Reportajes | José Cristo Rey García Paredes/EDE
Juicios, Corrupción… Sabiduría
¡Cuántas
veces nos equivocamos por precipitación! Quedamos prisioneros de las primeras
impresiones, y después vienen las grandes decepciones a arrepentimientos. El
ser humano es muy impresionable. Por eso nuestra historia comenzó con un
engaño: la serpiente nos engañó.
Falta
de juicio
Cuando
alguien es muy propenso a ser engañado, decimos que “le falta malicia”. Mejor
sería decir, que le falta juicio o discernimiento.
“Discernir”
es propio de sabios. Someter lo que nos acontece a juicio es inteligente.
Probarnos a nosotros mismos, o aceptar las pruebas de la vida, es un regalo.
Así se descubre lo que de verdad hay en el corazón. Cuando esto no ocurre, es
muy fácil vivir en la mentira respecto a nosotros mismos y a los demás.
La
masa se deja guiar por las impresiones primeras. La mujer sabia, el hombre
sabio nunca se precipita: examina, prueba, espera… contempla. Estamos en un
tiempo en que una noticia cualquiera se convierte en verdad admitida por
muchos.
Cuando
lo corrupto se vista de incorrupción…
En
la segunda lectura que acaba de ser proclamada la palabra “corrupción” supera
su significado moral o político, pero también lo ilumina. Cuando hablamos de
corrupción política estamos refiriéndonos a un proceso de degradación, de mal
olor, antiestético, pernicioso, que se produce en el cuerpo social.
Procesos
de corrupción se dan a muchos niveles: en la naturaleza, en nuestro cuerpo, en
los grupos y comunidades, en la sociedad en cuanto tal. Quizá haya que decir
que todo lo mortal llegará en un momento u otro a la descomposición, a la
corrupción.
Nuestra
reacción inteligente ante lo corrupto suele ser amputarlo, aislarlo,
expulsarlo. Y está bien, porque al menos no contamina ni se extiende. Lo peor
es cuando la corrupción se convierte casi en destino de todo lo que existe, lo
contingente. Cuando la corrupción crece y todo lo llena.
La
Carta a los Corintios nos da esperanzas: “cuando esto corruptible se vista de
incorrupción”. Llegará un momento en que la vida triunfe sobre la muerte, la
incorrupción sobre la corruptibilidad. Jesús fue el primero que venció la
corrupción y a los corruptos.
Esta
perspectiva es fantástica. Nos permite vivir en este mundo corruptible “de otra
manera”: ¡con esperanza cierta! Porque el trabajo sin reservas y la fatiga
tendrán recompensa. Su destino no será la corrupción.
Lo
que resulta escandaloso es que nosotros, los cristianos, podamos admitir
procesos de corrupción entre nosotros (abusos de poder, de dinero, sexuales)
sin clamar al Incorruptible que nos salve y cuente con nosotros.
La
Sabiduría
No
olvidemos que Jesús es Maestro. Que somos de su escuela: sus alumnos y alumnas,
sus discípulos. Hoy añade sus comentarios de sabiduría a las sentencias sabias
del Antiguo Testamento.
Guías
ciegos: en dos frases nos alerta el Maestro sobre el liderazgo. ¿Cómo pueden
conducir a los demás quienes están ciegos? ¡Hundirán a quienes guían! Pero,
¡qué difícil es que los guías ciegos reconozcan que lo son! Ellos siempre ven.
Los que no ven son los demás. Por eso, Jesús, les decía que su pecado era muy
grande. Los guías ciegos no necesitan curación y nunca tendrán el arrojo de
pedir la vista. Está bien que todos los que tenemos alguna función de liderazgo
en la iglesia, en la sociedad, nos preguntemos dos cosas: si estamos ciegos
–total o parcialmente– y para esto nos ayudará mucho las críticas; y si
seguimos a alguien que está ciego, porque caeremos en el hoyo.
Más
que el Maestro: ¿por qué diría Jesús que “un discípulo no es más que su
maestro”? ¿Había entre los discípulos alguien tan pretencioso que quería darle
lecciones hasta al mismo Jesús? ¿Había entre sus discípulos alguien que estaba
dispuesto a suplantarle? ¿Llegaría en algún caso su codicia hasta querer acabar
con Jesús, pero manteniendo la marca?
La
mota y la viga: ¡qué sabiduría encierra esta sentencia de Jesús! Un ciego que
no reconoce su ceguera es incurable. Pero cuando se ve un poco, uno tiende a
ver lo ciegos que están los demás. No cuestionar la propia ceguera es propio de
los dogmáticos, de aquellos que tienen siempre la razón porque se sienten muy
sabios y superiores a los demás o porque creen que estar constituidos en un
cargo les da la visión. Jesús les pide mucha más humildad y que reconozcan que
ver la mota en el ojo del otro es señal de que uno lleva en el suyo una viga.
Los
frutos hacen reconocer el árbol: ¡no hay que precipitarse!, nos dice el
Maestro. Hay que esperar para ver los frutos que cada cosa produce. Hemos
condenado precipitadamente a quien después ha dado los mejores frutos. Y hemos
alabado, ensalzado, encumbrado antes de tiempo, a quien después ha sido
pernicioso.
Publicado
por Ecología del Espíritu
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