Vida Humana |
Giovanni Cucci/LCC
No hacer nada (2 de 2)
Una actividad valiosa y ardua
Un descanso
para la inteligencia
Las
intuiciones de Simone Weil se han visto confirmadas por la neurologÃa. Hace no
mucho tiempo se descubrió en nuestro cerebro una red que se activa cuando se
está en reposo, se piensa en uno mismo, en otras personas, se recorre la propia
historia pasada o se fantasea sobre el futuro. A esa red se le da el nombre
de default mode network, y fue identificada por el neurólogo Marcus
Raichie en 2001[15]. En la práctica, dicha red favorece la reelaboración y valoración de lo
que se vive, distinguiendo lo que es esencial de lo que es secundario, que es
el ejercicio propio de la inteligencia: «Solo cuando no hacemos nada los
pensamientos no esenciales se separan de los esenciales y, si ahondamos aún
más, entramos en el ámbito que está más allá del pensamiento. Entonces la cosa
se pone interesante. Anna Gamma, maestra zen […], da a estos tiempos
concentrados de ocio el nombre de “tiempos de barbecho”. Si no se los cultiva
debidamente perdemos el contacto con nosotros mismos, ya no sabemos lo que
realmente queremos y nos lanzamos atolondrados a las actividades»[16].
Como hemos
señalado varias veces, no se trata de un ejercicio fácil, pero es importante
saberlo, en especial cuando se suscita el tan temido aburrimiento. No obstante,
también este es un pensamiento que hay que decodificar. Quien se haya
confrontado con el silencio y la permanencia con uno mismo habrá descubierto
que el aburrimiento no es solo un sentimiento que hay que tener en cuenta, sino
también un sentimiento importante, porque es la puerta de entrada a la verdad
de uno mismo. Es también la condición para ser creativos: por eso no hay que
huir de él como de un peligro (como advertÃa Pascal). Del mismo modo que el
cansancio acompaña la capacidad en las actividades fÃsicas, el aburrimiento es
un paso indispensable para permanecer en presencia de uno mismo. Este es un hecho
comprobado también por la psicologÃa: «El aburrimiento y la ansiedad son
señales que impulsan a prestar mayor atención a las cosas, a no darles la
espalda. […] La experiencia del aburrimiento está directamente ligada a la
creatividad y a la innovación. Si conservamos nuestra curiosidad acerca de
nuestro aburrimiento podemos utilizarlo como un momento para dar un paso atrás
y establecer una nueva conexión»[17].
Una
experiencia siempre actual e imprevisible
Lo que señala
Simone Weil es una experiencia que se renueva puntualmente cuando se supera el
temor de permanecer solo con uno mismo: una experiencia que, en la mayorÃa de
los casos, se da cuando te ves obligado a hacerlo, como en estos dÃas. Tal es
el caso del joven aspirante a oficial Franz Jalics al final de la Segunda
Guerra Mundial. Recluido en un monasterio como prisionero de guerra, Jalics se
siente aburrido y decide pasar los dÃas en silencio, en contacto con la
naturaleza y consigo mismo. Al comienzo no le da importancia, pero con el paso
del tiempo nota que esa actividad lo recupera, lo transforma, se siente
reconfortado y contento de vivir: «Después de ese año […] se habÃa desarrollado
en mà una base contemplativa. O sentÃa como una serenidad y claridad interior»[18]. A partir de esa experiencia aprende a reconocer lo que verdaderamente
le importa; a partir de ella puede decir —por retomar las palabras de Yalom—
«estoy donde debo estar, en el vórtice de mi talento, de mis intereses, mis
pasiones»: decide entrar en la CompañÃa de Jesús y dedicarse a proponer
ejercicios de contemplación para todo aquel que tenga la intención de releer su
vida, reconciliarse con sus heridas y descubrir el proyecto de Dios, realizando
asà el deseo fundamental que anida en su corazón.
