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    jueves, 3 de febrero de 2022

    No hacer nada (2 de 2)


    Vida Humana | Giovanni Cucci/LCC

     


    No hacer nada  (2 de 2)

    Una actividad valiosa y ardua

     

    Un descanso para la inteligencia

    Las intuiciones de Simone Weil se han visto confirmadas por la neurología. Hace no mucho tiempo se descubrió en nuestro cerebro una red que se activa cuando se está en reposo, se piensa en uno mismo, en otras personas, se recorre la propia historia pasada o se fantasea sobre el futuro. A esa red se le da el nombre de default mode network, y fue identificada por el neurólogo Marcus Raichie en 2001[15]. En la práctica, dicha red favorece la reelaboración y valoración de lo que se vive, distinguiendo lo que es esencial de lo que es secundario, que es el ejercicio propio de la inteligencia: «Solo cuando no hacemos nada los pensamientos no esenciales se separan de los esenciales y, si ahondamos aún más, entramos en el ámbito que está más allá del pensamiento. Entonces la cosa se pone interesante. Anna Gamma, maestra zen […], da a estos tiempos concentrados de ocio el nombre de “tiempos de barbecho”. Si no se los cultiva debidamente perdemos el contacto con nosotros mismos, ya no sabemos lo que realmente queremos y nos lanzamos atolondrados a las actividades»[16].

     

    Como hemos señalado varias veces, no se trata de un ejercicio fácil, pero es importante saberlo, en especial cuando se suscita el tan temido aburrimiento. No obstante, también este es un pensamiento que hay que decodificar. Quien se haya confrontado con el silencio y la permanencia con uno mismo habrá descubierto que el aburrimiento no es solo un sentimiento que hay que tener en cuenta, sino también un sentimiento importante, porque es la puerta de entrada a la verdad de uno mismo. Es también la condición para ser creativos: por eso no hay que huir de él como de un peligro (como advertía Pascal). Del mismo modo que el cansancio acompaña la capacidad en las actividades físicas, el aburrimiento es un paso indispensable para permanecer en presencia de uno mismo. Este es un hecho comprobado también por la psicología: «El aburrimiento y la ansiedad son señales que impulsan a prestar mayor atención a las cosas, a no darles la espalda. […] La experiencia del aburrimiento está directamente ligada a la creatividad y a la innovación. Si conservamos nuestra curiosidad acerca de nuestro aburrimiento podemos utilizarlo como un momento para dar un paso atrás y establecer una nueva conexión»[17].

     

    Una experiencia siempre actual e imprevisible

    Lo que señala Simone Weil es una experiencia que se renueva puntualmente cuando se supera el temor de permanecer solo con uno mismo: una experiencia que, en la mayoría de los casos, se da cuando te ves obligado a hacerlo, como en estos días. Tal es el caso del joven aspirante a oficial Franz Jalics al final de la Segunda Guerra Mundial. Recluido en un monasterio como prisionero de guerra, Jalics se siente aburrido y decide pasar los días en silencio, en contacto con la naturaleza y consigo mismo. Al comienzo no le da importancia, pero con el paso del tiempo nota que esa actividad lo recupera, lo transforma, se siente reconfortado y contento de vivir: «Después de ese año […] se había desarrollado en mí una base contemplativa. O sentía como una serenidad y claridad interior»[18]. A partir de esa experiencia aprende a reconocer lo que verdaderamente le importa; a partir de ella puede decir —por retomar las palabras de Yalom— «estoy donde debo estar, en el vórtice de mi talento, de mis intereses, mis pasiones»: decide entrar en la Compañía de Jesús y dedicarse a proponer ejercicios de contemplación para todo aquel que tenga la intención de releer su vida, reconciliarse con sus heridas y descubrir el proyecto de Dios, realizando así el deseo fundamental que anida en su corazón.

