Meditación | Vicente Niño/RE
Noviembre
1. Levantarse
Santo no es el
que jamás cae, sino el que siempre se levanta. Y no, no es santo tampoco
cualquiera por el mero hecho de ser. Se puede corromper la condición humana.
Tantas veces lo vemos. Tantas veces lo sufrimos. Tantas veces nos conmueve el
dolor que otros sufren por el mal. Tantas veces nos lloramos a nosotros mismos.
Y no, tampoco
es solo la bondad la que nos hace santos. Aunque no hay santo sin bondad ni
amor. Pero la santidad es más que la bondad. Chesterton decÃa que los santos de
cada época son exagerados por contraste a las carencias de su tiempo. Es
comprensible que se les quiera acercar y que se quiera animarnos a que se
puede, pero es sintomático de nuestro mundo que no se quiera mirar al esfuerzo,
a la fortaleza, a la superación para alcanzar cotas mejores que lo santos
tienen.
Ese rebajar la
santidad para tratar de acercarla a la gente, es un trato con moneda falsa. Por
eso reconozco que me sorprenden tanto cuando hay canonizaciones. Caminan en
medio de nosotros sÃ, santo puede ser cualquiera sÃ, pero no es santo
cualquiera.
2. Guardamuertos
Unamuno lo
dice. Somos los humanos guardadores de los muertos. Guardadores de sus restos
en los cementerios. Y de su memoria en nuestros corazones.
Los guardamos
para no perderlos. Porque los necesitamos con nosotros. Porque lo vivido con
ellos no se pierda. Porque lo sentido, lo escuchado, lo compartido, lo hablado,
siga presente y consciente en nosotros.
Los humanos
nos hacemos siempre con otros. Son los otros los que nos hacen casi tanto como
lo que nos hacemos nosotros. Recibimos al modo del receptor, ciertamente, pero
recibimos. El nombre que nos dan lo hacemos nuestro, pero nos lo dan. La
palabra la hacemos nuestra, pero nos la dan. Y asà con todo. El afecto, el
conocimiento, los gustos, las aficiones. La humanidad. Las hacemos nuestras,
pero son recibidas. ¿Hay algo acaso que no hayas recibido? Todo lo que no es
tradición, es plagio.
Pero es
necesario hacer presente lo recibido. Visibilizarlo. Hacerlo consciente. No
solo desde la integración inconsciente, porque el ser humano necesita decirse
las cosas a sà mismo. Vivir es un acto consciente o no es vivir sino
sobrevivir. Por eso necesitamos la palabra, la memoria, el recuerdo, el
agradecimiento. Por eso necesitamos guardar nuestros muertos. En los cementerios
y en el corazón.
3. Caridad
Si no tengo
amor mi vida es un ruido chillón estridente y superficial. Si no encuentro algo
por lo que dar la vida, algo mayor que yo mismo, alguien –alguienes– que
merezca todo, mi vida será un vacÃo lleno de cosas que estorban, que saturan y
no sacian. Y como uno haya vivido, morirá. Llenar los años de vida, no es lo
mismo que llenar la vida de años. Y sólo el amor nos hace soportable la vida.
Sólo el amor trae la fuerza para aceptar, para integrar, para mirar de frente
al dolor, al mal, el miedo, a la herida, al sufrimiento, a la traición. Para no
convertirnos en violentos animales salvajes inhumanos que responden con la
garra, el colmillo y la saliva cuando los otros nos hieren. Para no
deshumanizarnos. Ofrecer la mejilla. No pagar mal con bien. Preferir sufrir el
mal que hacerlo. Crecer. Ser mejor. Desarrollarse. Ser todo lo que uno puede
llegar a ser.
Cuidar de otros. Tratar de hacer mejor la vida de los demás. Mirar a los que sufren con ternura. Intentar aliviar el dolor de quien con uno se cruza. Las obras de misericordia. Corporales y espirituales. Amar. Más allá de la mera emoción que pasa, más allá de los sentimientos que se mudan. Amar de veras con el corazón y la mente y todo el ser. Con las manos, y la inteligencia, y todo el cuerpo. A Dios y al prójimo y a uno mismo.
Publicado por Revista Ecclesia
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...