Cultura y Vida | Ricardo Ruiz de la Serna
Las Fragancias de
un cuadro
En torno al cuadro El olfato (1617-1618),
de Jan Brueghel el Viejo y Rubens, perteneciente a la serie Los cinco sentidos, el visitante del Museo del Prado
puede descubrir los distintos olores de los objetos del cuadro. La tecnologÃa,
una vez más, nos abre nuevas experiencias en torno a la obra de arte
El Museo del Prado acoge hasta el 3 de julio La esencia de un cuadro. Una exposición olfativa,
comisariada por Alejandro Vergara, jefe de Conservación de Pintura Flamenca y
Escuelas del Norte, y fruto de la colaboración entre la pinacoteca más
importante del mundo, Puig y la Academia del Perfume con el patrocinio
tecnológico de Samsung. En torno al cuadro El olfato (1617-1618),
de Jan Brueghel el Viejo y Rubens, perteneciente a la serie Los cinco sentidos, el visitante puede descubrir los
distintos olores de los objetos del cuadro. La tecnologÃa, una vez más, nos
abre nuevas experiencias en torno a la obra de arte.
No se debe minusvalorar la importancia de estos
aromas deliciosos que se van desplegando gracias a la tecnologÃa AirPerfum
desarrollada por Puig. No en vano, la Iglesia ha dado gran importancia a cómo
huelen las cosas. Ahà están los inciensos que arden en las solemnidades y que
se bendicen con fórmulas que nos recuerdan su sentido sagrado. «Que te bendiga
Aquel en cuyo honor te quemas». Turiferarios y naveteros dan fe de cómo el
delicioso humo que asciende al cielo eleva el espÃritu. El Apocalipsis nos
enseña que las copas de oro llenas de incienso son las oraciones de los santos.
A algunos de ellos mismos se los reconoce por el olor de santidad que los
acompaña. Poca broma, pues, con los olores.
En esta exposición nos rodean, por ejemplo, las
delicias del jazmÃn, la rosa y el lirio. Hay algo de jardÃn monacal y de
nostalgia del ParaÃso que tuvieron que abandonar Adán y Eva. Aprovechen, por cierto,
para visitar a Fra Angélico –cuya Anunciación se exhibió restaurada– y la imagen del
primer hombre y la primera mujer expulsados por su pecado y redimidos con toda
la humanidad por Cristo, que nos abrió de nuevo las puertas del cielo como allÃ
se representa. Hay más de veinte siglos de recuerdos de ese Edén perdido que
tratamos de recobrar en los parques contemporáneos.
Esta muestra, pues, alimenta a un tiempo el cuerpo
y el alma haciendo buena la tradición clásica que atribuÃa al arte poderes
curativos. Si la Belleza nos conduce al Bien y a la Verdad, hay en
esta sala un camino expedito hacia la salvación y el consuelo de tanto dolor
como nos rodea en este tiempo. Estas fragancias enriquecen la obra y la dotan
de un significado nuevo. Hay una geografÃa de nuestra vida que podrÃamos
señalar con esas esencias que, como la magdalena de Proust, nos permiten vencer
al tiempo y al espacio.
También las mujeres, las miróforas, se habÃan
dirigido con aromas al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Lo encontraron
vacÃo. No se debe buscar entre los muertos al que vive. Con el perfume en las
manos, recibieron la noticia de que el Señor ya no estaba allÃ. HabÃa
resucitado. No hay perfume, tal vez, que pueda simbolizar ese momento. Hay aromas
que, como el amor de Dios y como su Reino, no son de este mundo.
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