     

    Para tomar contacto consigo mismo Jalics propone, ante todo, ejercitar la percepción: «Existen percepciones de los sentidos, como oír, palpar, gustar, ver y oler. La percepción espiritual se denomina toma de conciencia, comprensión, descubrimiento. […] Permanecer en la percepción significa permanecer en el presente»[19]. El ejercicio de la percepción se ha debilitado progresivamente en el curso de la Modernidad, que ha privilegiado el pensamiento y la acción. Pero sin percepción el pensamiento se convierte en un tormento (como en los once experimentos con los voluntarios recluidos) y la acción genera estrés. En ambos se busca huir del presente, que es la única dimensión en la que estamos vivos.

     

    Es verdad que en la percepción puede asomarse el aburrimiento. Pero cuando uno se da cuenta de ello y presta oídos al aburrimiento deja de ser fastidioso para dar paso algo distinto, como ya señalábamos. Contemplar no cansa, sino que regenera. Por eso Jalics observa que la vida eterna, que transcurre en la contemplación de Dios sin término, no será una actividad fatigosa, no necesitará pausas ni vacaciones, porque habremos alcanzado aquella plenitud de la cual todas las experiencias y actividades del tiempo presente constituyen un fragmento, y cuando nos sentimos saciados una elocuente anticipación[20].

     

    Por lo tanto, podemos hacer de la necesidad virtud, aprovechando este tiempo para tomar contacto con nosotros mismos, sin temor[21].

     

    1.              Cf. G. Cucci, «Cibersexo: una dependencia insidiosa», en La Civiltà Cattolica Iberoamericana 3, 2019, pp. 51-63. Disponible en: https://www.laciviltacattolica.es/2021/12/10/cibersexo/ 

    2.             B. Schönberger, «Nichtstun. Die unverzichtbare Strategie für Vielbeschäftigte», en Psychologie heute 42, 2015, n. 5, pp. 19-24: p. 19, disponible en http://www.birgit-schoenberger.de/user-files/pdf/PH_05_2015_Nichtstun.pdf

    3.             T. D. Wilson et al., «Just think. The challenges of the disengaged mind», en Science, n. 345, julio de 2014, pp. 75-77: p. 77, disponible en https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4330241/. 

    4.             B. Pascal, Pensamientos, n. 136/139: «Diversión», cita según íd., Las provinciales. Opúsculos. Cartas. Pensamientos. Obras matemáticas. Obras físicas, Madrid, Gredos, 2012, p. 385. 

    5.             Aristóteles, Ã‰tica a Nicómaco, X, 7, 1177b, Madrid, Alianza, 2005, p. 303. 

    6.             Ibíd., 1177b-1178a, pp. 303s. A la misma conclusión llega en la Metafísica: «Así como se encuentra en ciertos momentos el entendimiento humano, o incluso el de los compuestos […], así se encuentra el pensamiento mismo de sí mismo [= el pensamiento divino] por toda la eternidad»: íd., Metafísica, XII, 9, 1075a 5-10, Madrid, Gredos, 1994, p. 497 (cursiva nuestra). 

    7.             Agustín, S., La dimensión del alma, XXXIII, p. 76, cita según el texto publicado en línea por la Federación Agustiniana Española y la Biblioteca de Autores Cristianos en https://www.augustinus.it/spagnolo/grandezza_anima/index2.htm

    8.             Cf. A. Maslow, Religious, Values, and Peak-Experiences, Columbus, Ohio State University Press, 1964, p. 59. Para una profundización cf. G. Cucci, L’arte di vivere. Educare alla felicità, Milán, Àncora/La Civiltà Cattolica, 2019. 

