Espiritualidad | Paola Calderón Gómez/PC
Pascua que se renueva
Todos
podemos hacer que la resurrección suceda una vez más. Son nuestras actitudes
las que hacen que este acontecimiento se renueve y surjan nuevos frutos para
nuestras familias y comunidades. Esta es la invitación que nos hace el Cardenal
Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas –
México. Una reflexión que nos desafÃa a vivir con determinación el tiempo de la
Pascua.
Mirar
La
Pascua de Jesús, su paso de la muerte a la vida, se actualiza siempre entre
nosotros en la celebración eucarÃstica; pero se renueva también en tantas
madres de familia que desgastan su vida por su esposo y por los hijos; se
levantan por la noche para atenderles si están enfermos, y madrugan para
prepararles sus alimentos; durante todo el dÃa no descansan en las labores
domésticas, y a veces también con algún otro trabajo fuera de casa, con tal de
que nada falta en el hogar. Algunas soportan al marido borracho, a hijos flojos
y rebeldes; sufren violencia fÃsica o moral; aun enfermas, cumplen sus
obligaciones. Pero lo hacen por amor, por fidelidad a su compromiso
matrimonial, por dar un buen ejemplo a los hijos, por no hacer sufrir a nadie,
ni a sus padres. En ellas se renuevan los sufrimientos de Jesús, y en ellas se
actualiza la fuerza salvadora de la cruz y de la resurrección.
La
Pascua de Jesús se renueva también en maridos varones que tienen que salir
temprano a trabajar, lejos quizá del hogar, incluso cuando están cansados o
enfermos. Al regresar a casa no encuentran el cariño de la esposa, la gratitud
de los hijos, sino reclamos, exigencias, obligaciones, quizá celos y
desconfianzas. Se angustian por el dinero que no alcanza, por la inseguridad laboral
y el temor a perder el empleo, por los conflictos con los compañeros de
trabajo, por los peligros de extorsionadores y secuestradores, etc. En ellos se
hacen presentes la cruz de Jesús y la vida que brota del Resucitado.
La
Pascua de Jesús se renueva en los peones que trabajan en un campo agrÃcola, en
una fábrica o en una construcción; en los empleados en una tienda comercial,
una gasolinerÃa, una herrerÃa o carpinterÃa, en una oficina, o en cualquier
otro trabajo. Empleadas domésticas, choferes, médicos, maestros, policÃas,
servidores públicos, polÃticos, militares y gobernantes, si hacen su trabajo
con sacrificio y con amor, reflejan el calvario de Jesús, pero también son vida
y esperanza para su familia y para la sociedad. Sin ellos, no se puede vivir,
pues la vida de la comunidad pasa por la crucifixión diaria de estas y otras
personas.
¡Y
qué decir de los catequistas, las y los religiosos, los diáconos, los
sacerdotes, los obispos y el Papa! Nuestra vocación es desgastarnos, dar
nuestra vida, sacrificarnos, para que los demás vivan bien, se desarrollen,
crezcan y estén bien atendidos, tanto en lo material como en lo espiritual.
Estamos llamados a crucificarnos diariamente, para que florezca la vida en la
comunidad.
Discernir
El
Papa Francisco, en su homilÃa de este Domingo de Ramos, dijo: “Se nos olvida
por qué estamos en el mundo y llegamos a cometer crueldades absurdas. Lo vemos
en la locura de la guerra, donde se vuelve a crucificar a Cristo. SÃ, Cristo es
clavado en la cruz una vez más en las madres que lloran la muerte injusta de
los maridos y de los hijos. Es crucificado en los refugiados que huyen de las
bombas con los niños en brazos. Es crucificado en los ancianos que son
abandonados a la muerte, en los jóvenes privados de futuro, en los soldados
enviados a matar a sus hermanos. Cristo es crucificado allÃ, hoy” (10-IV-2022).
Hace
dos años, en una ocasión semejante, expresó: “Cuando nos sintamos entre la
espada y la pared, cuando nos encontremos en un callejón sin salida, sin luz y
sin escapatoria, cuando parezca que ni siquiera Dios responde, recordemos que
no estamos solos. Jesús experimentó el abandono total, la situación más
ajena a Él, para ser solidario con nosotros en todo. Lo hizo por mí, por ti,
para decirte: ‘No temas, no estás solo. Experimenté toda tu desolación, para
estar siempre a tu lado’.
He
aquí hasta dónde Jesús fue capaz de servirnos: descendiendo hasta el abismo
de nuestros sufrimientos más atroces, hasta la traición y el abandono. Hoy,
en el drama de la pandemia, ante tantas certezas que se desmoronan, frente a
tantas expectativas traicionadas, con el sentimiento de abandono que nos oprime
el corazón, Jesús nos dice a cada uno: ‘Ánimo, abre el corazón a mi amor.
Sentirás el consuelo de Dios, que te sostiene’.
El
drama que estamos atravesando nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no
perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no
se sirve. Porque la vida se mide desde el amor. De este modo, en casa, en estos
días santos, pongámonos ante el Crucificado, que es la medida del amor que
Dios nos tiene. Y, ante Dios que nos sirve hasta dar la vida, pidamos la gracia
de vivir para servir. Procuremos contactar al que sufre, al que está solo y
necesitado. No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien que podemos
hacer.
Quisiera
decirlo de modo particular a los jóvenes: Mirad a los verdaderos héroes que
salen a la luz en estos días. No son los que tienen fama, dinero y éxito,
sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás. Sentíos
llamados a jugaros la vida. No tengáis miedo de gastarla por Dios y por los
demás: ¡La ganaréis! Porque la vida es un don que se recibe entregándose. Y
porque la alegría más grande es decir sí al amor, sin condiciones. Como lo
hizo Jesús por nosotros” (5-IV-2020).
Actuar
Une
tu propia cruz a la de Jesús, para que, en El, por El y con El, tus sacrificios
den vida, a ti, a tu familia y a los demás. Ofrece tu trabajo, tus esfuerzos,
tus privaciones, también tus enfermedades, para que, uniendo todo ello a la
pasión de Jesús, ayudes a que haya resurrección y vida plena, en tu familia y
en toda la humanidad. Sólo asà estos dÃas serán verdaderamente santos, y no
sólo ferias de vacaciones.
Publicado
por Prensa Celam
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