Para tomar
contacto consigo mismo Jalics propone, ante todo, ejercitar la percepción: «Existen
percepciones de los sentidos, como oÃr, palpar, gustar, ver y oler. La
percepción espiritual se denomina toma de conciencia, comprensión,
descubrimiento. […] Permanecer en la percepción significa permanecer en el
presente»[19]. El ejercicio de la percepción se ha debilitado progresivamente en el
curso de la Modernidad, que ha privilegiado el pensamiento y la acción. Pero
sin percepción el pensamiento se convierte en un tormento (como en los once
experimentos con los voluntarios recluidos) y la acción genera estrés. En ambos
se busca huir del presente, que es la única dimensión en la que estamos vivos.
Es verdad que
en la percepción puede asomarse el aburrimiento. Pero cuando uno se da cuenta
de ello y presta oÃdos al aburrimiento deja de ser fastidioso para dar paso
algo distinto, como ya señalábamos. Contemplar no cansa, sino que regenera. Por
eso Jalics observa que la vida eterna, que transcurre en la contemplación de
Dios sin término, no será una actividad fatigosa, no necesitará pausas ni
vacaciones, porque habremos alcanzado aquella plenitud de la cual todas las
experiencias y actividades del tiempo presente constituyen un fragmento, y
cuando nos sentimos saciados una elocuente anticipación[20].
Por lo tanto,
podemos hacer de la necesidad virtud, aprovechando este tiempo para tomar
contacto con nosotros mismos, sin temor[21].
1.
Cf. G. Cucci,
«Cibersexo: una dependencia insidiosa», en La Civiltà Cattolica
Iberoamericana 3, 2019, pp. 51-63. Disponible en: https://www.laciviltacattolica.es/2021/12/10/cibersexo/ ↑
2.
B.
Schönberger, «Nichtstun. Die unverzichtbare Strategie für Vielbeschäftigte»,
en Psychologie heute 42, 2015, n. 5, pp. 19-24: p. 19,
disponible en http://www.birgit-schoenberger.de/user-files/pdf/PH_05_2015_Nichtstun.pdf. ↑
3.
T. D. Wilson et al., «Just think. The
challenges of the disengaged mind», en Science, n. 345, julio de
2014, pp. 75-77: p. 77, disponible en https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4330241/. ↑
4.
B.
Pascal, Pensamientos, n. 136/139: «Diversión», cita según
Ãd., Las provinciales. Opúsculos. Cartas. Pensamientos. Obras
matemáticas. Obras fÃsicas, Madrid, Gredos, 2012, p. 385. ↑
5.
Aristóteles, Ética
a Nicómaco, X, 7, 1177b, Madrid, Alianza, 2005, p. 303. ↑
6.
IbÃd.,
1177b-1178a, pp. 303s. A la misma conclusión llega en la MetafÃsica:
«Asà como se encuentra en ciertos momentos el entendimiento humano, o incluso
el de los compuestos […], asà se encuentra el pensamiento mismo de sà mismo [=
el pensamiento divino] por toda la eternidad»: Ãd., MetafÃsica,
XII, 9, 1075a 5-10, Madrid, Gredos, 1994, p. 497 (cursiva nuestra). ↑
7.
AgustÃn,
S., La dimensión del alma, XXXIII, p. 76, cita según el texto
publicado en lÃnea por la Federación Agustiniana Española y la Biblioteca de Autores
Cristianos en https://www.augustinus.it/spagnolo/grandezza_anima/index2.htm. ↑
8.
Cf. A. Maslow, Religious,
Values, and Peak-Experiences, Columbus, Ohio State University Press, 1964,
p. 59. Para una
profundización cf. G. Cucci, L’arte di vivere. Educare alla felicità ,
Milán, Àncora/La Civiltà Cattolica, 2019. ↑
9.
I. D.
Yalom, Desde el diván, Buenos Aires, Emecé, 1997, p. 7. ↑
10.
Citado en G.
Canobbio, «Leggere per formarsi», en La Rivista del Clero Italiano 96,
2015, p. 660. ↑
11.
