Reflexión | Javier Leoz/RL
La hora de la conversión
.LA
HORA DE LA CONVERSIÓN. Es una llamada a redescubrir nuestro origen. A poner en
hora nuestra vida cristiana. No es tanto un esfuerzo personal cuanto, de nuevo,
ir al encuentro de Aquel que nos ama.
.LA
HORA DE LA VERDAD. No caminamos hacia la nada. El tiempo de cuaresma nos pone
en órbita hacia la Pascua. Nuestro final definitivo no es la gran mentira en la
que viven sumidos muchos hombres. Nosotros, porque Cristo nos lo aseguró con su
propia existencia, sabemos que hay una gran Verdad: la vida de Jesús y sus
promesas.
.LA
HORA DE LA CARIDAD. Sin obras, nuestra fe, queda coja. Pero, nuestras obras sin
referencia a Dios, pronto se agotan. Pueden derivar incluso en el puro
humanismo. La hora de la caridad cuaresmal nos centra en Aquel donde nace el
paradigma del amor: Cristo.
.LA
HORA DEL SILENCIO. El silencio es un bien escaso. No se encuentra en cualquier
lugar ni se compra en cualquier establecimiento. Una campana, una iglesia abierta…
pueden ser una llamada a poner en orden lo que tal vez llevamos atrasado: la
visita con el Señor. La oración.
.LA
HORA DE LA PALABRA. ¿Cómo podemos encontrar el camino si no dejamos que el
Señor nos lo indique? El reloj cuaresmal nos hace llegar con prontitud a la
escucha de la Palabra. Es un tiempo de audición de lo santo, de captar aquello
que es esencial para nuestra fe.
.LA
HORA DEL AYUNO. Acostumbrados a mirar al reloj para la hora de la comida, la
cuaresma, lo paraliza. Nos hace comprender que, la ansiedad, no es buena
consejera para tener hambre de Cristo. Es un buen momento para ayunar de
excesos, malos modos, blasfemias, odios, ingratitud, preocupaciones, críticas…
.LA
HORA DE LA PENITENCIA. Nos gusta el llano y antes que una simple carretera
preferimos la autopista. La cuaresma nos recuerda que el sacrificio nos
mantiene vigorosos, lo mismo que el entrenamiento hace grande y fuerte a un
futbolista. Rectificar es de sabios y moderar ciertos comportamientos nuestros
nos pueden encaminar a identificarnos más con Cristo.
.LA
HORA DE LA CONFESIÓN. Hasta la mejor prenda necesita, de vez en cuando, ser
llevada a una buena lavandería. Nuestras almas, en las que se encuentra impreso
el sello de Hijos de Dios, tienen derecho a ser puestas a punto. La hora de la
confesión nos facilita un nuevo rostro: la alegría de sentirnos reconciliados
con Dios y con nosotros mismos.
.LA
HORA DEL HERMANO. El encuentro con Jesús empuja al abrazo con el hermano. No
podemos observar el reloj cristiano y, a continuación, olvidarnos de las horas
amargas en las que viven los que nos rodean. Poner a punto nuestra vida
cristiana nos exige ayudar a aquellas personas que quedaron rezagadas en la
felicidad, en el bienestar o en el amor.
.LA
HORA DEL CORAZÓN. Las prisas y los agobios, el estrés o el ritmo de vida que
llevamos…presionan en exceso la serenidad de nuestro corazón. El reloj
cuaresmal procura que, el corazón, vaya despacio, medite, reflexione, ame y se
oxigene a la sombra del Corazón de Cristo.
.LA
HORA DE LA MISA. Frecuentemente señalamos el reloj y preguntamos ¿y si tomamos
un café? El reloj cuaresmal nos interpela ¿y por qué no una eucaristía diaria?
Nunca, en tan poco tiempo, se nos ofrece tanto: acogida, perdón, calor,
palabra, fuerza, silencio, amor, paz interior y poder saborear lo que sólo
Jesús nos puede dar: su Cuerpo y su Sangre.
Publicado
por Reflejos de Luz
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