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    lunes, 4 de abril de 2022

    Francisco en Malta: “Que nuestra compasión no se agote en palabras vanas”


    Papa Francisco | Alina Tufani Díaz/VN

     


    Francisco en Malta: “Que nuestra compasión no se agote en palabras vanas”

     

    En la gruta de San Pablo en Rabat, el Papa recordó el naufragio del Apóstol de los Gentiles, primer evangelizador de Malta quien fue acogido tras su naufragio con cordialidad y buen corazón, una compasión que debe seguir viva para reconocer a quienes hoy son arrastrados por las olas del mar hasta sus costas.

     

    El Papa Francisco rezó, esta mañana, en la Gruta de San Pablo en Rabat, allí donde el Apóstol de los Gentiles predicó, bautizó y sanó enfermos mostrando el Evangelio de Cristo a quienes no lo conocían, a quienes como buenos samaritanos, lo habían acogido, alojado y alimentado tras el terrible naufragio del barco que lo llevaba a Roma para ser juzgado, allí donde a las piedras y tierra se le reconocen virtudes milagrosas.

     

    Puntualmente, a las 8.30 el Papa llegó a la Basílica de San Pablo donde fue recibido por el Arcipreste y el Capítulo de la Colegiata. Tras un breve saludo, el Pontífice descendió a la gruta para una oración privada ante la imagen del Apóstol, para luego encender una lámpara votiva sobre la cual está grabada la palabra “PAX”.

     

    Una oración la del Papa que narra de la cordialidad de las gentes que dieron refugio, seguridad y asistencia al apóstol Pablo y los prodigios que el anuncio del Dios Salvador hizo en ellos, una oración en la que pide nuevamente la gracia de un buen corazón que palpite en las personas, para que reconozcan las necesidades de cuantos llegan a la costa arrastrados por las olas,  para que no se agote su compasión y que el calor de la acogida permanezca encendido e ilumine el camino de la paz.


    Una vez terminada la oración, entre cantos corales, el Santo Padre firmó el Libro de Honor: "En este lugar sagrado, que conmemora a San Pablo, Apóstol de las Gentes y padre en la fe de este pueblo, doy gracias al Señor y le pido que conceda siempre a los malteses el Espíritu de consuelo y el ardor del anuncio".

     

    Luego, Francisco saludó a varios líderes religiosos, antes de dirigirse al interior de la Basílica de San Pablo para reunirse con enfermos y pacientes asistidos por Cáritas entre gestos amorosos, sonrisas y caricias. Ante el Santísimo, el Papa se despidió con una oración y su bendición apostólica, tal como lo hicieran Juan Pablo II, el 27 de mayo de 1990 y Benedicto XVI el 17 de abril de 2010.

     

    ORACIÓN EN LA GRUTA DE SAN PABLO

     

    Dios de misericordia,

    en tu admirable providencia

    quisiste que el apóstol Pablo

    anunciase tu amor a los habitantes de Malta,

    que todavía no te conocían.

    Él les proclamó tu palabra

    y curó sus enfermedades.

     

    Salvados del naufragio,

    san Pablo y sus compañeros de viaje

    encontraron aquí para acogerlos

    gente pagana de buen corazón,

    que los trató con una cordialidad

    fuera de lo común,

    dándose cuenta de que necesitaban

    refugio, seguridad y asistencia.

    Ninguno conocía sus nombres,

    su procedencia o condición social;

    sólo sabían una cosa:

    que necesitaban ayuda.

     

    No era tiempo para las discusiones,

    para los juicios, los análisis y los cálculos;

    era el momento de prestar auxilio;

    dejaron sus ocupaciones

    y así lo hicieron.

     

    Encendieron un gran fuego,

    y los hicieron secarse y calentarse.

    Los acogieron con corazón abierto

    y, junto con Publio,

    primero en el gobierno y en la misericordia,

    encontraron alojamiento para ellos.

     

    Padre bueno,

    concédenos la gracia de un buen corazón

    que palpite por amor a los hermanos.

    Ayúdanos a reconocer desde lejos las necesidades

    de cuantos luchan entre las olas del mar,

    golpeados contra las rocas de una costa desconocida.

    Haz que nuestra compasión

    no se agote en palabras vanas,

    sino que encienda la hoguera de la acogida,

    que hace olvidar el mal tiempo,

    da calor a los corazones y los une;

    fuego de la casa construida sobre roca,

    de la única familia de tus hijos,

    hermanas y hermanos todos.

    Tú los amas sin distinción

    y quieres que sean uno

    con tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor,

    por el poder del fuego que enviaste del cielo,

    tu Espíritu Santo,

    que quema toda enemistad,

    y en la noche ilumina el camino

    hacia tu reino de amor y de paz.

    Amén.

     

    Vaticannews.va




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