Nuestra Fe | José L. Ferrando/RD
¿Sinodalidad a fondo o con sordina?
La
Sinodalidad es una invitación a realizar un encuentro a nivel de la Iglesia
Universal con el propósito de aprender, cada día más, a “caminar juntos”; a contar
con la ayuda de los hermanos en la fe y ser más fieles a lo que nos enseña
Jesús: seguir juntos el mejor camino para avanzar en lo que el Papa Francisco
llama una Iglesia en salida. Por eso la Iglesia en todas sus dimensiones se
encuentra en marcha para reflexionar en torno a la Sinodalidad. Este hecho ya
es en sí mismo positivo.
La
convocatoria del Papa, dirigida a todos los creyentes, trata de ofrecer la
mejor orientación para la vida de cada una de nuestras diversas comunidades
(parroquias, diócesis, Iglesia universal y católica, junto a congregaciones,
instituciones, movimientos o cualquier forma de vida común), llamadas a vivir
como la sencilla comunidad de seguidoras y seguidores de la inicial misión
evangelizadora.
No
olvidemos el origen del término SIN-ODO. Si la raíz del término “sin” nos invita
a “compartir” lo que unos y otros vamos descubriendo por fidelidad al
Evangelio, el final “odos” nos muestra el “camino” que necesitamos seguir con
tal de no desviarnos de la ruta que Jesús marcó especialmente en sus momentos
de cercanía y serenidad y, sobre todo, en las confidencias ofrecidas en
solitario y tranquilidad a los suyos.
No
obstante, es necesario plantear algunas aclaraciones para que este movimiento
al final no resulte frustrante para un Pueblo de Dios al que se le puede
ilusionar de una manera un tanto tendenciosa por parte de algunos sectores
eclesiásticos.
Una
primera pregunta podría ser pertinente: ¿Qué límites tiene la Sinodalidad? ¿De
qué temas no se puede discutir? Evidentemente, las únicas cuestiones serían
“los Dogmas de Fe”, pero aun así desde una sana Teología Fundamental, se podría
plantear un análisis hermenéutico global de cada uno de ellos para desde su
lenguaje y contexto histórico actualizar su sentido y significado para hoy.
Dicho en otras palabras, esto serían los límites absolutos. A partir de ahí,
todo lo demás sería susceptible de profundizarse y cambiarse.
Evidentemente,
la Iglesia después de los Dogmas se mueve inmediatamente después en el ámbito
de la Tradiciones y las tradiciones con minúscula. Un esfuerzo serio en torno a
la validez de cada uno de ellas sería necesario, ya que muchas de ellas lastran
la autenticidad del testimonio y la renovación de muchas instituciones y
estructuras. Este es un segundo nivel que no deberían descuidarse, ya ni mucho
menos se trata de dogmas de Fe. Lo que fue valido ayer puede ser un obstáculo
grande hoy, ya que puede dañar la credibilidad de la Iglesia y de la vida
cristiana. Por eso hoy que hilar fino, y de manera valiente.
También
habrá que tener en cuenta el sano Magisterio, que exigirá un esfuerzo conjunto
de discernimiento. No basta afirmar quien dicta lo que vale o lo que no. ¿Probablemente,
el único y mejor itinerario para la vida cristiana es poner en marcha el poema
de A. Machado “Tu verdad? No; la verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya,
guárdatela”.
Y,
finalmente un sinfín de temas fosilizados, a los que algunos han elevado a la
categoría de leyes eternas e inmutables.
En
cualquiera de estos niveles podemos encontrar ejemplos que sin duda nos pueden
llevar a una Sinodalidad seria y profunda que desemboque en decisiones serias y
valientes, de acuerdo con los signos de los tiempos.
Una
segunda pregunta surge al pairo de estas reflexiones: ¿Es esto lo que realmente
se pretende o estamos ante una operación de cirugía estética simplemente?
¿Consideran realmente al Pueblo de Dios maduro? ¿Está la Iglesia dispuesta a
escuchar la voz del Pueblo de Dios sobre determinados temas conflictivos: el
celibato opcional, el sacerdocio de la mujer, la moral matrimonial, el Derecho
Canónico, la elección de Obispos…? ¿Está la Jerarquía abierta a
desjerarquizarse a fondo en determinados temas? Me gustaría que fuera
así…Expectante. ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar…?
Una
inquietud brota espontáneamente, a la luz de la experiencia: ¿A nivel
Parroquial y Diocesano, los relatores y redactores tendrán la suficiente
libertad para reflejar de manera fidedigna lo opinado? No sería bueno que estos
personajes sean “meapilas” que acaten las posibles consignas para maquillar los
Documentos para que digan lo que deben de decir y oculten los temas vidriosos o
conflictivos... Sería una pena…
Dicho
esto, estoy convencido que el Papa Francisco al poner en marcha este movimiento
sinodal está en una línea de renovación profunda, pero no sería bueno, ya que
se va a implicar mucha gente que la frustración nos lleve a una oportunidad
perdida.
Nuestra
Iglesia es como una gran familia, llamada a crecer y avanzar, compartiendo la
vida y trabajando unidos bajo la guía del Espíritu Santo: es lo que se nos
propone para el próximo Sínodo de Obispos (pero no con la exclusiva
responsabilidad y participación de ellos) para los tiempos actuales de nuestra
Comunidad de fe entendida y orientada “hacia una Iglesia sinodal, en salida y
misionera”
Publicado
por Religión Digital
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