    9.             I. D. Yalom, Desde el diván, Buenos Aires, Emecé, 1997, p. 7. 

    10.         Citado en G. Canobbio, «Leggere per formarsi», en La Rivista del Clero Italiano 96, 2015, p. 660. 

    11.          S. Weil, A la espera de Dios, Madrid, Trotta, 52009, p. 43. Una experiencia muy similar describe Agustín: «Amo alguna luz, alguna voz, alguna fragancia, algún alimento y algún abrazo cuando amo a mi Dios, porque es luz, voz, fragancia, alimento y abrazo del hombre interior que hay en mí. Allí resplandece para mi alma una luz que no cabe en un lugar, donde suenan voces que no se lleva el tiempo, donde hay aromas que no se lleva el viento, donde hay sabores que la voracidad no desgasta y donde queda unido lo que la saciedad no separa. Esto es lo que amo cuando amo a mi Dios»: Agustín de Hipona, Confesiones X, 6, 8, Madrid, Ciudad Nueva, 2003, p. 329. 

    12.         Ibíd., p. 70. Estas indicaciones son muy semejantes al tercer modo de oración sugerido por san Ignacio de Loyola en los Ejercicios espirituales: «El tercero modo de orar es que con cada un anhélito o resollo se ha de orar mentalmente diciendo una palabra del Pater noster o de otra oración que se rece, de manera que una sola palabra se diga entre un anhélito y otro, y mientras durare el tiempo de un anhélito a otro, se mire principalmente en la significación de tal palabra, o en la persona a quien reza, o en la baxeza de sí mismo, o en la diferencia de tanta alteza ya tanta baxeza propria; y por la misma y las otras oraciones, es a saber: Ave María, Anima Christi, Credo y Salve Regina, hará según que suele»: Ignacio de Loyola, s., Ejercicios espirituales, n. 258, cita según íd., Obras. Edición manual, Madrid, BAC, 1997, p. 277. 

    13.         S. Weil, A la espera de Dios, op. cit., p. 70s. 

    14.         Ibíd., p. 70. 

    15.         Cf. R. L. Buckner, J. R. Andrews-Hanna y D. L. Schacter, «The Brain’s Default Network: Anatomy, Function, and Relevance to Disease», en Annals of the New York Academy of Sciences, vol. 1124, 2008, n. 1, pp. 1-38, disponible para suscriptores en https://nyaspubs.onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1196/annals.1440.011; M. E. Raichie y A. Z. Snyder, «A default mode of brain function: A brief history of an evolving idea», en Neuroimage 37, 2007, pp. 1083-1090, disponible para suscriptores en https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S1053811907001309

    16.         B. Schönberger, «Nichtstun. Die unverzichtbare Strategie für Vielbeschäftigte», op. cit., p. 21. 

    17.          S. Turkle, Reclaiming conversation. The power of talk in a digital age, Nueva York, Penguin, 2015, pp. 38s. 

    18.         F. Jalics, Ejercicios de contemplación, Salamanca, Sígueme, pp. 25s. 

    19.         Ibíd., pp. 29s. 

    20.        Cf. ibíd., p. 30. 

    21.         Aparte de los textos referidos en estas páginas, sugerimos un breve ejercicio de atención y de oración: «Decídete a mantener diez minutos de silencio y escoge un lugar y un momento apropiados[…]. Encuentra una posición cómoda[…], cierra los ojos[…]. Percibe ante todo tu mente dispersa durante uno o dos minutos[…]. Escucha ahora el silencio[…], que te permite tomar conciencia de esta dispersión[…]. Escuchar los sonidos genera silencio[…]. Presta atención a todos los sonidos que puedas percibir[…]. Mantente en silencio durante cinco minutos, atento a escuchar los sonidos que te circundan[…]. No se trata de identificarlos[…]; detente un momento en cada uno, uno cada vez[…]. Los intensos, los tenues, los cercanos, los lejanos[…]. Escucha ahora el sonido de tu respiración[…], siéntete al margen de esa corriente y escúchala[…]. Escucha ahora todos los sonidos que te circundan como si fuesen un único sonido[…]. Al final, pregúntate: ¿qué he percibido, qué he vivido, qué he encontrado en este momento?» (G. Cucci y M. Marelli, Istruzioni per il tempo degli Esercizi spirituali, Roma, AdP, 2015, pp. 221s). 

     

    La Civilttà Cattolica


     


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