Reflexión | Lic. Audy Sánchez/ ADH
La Iglesia: abierta como el corazón de Jesús
La
Iglesia es un hogar donde todos podemos entrar y ser recibidos con los brazos
abiertos, disfrutar de las palabras y actos sanadores que en ella se comparten,
aun con todas las cargas emocionales, dilemas familiares y sociales que podamos
tener como seres humanos. En la casa de Dios no hay excepción de personas, está
abierta como el corazón de nuestro Señor Jesús para todo aquel que desee entrar
y efectuar un cambio positivo en su vida y en la misma medida ayudar a otros a
entrar para que vivan el mismo cambio.
Todos
entramos en algún momento a este maravilloso lugar y, vemos reducidas nuestras
cargas y obstáculos gracias al perdón y guía de Dios, a las orientaciones
constantes por parte de nuestros líderes religiosos y la ayuda de cada uno de
los miembros de la Iglesia que siempre se han mantenido como un solo núcleo en
favor de todos.
Una
gran reflexión sobre este tema la encontramos en el libro: Una Iglesia Cordial,
de Manuel Soler Palá, MSSCC, quien señala a la Iglesia como un “hogar acogedor
como lo era el corazón de Jesús, en el cual también cabían (y así sigue
sucediendo) las mujeres adúlteras, los cobradores de impuestos corruptos, los
enfermos marginados y los discípulos cobardes”.
Hoy,
como siempre, necesitamos de nuestra Iglesia, la cual “está llamada a ser el
buen samaritano” con los que no triunfan, los que no tienen dinero ni
prestigio, los que se mantienen al margen de todo buen trato humano por parte
de las mayorías.
La
Iglesia en la cual se cobija el amor y la comprensión a través de cada uno de
sus miembros, desde el Papa Francisco hasta el que va y ocupa un asiento para
escuchar la Palabra de Dios, aportando
cada uno su “granito de arena” y abren las puertas de sus corazones, así como Cristo
nos ha abierto el suyo para poder disfrutar de una vida más plena y feliz.
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