Testigos de la Fe | Manuel Cubías
San Óscar Romero, pastor del diálogo y de la
no violencia
Hace 42 años, el lunes 24 de marzo de 1980, al final de la tarde, el
entonces arzobispo de San Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, celebraba la
Eucaristía en la capilla del hospital Divina Providencia, un hospital de
enfermos terminales de cáncer. Un disparo al corazón, ejecutado por un sicario,
acabó con su vida.
La cercanía a la gente, a los pobres, a los campesinos, a los
trabajadores, es una constante que encontramos en la vida de Monseñor Romero.
Su trabajo en San Miguel, Santiago de María y finalmente en San Salvador da
testimonio de ello.
La miseria en que vivían las grandes mayorías, la difícil situación
social y los reclamos por una mayor justicia y bienestar impactaron en la fe
profunda de Romero y en la lectura que él hace de la Palabra de Dios, de manera
que fe en Dios y la vida de las personas se volvieron elementos inseparables de
su predicación y acción pastoral.
El asesinato del padre Rutilio Grande S.J. y el de otros muchos
sacerdotes y religiosas, puso en evidencia hasta donde eran capaces de llegar
los poderes económicos, políticos y militares de El Salvador quienes buscaban
preservar sus privilegios. Romero fue consciente de ello.
La conversión, un llamado a ser hermanos
La invitación a la conversión es una de las columnas fundamentales de la
acción pastoral de Romero. Recordamos la homilía del 23 de septiembre de 1979,
cuando llama a la conversión a los ricos: “Despójense a tiempo. Todavía
pueden compartir como hermanos. Si no lo hacen ahora, después los despojarán a
la fuerza”. De esta manera, cuestiona la absolutización de
la riqueza y de la propiedad privada y llama a un cambio de vida.
San Óscar Romero en el discurso en la Universidad de Lovaina, cuando
recibió el doctorado honoris causa afirmó: “Pecado es
aquello que dio muerte al Hijo de Dios, y pecado sigue siendo aquello que da
muerte a los hijos de Dios”. De esta manera define lo que es el pecado y
sus implicaciones en la sociedad humana, de manera que la conversión trae como
consecuencia la vida de los seres humanos y no su muerte.
Los sueños de Monseñor Romero
La Palabra de Dios es una invitación a la conversión que trae como fruto
primero, la hermandad, así lo define Romero en su homilía del 27 de enero de
1980: “¡Qué otra cosa quiere la palabra de Dios, en este ambiente
salvadoreño, sino la conversión de todos para que nos sintamos hermanos!”
Esta conclusión, el hecho de experimentar que somos hermanos es central
en la construcción de unas estructuras y relaciones sociales según la Palabra
de Dios. Esto nos lleva a pensar y organizar la sociedad con otros valores,
donde la vida y el bienestar de todos sean elementos decisivos.
San Óscar Romero creyó profundamente en una sociedad plural, así lo
testimonia en su homilía del 29 de mayo de 1977: “Unidad quiere decir
pluralidad, pero respeto al pensamiento de los otros, crear una unidad que es
mucho más rica que mi solo pensamiento”.
La búsqueda de la equidad es otro elemento central en el sueño de
Romero, por eso el 16 de diciembre de 1979 afirmó:
“No hay hombres de dos categorías. No hay unos que
han nacido para tenerlo todo y dejar sin nada a los demás; y una mayoría que no
tiene nada y que no puede disfrutar de la felicidad que Dios ha creado para
todos. Esta es la sociedad cristiana que Dios quiere: en que compartamos el
bien que Dios ha dado para todos”.
Finalmente, ante la creciente efervescencia social que parecía encontrar
en el enfrentamiento armado la solución de todos los problemas, monseñor Romero
declaró el 10 de febrero de 1980:
Creemos firmemente en la paz y, por eso voy a
terminar por donde comenzamos. Dios nos llama a construir con él nuestra
historia. Y la construcción de Dios no quiere ser sobre sangre y dolor; quiere
ser una construcción de hijos de Dios que hagan valer la característica más
propia del hombre: la razón y la libertad iluminada por la bondad.”
Ante las guerras que vivimos en Europa, África y otras partes del mundo,
las palabras de Romero resuenan siempre actuales. La violencia de las armas no
trae ningún bienestar a los seres humanos. El Papa Francisco durante el Ángelus
del pasado 23 de marzo de este año declaró: “Pidamos al Señor de la vida que
nos libre de esta muerte de guerra. Con la guerra se pierde todo. En una guerra
no hay victoria: todo está derrotado. Que el Señor envíe su Espíritu para
hacernos comprender que la guerra es una derrota para la humanidad, para
hacernos comprender que la guerra debe ser derrotada”.
Celebran a San Óscar Romero en la ciudad de Milán
La comunidad de salvadoreños residentes en Milán celebrarán a San Romero
de América. Para Rosy Figueroa se trata de “mantener vivo el legado que nos
dejó monseñor Romero y seguir con las enseñanzas como por ejemplo, la opción
por los pobres y la justicia”.
Uno de los desafíos que Rosy Figueroa identifica para los salvadoreños
que han migrado a Italia es el dar a conocer y profundizar en la figura del
santo salvadoreño. Para ello han involucrado a los jóvenes, quienes realizarán
un Vía Crucis Romeriano el próximo domingo por la mañana en el centro Schuster
de Milán.
El joven Pier López, miembro de la comunidad cristiana declaró que, para
él, “monseñor Romero fue un santo que luchó por la unidad en El Salvador. Para
él no había diferencia entre ricos y pobres y lo que más me ha impactado es que
dio la vida por su país”.
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