S. Weil, A
la espera de Dios, Madrid, Trotta, 52009, p. 43. Una experiencia muy
similar describe AgustÃn: «Amo alguna luz, alguna voz, alguna fragancia, algún
alimento y algún abrazo cuando amo a mi Dios, porque es luz, voz, fragancia,
alimento y abrazo del hombre interior que hay en mÃ. Allà resplandece para mi
alma una luz que no cabe en un lugar, donde suenan voces que no se lleva el
tiempo, donde hay aromas que no se lleva el viento, donde hay sabores que la
voracidad no desgasta y donde queda unido lo que la saciedad no separa. Esto es
lo que amo cuando amo a mi Dios»: AgustÃn de Hipona, Confesiones X,
6, 8, Madrid, Ciudad Nueva, 2003, p. 329. ↑
12.
IbÃd.,
p. 70. Estas indicaciones son muy semejantes al tercer modo de oración
sugerido por san Ignacio de Loyola en los Ejercicios espirituales:
«El tercero modo de orar es que con cada un anhélito o resollo se ha de orar
mentalmente diciendo una palabra del Pater noster o de otra oración que se
rece, de manera que una sola palabra se diga entre un anhélito y otro, y
mientras durare el tiempo de un anhélito a otro, se mire principalmente en la
significación de tal palabra, o en la persona a quien reza, o en la baxeza de
sà mismo, o en la diferencia de tanta alteza ya tanta baxeza propria; y por la
misma y las otras oraciones, es a saber: Ave MarÃa, Anima Christi, Credo y
Salve Regina, hará según que suele»: Ignacio de Loyola, s., Ejercicios
espirituales, n. 258, cita según Ãd., Obras. Edición manual, Madrid, BAC, 1997,
p. 277. ↑
13.
S. Weil, A
la espera de Dios, op. cit., p. 70s. ↑
14.
IbÃd.,
p. 70. ↑
15.
Cf. R. L. Buckner, J. R. Andrews-Hanna
y D. L. Schacter, «The Brain’s Default Network: Anatomy, Function, and
Relevance to Disease», en Annals of the New York Academy of Sciences,
vol. 1124, 2008, n. 1, pp. 1-38, disponible para suscriptores en https://nyaspubs.onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1196/annals.1440.011; M. E. Raichie y A. Z. Snyder, «A default mode of brain function: A
brief history of an evolving idea», en Neuroimage 37, 2007,
pp. 1083-1090, disponible para suscriptores en https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S1053811907001309. ↑
16.
B. Schönberger, «Nichtstun. Die
unverzichtbare Strategie für Vielbeschäftigte», op. cit., p. 21. ↑
17.
S. Turkle, Reclaiming
conversation. The power of talk in a digital age, Nueva York, Penguin,
2015, pp. 38s. ↑
18.
F.
Jalics, Ejercicios de contemplación, Salamanca, SÃgueme, pp.
25s. ↑
19.
IbÃd., pp.
29s. ↑
20.
Cf. ibÃd., p.
30. ↑
21.
Aparte de los
textos referidos en estas páginas, sugerimos un breve ejercicio de atención y
de oración: «DecÃdete a mantener diez minutos de silencio y escoge un lugar y
un momento apropiados[…]. Encuentra una posición cómoda[…], cierra los ojos[…].
Percibe ante todo tu mente dispersa durante uno o dos minutos[…]. Escucha ahora
el silencio[…], que te permite tomar conciencia de esta dispersión[…]. Escuchar
los sonidos genera silencio[…]. Presta atención a todos los sonidos que puedas
percibir[…]. Mantente en silencio durante cinco minutos, atento a escuchar los
sonidos que te circundan[…]. No se trata de identificarlos[…]; detente un
momento en cada uno, uno cada vez[…]. Los intensos, los tenues, los cercanos,
los lejanos[…]. Escucha ahora el sonido de tu respiración[…], siéntete al
margen de esa corriente y escúchala[…]. Escucha ahora todos los sonidos que te
circundan como si fuesen un único sonido[…]. Al final, pregúntate: ¿qué
he percibido, qué he vivido, qué he encontrado en este momento?» (G. Cucci
y M. Marelli, Istruzioni per il tempo degli Esercizi spirituali,
Roma, AdP, 2015, pp. 221s).
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