Valores | Juan Tomás García, msc
Valor del mes: Testimonio
“Den frutos dignos de conversión” (Mt 3, 8)
Para el mes de marzo nos toca promover el valor del testimonio. Entramos
en el tiempo litúrgico de la Cuaresma en la que se profundiza sobre la vida, opción
y desenlace de la de Jesús como enviado del Padre y testigo de su amor.
Nosotros, creyendo y siguiendo a Jesús, somos llamados a dar testimonio de
Jesús como Buena Noticia que salva. Ser "testigos de Jesús" significa
ver la realidad como él la veía y verlo a él mismo en todo ser humano, porque
todos participamos de aquella misma "identidad compartida". Ser
"testigos de Jesús" significa vivir que "el Padre y yo somos
uno" (Juan 10,30), y que "he venido para que tengan vida y vida en
abundancia" (10,10).
"Evangelizar,
es dar testimonio de la experiencia del encuentro con Jesucristo, muerto y
resucitado, que nos ha seducido y desde entonces seguimos, convertidos en
discípulos". Encarnando nuestra fe en el caminar de la vida cotidiana,
estamos dando testimonio de lo que creemos, mostrándole un camino a seguir a
quienes nos miran, nos tratan y comparten nuestra condición. Ser
"testigos de Jesús", en esta nueva perspectiva, equivale a
reconocerlo como "espejo" de lo que somos todos, porque –también
gracias a él- hemos empezado a ver y vivir lo que él mismo vio y vivió. Porque
sólo en la medida en que lo vivimos, lo conocemos, y sólo entonces, aun sin
proponérnoslo, lo testimoniaremos.
Es siendo testimonio como ayudaremos a otros a inquietarse positivamente
frente a Jesús y a querer conocerlo más y mejor. Sin un encuentro personal que
se vaya profundizando a medida que se vive, no hay manera de testimoniarlo. Ser
cristianos será, siempre, ser testigos de Cristo, de lo contrario, no lo somos.
Si descubrimos que no estamos siendo cristianos, será muy provechoso convertirnos. Nos hace bien. Nos permite experimentar un
modo nuevo de vivir, más sano y gozoso. Lo primero es detenerse. No tener miedo a quedarnos
a solas con nosotros mismos para hacernos las preguntas importantes de la vida
frente a Jesús. Este
encuentro con nosotros mismos exige sinceridad. Lo importante es no seguir
engañándonos por más tiempo. Buscar la verdad de lo que estamos viviendo.
Convertirse,
es cambiar el corazón, adoptar una postura nueva en la vida, tomar una
dirección más sana. Colaborar en el proyecto de Dios, dar testimonio de fe.
Nadie puede ser testigo de Jesús si antes no ha tenido un encuentro
personal con Jesús. Un testigo es alguien que ha visto u oído de primera mano
acerca de algo de lo cual tiene conocimiento, por ello para ser testigo de
Jesús antes hay que tener un encuentro personal con Él, es decir que le debe
conocer. Ser testigo de Jesús es conocerle para luego dar testimonio de Él al
mundo, lo cual solo puede lograrse con la ayuda del Consolador, el Espíritu
Santo. Siendo cristianos, somos llamados a ser lámpara que ilumina el camino de
los demás: extraviados, de los confundidos, de los desorientados.
En esto puede ayudarnos mucho el ejercicio de reconocimiento de los
testigos de ayer y de hoy que nos han alimentado con su gran o humilde luz, que
nos han mostrado el camino con sus vidas y nos han orientado hacia el Corazón
de Jesús. En este sentido el mensaje de Juan Bautista, que sirvió para preparar a
las personas a acoger la presencia de Jesús, nos sirve también para colocarnos
en el mismo clima de apertura y conversión, necesarios para poder reconocer a
Jesús, que está todos los días con nosotros, hasta la eternidad.
Convertirse es cambiar profundamente. Es tomar otra dirección. Es ver
con otros ojos. Es juzgar con otros criterios. Es aprender a amar con todo el corazón…
Pero, en general esto sucede en un proceso lento y fatigoso, pues es casi
imposible hacerlo de golpe. Perseverar en el camino de la conversión exige
tener un espíritu decidido, un firme deseo y una atención constante a los
detalles.
En nuestras comunidades se escuchan a hermanos a los que se les invita,
o ellos mismos se ofrecen, a contar una experiencia de fe, que se considera,
puede ayudar a los demás a entusiasmarse en la vida cristiana. A esa acción le
llamamos testimonio. Indudablemente la conversión no puede ser un juego de
palabras, y mucho menos solamente una buena intención. Ella parte de lo
profundo de nuestras vidas, pero llega hasta las realidades más concretas y
cotidianas. Por eso, nos dice Juan Bautista: “Muestren frutos dignos de
conversión.” Mt 3, 8. Aunque esto no sea algo matemático, ni automático, las
personas saben distinguir entre quienes son testimonio de vida y quienes
transmiten un discurso vacío de vida y amor. Es interesante que juan no
solamente nos dice que debemos producir frutos, sino que estos frutos deben ser
dignos. Sin dudas, estos frutos no pueden ser la maldad, el egoísmo, el rencor,
la injusticia… sin embargo, no basta eliminar el mal de nuestras vidas, es
necesario producir frutos dignos.
Son muchos los que piensan que ser cristianos es simplemente no hacer el
mal. Es muy común escuchar a algunas personas que dicen: “Yo no mato, no robo,
no cometo adulterio…” creyendo que ya es suficiente para ser cristiano. Claro
que evitar estas cosas es bueno, pero hasta una persona con el uso tan solo de
la razón, puede descubrir esto, sin necesitar de la fe. Cuando uno se encuentra
verdaderamente con Jesús, descubre que ser cristiano es mucho más que esto.
Descubre que, no basta evitar el mal, es necesario promover el bien. Promovemos
el bien, dando testimonio de la fe que tenemos, de manera personal y comunitariamente.
Jesús nos indica cuál es nuestra misión: dar testimonio del Resucitado,
proclamar el evangelio, implantar comunidades, orientar a los demás hacia
Jesús, para que vivan un encuentro personal y profundo con él. La única razón
de ser de una comunidad cristiana es dar testimonio de Jesucristo. Actualizar
hoy en la sociedad el misterio del amor salvador de Dios manifestado en Cristo.
La Iglesia no tiene otra justificación. El testimonio de los creyentes se ha de
dar hoy en un contexto sociológico en el que Dios sufre un proceso
condenatorio. En la sociedad actual se está llevando a cabo, de muchas maneras,
un juicio sobre Dios y, con frecuencia, los testigos que hablan contra El
reciben más audiencia que los que se pronuncian a su favor. Lo verdaderamente
importante no es el número de testigos, pues la verdad no se decide por el
criterio de la cantidad. Lo que ha de crecer es la fe y el amor de los
bautizados. No tenemos que cambiar el mensaje verbal de la Iglesia, sino, la
vida de las comunidades cristianas.
Al mismo tiempo que
hablamos de Dios, utilizando los recursos con que contamos hoy, debemos ser
manifestación o testimonio del amor salvador de Dios. Dios no se impone en una
sociedad por la autoridad de los argumentos, sino por la verdad que emana de la
vida de aquellos creyentes que saben amar de manera efectiva e incondicional. No
olvidemos que «el único testimonio creíble es el de un amor efectivo a los demás,
pues sólo el amor puede testimoniar del Dios Amor. ¿Contamos en nuestras
comunidades con experiencias de fe radical y de testigos vivos de Dios?
¿Nuestra vida cristiana, ayuda a alguien a creer en Dios?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...