Solidaridad | P. Miguel Ángel Gullón, op
Consumo, luego soy.
Actualmente estamos embarcados en
una tendencia que reduce al hombre a mero instrumento dentro de una gran
máquina o, dicho de otra forma, a un factor productivo y consumista. La persona
cuenta en la medida en que tiene o posee cosas materiales. A este respecto, el
papa Benedicto XVI, en su encíclica Caritas
in veritate sostiene lo siguiente: «sin la perspectiva de una vida eterna,
el progreso humano en este mundo se queda sin aliento. Encerrado dentro de la
historia, queda expuesto al riesgo de reducirse sólo al incremento del tener;
así, la humanidad pierde la valentía de estar disponible para los bienes más
altos, para las iniciativas grandes y desinteresadas que la caridad universal
exige. El hombre no se desarrolla únicamente con sus propias fuerzas, así como
no se le puede dar sin más el desarrollo desde fuera» (CV 11).
Por su parte, el papa Francisco
establece una clara relación entre la forma de relacionarse con el dinero y la
idolatría, señalando las consecuencias que esto tiene para la comprensión que
el ser humano se hace de sí mismo: «la adoración del antiguo becerro de oro
(cf., Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo
del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo
verdaderamente humano. La crisis mundial, que afecta a las finanzas y a la
economía, pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave
carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de
sus necesidades: el consumo» (EG 55).
Como cristianos comprometidos
debemos alzar nuestra voz y proclamar que la persona debe verse libre de toda
servidumbre, que no sea objeto sino agente de su propio destino. Podríamos
decir que es una proclama vieja, agotada, sin mordiente, etc. Y sucedería así
si se viviera de forma individual, pero se trata de un sueño colectivo, de un
proceso que lleva no sólo a un cambio radical de estructuras, a una revolución
social, sino que va, incluso más lejos: a la creación permanente de una nueva
manera de ser hombre.
La persona produce y consume, se
engendra básicamente sobre valores económicos y bio-psíquicos. El orgullo de
esta persona es la fertilidad de las fábricas; la asignación de bienes y la
movilidad comercial. Por este camino es lógico que las personas sean valoradas
únicamente por su rentabilidad económica y en consecuencia cada día sea mayor
la exclusión de los más débiles.
De todo este entramado de
relaciones podemos concluir que valores como la solidaridad, el compromiso, la
honradez, la fraternidad, etc., no son característicos de esta persona que
produce y consume, sino todo lo contrario: es la producción y el consumo lo que
impera, dando como resultado un individuo disciplinado, trabajador, útil,
servicial, etc., pero tremendamente manipulable. La sociedad capitalista neoliberal
ha ido transformando de una manera radical los valores propios de las
sociedades tradicionales. Ha destruido los valores de la solidaridad y la
fraternidad. Ha fomentado el individualismo extremo, a la vez que busca la
libertad. Francisco Javier Martínez Real utiliza el término homo oeconomicus, «el cual aparece como
un maximizador de utilidad perfectamente egoísta, es decir, sólo interesado por
los resultados propios y completamente desinteresado de los ajenos, tanto si
éstos son positivos como si son negativos, ..., es el modelo de ser humano
sin-pasión o, en todo caso, exclusivamente apasionado por su propia utilidad
individual»[1].
Relacionándolo con el tema del neoliberalismo económico, este autor afirma que
«la ideología neoliberal pretende que el modelo analítico del homo oeconomicus es de aplicabilidad
general en el estudio de la conducta de las personas, lo que confirma que nos
encontramos ante una tesis antropológica, es decir, relativa a la naturaleza
del ser humano»[2].
Pero no todo es negativo. Merece la
pena destacar el carácter adulto que ha comenzado a asumir la praxis del hombre
contemporáneo. Es el comportamiento de un hombre cada vez más consciente de ser
sujeto activo de la historia, cada vez más lúcido frente a la injusticia social
y a todo elemento represivo que le impida realizarse, cada vez más decidido a
participar en la transformación de las actuales estructuras sociales y en la
efectiva gestión política.
[1] F. J. MARTÍNEZ REAL, Economía
con compasión. Variaciones sobre la Caritas in veritate, Centro de Estudios
Fray Bartolomé de Las Casas, La Habana 2012, p. 97.
[2] Id., p. 101.
ADH 861
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