo interesado por los resultados propios y completamente desinteresado de los ajenos, tanto si éstos son positivos como si son negativos, ..., es el modelo de ser humano sin-pasión o, en todo caso, exclusivamente apasionado por su propia utilidad individual»[1]. Relacionándolo con el tema del neoliberalismo económico, este autor afirma que «la ideología neoliberal pretende que el modelo analítico del homo oeconomicus es de aplicabilidad general en el estudio de la conducta de las personas, lo que confirma que nos encontramos ante una tesis antropológica, es decir, relativa a la naturaleza del ser humano»[2].

     

    Pero no todo es negativo. Merece la pena destacar el carácter adulto que ha comenzado a asumir la praxis del hombre contemporáneo. Es el comportamiento de un hombre cada vez más consciente de ser sujeto activo de la historia, cada vez más lúcido frente a la injusticia social y a todo elemento represivo que le impida realizarse, cada vez más decidido a participar en la transformación de las actuales estructuras sociales y en la efectiva gestión política.




    [1] F. J. MARTÍNEZ REAL, Economía con compasión. Variaciones sobre la Caritas in veritate, Centro de Estudios Fray Bartolomé de Las Casas, La Habana 2012, p. 97.

    [2] Id., p. 101.




     ADH 861

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