Fe y Vida | A&O
Después de que los católicos fueran expulsados por
los calvinistas entre disturbios, la Eucaristía se ha vuelto a celebrar en la
catedral cinco siglos después
«En el año 1535, abatida la tiranía del anticristo
romano y abolida la superstición, la santa religión de Cristo ha sido
restablecida en su pureza». Esta inscripción en la catedral de Ginebra (Suiza)
refleja la turbulenta historia del cristianismo en esta ciudad, capital
espiritual del calvinismo. En el verano de ese año, una Misa en el templo acabó
con disturbios, expulsión de los clérigos, y destrucción y pillaje de las
estatuas y objetos de culto. Los calvinistas se adueñaron del templo, que nunca
más volvió a acoger una Eucaristía.
486 años después, la catedral albergó palabras muy
diferentes. «La celebración de una Misa es un gesto significativo. Estamos
felices de poder dar este paso», resultado de «una fructífera cooperación
ecuménica durante largos años» y del desarrollo de una «confianza recíproca»
entre católicos y protestantes.
Quien hablaba así no es católico. Se trata de
Daniel Pilly, presidente del consejo parroquias de la catedral. Daba la
bienvenida a los católicos de Ginebra, a los que por primera vez en casi cinco
siglos se había invitado a celebrar la Misa en este templo este 5 de marzo,
según relata Omnes.
«Vuestra invitación, que aceptamos humildemente y
con mucho agradecimiento», replicó el sacerdote católico Pascal Desthieux,
«tiene un gran significado para nosotros, y ha suscitado un gran entusiasmo,
como lo muestra el número impresionante de fieles aquí reunidos».
«No es para pasado mañana»
El acontecimiento este sábado es el resultado no
solo del diálogo ecuménico, sino de una amistad personal de
años. Hace ya tiempo, Desthieux compartía una bebida en una terraza con su
amigo Emmanuel Rolland, pastor reformado. El sacerdote valoró cómo en Lausanne,
cada año desde 2004 la catedral, en manos reformadas, acoge una Misa católica.
«Desde luego, si en Ginebra llega a darse algo así, no es para pasado mañana…»,
admitió el mismo, consciente de que en Ginebra el gesto tendría una carga
simbólica mucho mayor.
Rolland no olvidó este comentario de su amigo. Al
contrario, lo fue madurando interiormente durante varios años. Luego empezó una
serie de consultas y propuso la iniciativa al consistorio de la Iglesia
reformada. Así, hace algo más de dos años pudo llamar a Desthieux y darle la
buena noticia: había llegado el momento de que los católicos volvieran a su
catedral.
A tiempo para rezar por la paz
Iba a haber ocurrido el 29 de febrero de 2020. La
pandemia obligó a cancelarlo en el último momento. Más tarde se produjeron
otras dos cancelaciones por el mismo motivo. Hasta que finalmente, al
levantarse las restricciones, pudo volver a ponerse fecha. Como en aquel primer
intento, se eligió la víspera del primer domingo de Cuaresma. La decisión
subrayaba el carácter de penitencial y de reconciliación del acontecimiento.
Pero, providencialmente, ofreció además la ocasión
de rezar por la paz en Ucrania desde un lugar también marcado hace siglos por
el odio entre cristianos. Entre los sacerdotes concelebrantes se encontraba un
ucraniano, el padre Sviatoslav Horetskyi, responsable de los fieles
grecocatólicos en Ginebra y Lausanne. También una mujer recién llegada del país
como refugiada.
Al terminar la Eucaristía, Pilly dio a entender que
podía fácilmente convertirse en una tradición. «Esta catedral es un lugar de
reunión de todos los cristianos de Ginebra», subrayó. «Lo que nos une es el
Evangelio, y el evangelio es más fuerte que todas las tradiciones que nos
separan. Y eso no nos impide de ningún modo que cada cual guarde su identidad».
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...