Reflexión | Pedro Rafael Ortiz/VN
Caminemos juntos, pero… ¿hacia dónde?
El
ser humano camina y así abre brechas. Pero, muchas veces al hacerlo, lo
que encuentra es que lo que ha logrado como dicen en pueblo, es quitar los
“matojos y bejucos” que tapaban los caminos viejos. Un día descubre que ha
caminado su vida por donde mismo lo hicieron sus antepasados. Las más de las
veces, nuestros pies vuelven a marcar la tierra donde dejaron sus huellas
nuestros ancestros.
El
sol que hoy nos ilumina es el mismo sol de cuando Adán despertó sobre la faz de
la tierra. La Luna y las estrellas son las mismas que estudiaban los astrónomos
del antiguo Egipto y Mesopotamia. Fue estudiando esas estrellas que, hace miles
de años, desde el norte de lo que hoy se conoce como Irán (entonces Persia),
unos sabios dejaron sus casas para emprender el camino siguiendo una estrella
maravillosa para ir a rendir homenaje al mesías que había nacido en Belén
de Judá.
El
mismo camino que recorrió Abraham para llegar a Egipto, fue el que usó José
para llevar allí al pueblo hebreo y el mismo que usó San José con la Virgen
María para salvar al Niño Dios del “poderoso” y sanguinario Herodes.
¿Para
qué vamos?
Caminamos
en la vida por donde mismo caminaron nuestros padres y pasamos por las mismas
etapas de la vida. La pregunta es para dónde vamos. ¿Vamos camino de Belén
para “adorar” al Niño como los Magos o vamos hacia Belén para “ser verdugos” en
compañía de Herodes? ¿Para qué vamos? ¿Vamos al templo para pedir perdón
por nuestros errores y compartir la bondad, o vamos para la necedad de criticar
las vidas ajenas? ¿Caminamos juntos en la comunidad para luchar por la justicia
como hermanos, o para ser “cómplices de la opresión” y la humillación de los
pobres comportándonos como servidores de los demonios se creen reyes de este
mundo? ¡Alerta! Sería bueno que a estas alturas del camino hagamos una intensa
introspección que nos ayude a entender hacia dónde vamos y para qué vamos.
¡Revisar nuestro propósito en un tiempo tan crítico es urgente!
¡Ay,
ay, este mundo! No hay que esforzarse demasiado para saber dónde están las
injusticias y de dónde vienen. No requiere mucha ciencia para conocer que
los que rinden culto a las riquezas desprecian a los que viven en la pobreza.
No hay que saber mucha psicología para darse cuenta de que el otro ser humano
no debe ser el blanco de nuestras iras, ni el trapo para limpiarnos los pies.
Sin saber mucho de economía, podemos darnos cuenta de que la comida que a una
pequeña parte del mundo le sobra, a la inmensa mayoría de los pueblos le falta.
Jesucristo,
el maestro nos enseñó que cuánto hagamos por los más necesitados, por él lo
habremos hecho y que basta con que dos o más estemos reunidos en su
hombre, Él estará en medio de nosotros.
Así
caminaron José y María hacia Belén. Así pasaron la “zarza y el guayacán”
por aquella ruta dura. Así llegarían tan pobres que nadie les quiso
hospedar. Pero así fue grande su alegría porque sabían que llevaban “a todo un
Dios poderoso”.
Publicado
por Vida Nueva
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